Capítulo 7. Dame más

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María José cerró el agua y salió de la ducha, le pidió a Daniela que esperara mientras tomaba dos toallas grandes y esponjosas. Daniela le sonrió agradecida tan pronto como la morena extendió una hacia ella. María José no sabía lo que había sucedido entre ellas allí en el baño, aunque sabía que era algo que iba mucho más allá del contacto físico, rayando en lo íntimo. Pero ella no pediría reembolso por ello, sino todo lo contrario. Ese lado dominante de ella estaba hipnotizado por la forma en que la chica gemía y suplicaba por cada uno de sus toques. Y se repitió a sí misma que precisamente por eso estaba allí; la satisfacción de sentirse en control.

—Ya estás limpia.—María José abrió la puerta del baño con una mano mientras con la otra la usaba para secarse el cabello. —Acuéstate y mantente en la misma posición que la última vez.

Daniela asintió una vez, se secó rápidamente y colocó la toalla en la manija de la puerta, dirigiéndose hacia la cama. María José observó como la chica caminaba por la habitación, sus felinos ojos aceitunas fijos en las nalgas perfectamente redondas de la chica. Daniela se acostó boca abajo y estiró los brazos hacia la cabecera, con las piernas separadas entre sí.

—Mierda. —María José cerró brevemente los ojos. —Tu trasero es tan perfecto. —Dejó su toalla tirada en cualquier rincón y comenzó a caminar hacia la cama. —Todavía no lo puedo creer. —La morena se subió a la cama, apoyándose una rodilla a la vez. Se inclinó hacia adelante, sus labios deslizándose sobre la parte posterior de las piernas de Daniela. —Pero joder... —gruñó María José mientras arrastraba sus uñas por la piel lechosa del culo de la latina, observando con deleite como aparecían las vetas rojas. Se subió sobre Daniela, levantando sus manos hasta que se encontraron descansando sobre los hombros de la chica, con un lento empujón María José apoyó su sexo empapado contra la nalga izquierda de la puta. —Ohh... sí. —gruñó, sus caderas moviéndose hacia arriba y hacia abajo todavía lentamente. —Siéntelo, Daniela. —Los dedos de la morena recorrieron el costado de la chica, buscando apoyo. —Amo mucho tu puto trasero, perra. —Forzó sus caderas hacia abajo, esparciendo aún más su humedad contra las nalgas de la latina.—¿Sientes?

—Siento... yo-yo...

—Dime qué es Daniela. —María José levantó una de sus manos, entrelazando los mechones húmedos del cabello de la prostituta, procurando tirar de ellos con fuerza. —Dime.

—Tu disfrute... maestro.

La morena deja escapar una risa mientras inclina su cuerpo hacia adelante, su boca, flotando sobre el omóplato de Daniela. —Puta malhablada. —Mordió suavemente la piel, sintiendo a Daniela temblar debajo de ella. —Te gusta sentirme, ¿no? Te gusta cuando froto mi coño contra ti, ¿no?

—Sí maestro. —La voz de Daniela sale temblorosa. María José mueve sus labios hasta el hombro de la chica, donde desliza suavemente su lengua hasta llegar a su hombro.

—¿Te gusta lo que te hago? —Su voz suena baja y ronca al lado del oído de la latina, Daniela se muerde el labio cuando siente que María José se mueve con más fuerza sobre ella. Saber que afectaba la libido de su clienta, saber que la excitaba hasta ese punto, llegó a algo dentro de Daniela que ni siquiera ella misma podía entender.

—Me encanta... maestro.

—Por supuesto que sí, zorra sucia. —María José chupa el punto de pulso de Daniela, serpenteando su lengua alrededor del lugar y luego chupándolo con fuerza. —Apuesto a que quieres que te marque, que te folle con mi semen.

Daniela gimió suavemente ante la imagen que se formó en su cabeza y estaría mintiendo si dijera que no la estaba esperando ansiosamente. El agarre de la mano de María José contra el cuero cabelludo de la latina aumentó, al igual que la fuerza con la que sus caderas golpeaban contra Daniela. La morena volvió a trabajar en silencio, maldiciendo internamente, maldiciendo el culo de Daniela por ser tan delicioso.

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