Capítulo 1. Dinero y poder

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«ADVERTENCIA"

Está historia, tiene un contenido muy alto de tono 🔞 y vocabulario, obsceno o vulgar, por lo que pido discreción, léanlo bajo sus propias decisiones, no me culpen por algún trauma acusado ni nada por el estilo.

También vuelvo a dejar claro que esta historia no me pertenece, solo me encargué de traducirla y adaptarla, así qué los créditos son totalmente a su autor original, su nombre o cuenta está en la descripción de la historia.
Ve y echa un vistazo, tiene muy buenas historias. Si por alguna razón el autor original me pide que lo borre, lo haré.
Ten todo esto en cuenta antes de leer, gracias por llegar está aquí. Ahora así, continúa hacia abajo...




















Narrado

María José bajó de su taxi y cerró la puerta rápidamente. Agarró su grueso abrigo mientras cae la lluvia torrencial.
Mantuvo la cabeza gacha mientras mostraba una sonrisa torcida. Fue la emoción de saber lo que estaba a punto de hacer. Corrió hacia los escalones del porche donde se encontraba la casa grande y elegante situada en una calle lateral del Alto Manhattan. Había hecho este viaje muchas, muchas veces. Se detuvo en la puerta y repitió el ritual de tocar el timbre dos veces antes de esperar pacientemente.

Después de unos segundos, la chica de siempre la recibió en la puerta.
Aparentemente tenía más de veinte años, hermosa piel color caramelo, cabello negro hasta la cadera. Ella era extremadamente hermosa. Le sonrió a María José y sacudió la cabeza dandole una sonrisa educada.

—Bienvenida de nuevo, señora Garzón. Es un placer, como siempre.— Dijo en voz baja, como un discurso memorizado.

María José entró, dejando gotas de lluvia en el suelo de mármol.

—Gracias, Matu. Por favor, quedate con mi abrigo. —Instruyó.
La joven hizo lo que le dijo y obedientemente colocó su abrigo en un perchero. Se volvió hacia María José, qué estaba mirando a su alrededor.

—¿Debería llamar a la señora Abisambra? ¿O sabe lo que quiere, señora?

María José se detuvo por un segundo y miró los distintos dibujos en el techo.
—Me gustaría verla. Y sé cómo encontrar la sala de estar por mi cuenta.

Matu volvió a negar con la cabeza y se dirigió hacia la larga escalera a su derecha. María José se llevó las manos a la espalda mientras caminaba por la larga sala de mármol blanco hasta llegar al salón. Una de las otras chicas estaba ahí, ordenando libros sobre la antigua mesa de café.

El sonido de unos tacones despertó a la pelirroja.
—Buenas tardes, señora Garzón. Qué bueno verla de nuevo.— Dijo suavemente, mirando al suelo.

María José sonrió, tener poder sobre estas chicas era más que divertido.
—Buenas tardes, Madelaine. Espero que todo esté bien. —La saludó María José ligeramente, sentándose en uno de los sofás rojos de la habitación.

—Si señora, gracias por preguntar.

Después de unos segundos de silencio María José mirando expectante a Madelaine, se dio cuenta de lo que debía hacer.

—Lo siento señora, ¿le gustaría ver el catálogo—Ofreció rápidamente, tomando uno de los álbumes, María José asintió y tomó el libro encuadernado en cuero, luego regresó a su asiento y comenzó a hojear la sección de mujeres disponibles.

—¿No hay nadie nuevo? —preguntó María José con pereza. Todas las fotos que estaban allí ya las habia visto, y más que eso, la mayoría ya habían sido de María José. Antes de que Madelaine pudiera responder, apareció Matu con Abisambra detrás de ella.

—Señora Garzón, la señora Abisambra la verá ahora. —dijo Matu. Su cabeza colgaba mientras hablaba. Abisambra le tocó suavemente el hombro y miró hacia el pasillo. Era la señal para dejarlos en paz.

Finalmente, cuando las dos chicas ya no estaban en la gran sala, María José se levantó para encontrarse con Abisambra y estrecharle la mano.

—Buenas tardes, señora Daniela Abisambra

—Ay, María José, por favor. Llevas años viniendo aquí. Puedes llamarme por mi nombre. —Respondió cálidamente, sentándose en una silla antigua junto a María José en el sofá.

—Como quieras, Abismabra. —María José se acomodo en el sillón. —¡¿Así que, cómo está todo?!

—Las cosas van bien, el negocio está creciendo. —Ella abrió una sonrisa de reojo. —Lo creas o no, en estos tiempos económicos. Dificiles, lo único que cualquiera quisiera hacer es echar un buen polvo con una mujer sexy. Y todos sabemos que tengo las mejores. —dijo Abismabra con una sonrisa.

—Estoy seguro de que tus otros clientes leales te consuelan.—Respondió María José, apartando la mirada de la chimenea. Después de unos segundos, María José finalmente se volteó haria Abismabra.

—¿Qué puedo hacer por ti hoy? ¿Qué estás buscando? —preguntó Abismabra.

El rostro de María José se volvió pensativo. Ella deslizó sus largos dedos por su cabello oscuro, tirándolos a un lado. —No estoy realmente segura. Por eso le pedí a Matu que te llamará. —María José estudió a Abismabra. —Llevo años viniendo aquí y siempre sé exactamente lo que estoy buscando, pero hoy no...

Abismabra asintió comprensivamente. — ¿Has mirado nuestro catálogo? Sabes que nada está prohibido, si quieres algo especial dimelo y te concertaré una cita con una de mis chicas. —Hizo una pausa para sonreir. —O más de una, si eso es lo que buscas.

—No, no, se que aquí tengo todo lo que quiero a mi alcancé, esto prácticamente lo tengo memorizado. —Respondió sosteniendo el libro al que se referia. —Quizás estoy buscando una sugerencia.

—Por supuesto, ya veremos. —Abismabra hizo una pausa mientras revisaba mentalmente a las chicas de su burdel. —¿Quieres una latina? Isabella está recibiendo comentarios muy positivos de algunos de sus otros clientes.

—No, tuve una mujer latina recientemente. —dijo María José con un suspiró. —¿Qué más? —Se quedó mirando a Abismabra, como pidiendole que leyera su mente.
La dueña del burdel hizo una pausa y miró a María José con la cabeza ladeada. —Perdóname si me equivoco, pero parece que no tienes ni una idea de lo que quieres, solo estás esperando que adiviné.

María José no pudo controlar la sonrisa en sus labios. —Me conoces bien, Abismabra. Esperaba que tuvieras a alguien nuevo alguien joven... algo...

—Señora Abisambra.

En ese momento apareció en la habitacion una pequeña chica de piel lechosa, suave y rasgos latinos. Su largo cabello castaño le llegaba mas abajo de los hombros, que estaban cubiertos nada más que por una fina bata. Sus pies descalzos estaban unidos a unas piernas largas y torneadas que desaparecían bajo la seda rosa de su ropa.

—Oh, lo siento señora, no sabía que tenia un cliente.—Dijo la chica en voz baja, sonrojándose furiosamente hacia María José.

La castaña no dejaba de sonreír mientras la observaba. —Lo siento señora, volveré cuando esté sola.—Abisambra y María José la vieron irse rápidamente, sonriendose la una a la otra. Abisambra dirigió su atención, lista para reanudar la conversación.

—Ella. —dijo María José. —Quiero alguien como ella.















(...)

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