El reloj marcaba la una de la madrugada cuando Marta giró la llave que cerraba su despacho. El día había sido largo y agotador, y el cansancio de reflejaba en sus hombros caídos.
Mientras recorría la tienda apagando las luces una por una, su mente volvía incesantemente a la escena que había protagonizado horas antes, cuando le había echado una gran bronca a Fina.El eco de sus propias palabras resonaban en su cabeza, como un grillo que no podía silenciar. Aunque se esforzaba por justificar su reacción con la importancia del error cometido, no podía evitar sentir una punzada de culpa al recordar la expresión de la pelinegra, vulnerable y devastada.
Marta suspiró mientras revisaba los últimos detalles, asegurándose de que todo estuviera en orden antes de marcharse. Se preguntaba si tal vez había sido demasiado dura, demasiado exigente con alguien que estaba dando lo mejor de ella para mejorar.
Justo cuando la rubia se preparaba para apagar la última luz y marcharse un ruido sutil llegó desde la trastienda. Frunció el ceño, extrañada, y se dirigió hasta el lugar de origen del sonido. Al entrar al pequeño almacen, la escena que encontró la detuvo en seco.
Fina estaba allí, a pesar de las horas, con la vista fija en su tarea mientras intentaba corregir todas aquellas cosas en las que había fallado anteriormente.
Sus movimientos eran lentos, cargados de cansancio, y sus ojos enrojecidos brillaban con lágrimas que aún no caían.La visión de Fina, exhausta y claramente afectada, hizo que Marta se detuviera por un momento. Había algo en la determinación silenciosa de su trabajadora que la conmovió profundamente. A pesar de todo, la joven seguía allí, trabajando en silencio, tratando de redimirse.
El corazón de Marta se contrajo un poco más al darse cuenta de cuánto se estaba exigiendo Fina a si misma, más de lo que era sano. Posiblemente, por su culpa.Con una clara preocupación, la rubia se acercó a su empleada, con una expresión suave en su rostro.
-¿Fina?- preguntó en un susurro. -¿Qué haces aquí tan tarde?
La pelinegra levantó la vista y parpadeó repetidas veces, como si la presencia de su jefa fuera una sorpresa.
-Estoy... Estoy intentando arreglar lo que hice mal hoy.- habló, con un ligero tembleque de voz. -No puedo irme sabiendo que he fallado.
Marta notó el temblor en sus manos y la desesperación en sus ojos.
Fina estaba trabajando más de lo que podía soportar, impulsada por una necesidad que iba más allá de lo profesional.
La mayor tomó una silla y se sentó frente a frente con su dependienta, suavizando su tono, algo que rara vez hacía.
-Fina, es tarde y estás agotada.- dijo, pareciendo más cercana y comprensiva. -¿Porqué sigues trabajando aquí si ya has visto que no es lo tuyo?
-Necesito un trabajo... Necesito el dinero.- contestó, bajando su cabeza. -Mi madre está en el hospital muy enferma y necesito... Necesito el dinero del tratamiento. Lo estoy haciendo lo mejor que puedo... Pero, parece que no es suficiente.
Las palabras entrecortadas de la menor, atravesaron a Marta como frías cuchillas. De repente, las piezas del rompecabezas encajaron. La presión, el esfuerzo sobrehumano, las lágrimas contenidas... Todo tenía sentido ahora.
-No sabía que estabas pasando por todo esto.- habló, con su voz llena de una rara calidez. -No lo justifico, pero ahora entiendo porque estás tan agobiada. Quizás... He sido demasiado dura contigo. No era mi intención en absoluto que te sientas así.
La menor se encontró con los ojos azules de su jefa, que ya no la miraban con exigencia, sino que la comprensión se desbordaba en ellos.
-Yo solo quiero demostrarte que soy capaz.
-Y lo estas haciendo.- ánimo, agarrando su brazo y dándole pequeñas caricias. -Has mejorado mucho. Mi reacción de hoy a sido exagerada y te pido disculpas. Me arrepiento tanto...
Esas palabras resonaban en la oscuridad de la noche, creando un ambiente gentil para las dos mujeres, donde ambas se sentían cómodas sin necesidad de mentir. En ese espacio, en ese momento, solo había lugar para la verdad.
-Mañana quiero que te tomes el día libre. Necesitas descansar.
Fina abrió la boca para protestar, pero Marta fue más rápida en levantar un dedo y callarla.
-Es una orden de jefa a empleada.- dijo con una pequeña sonrisa. -Sé que no quieres, pero necesitas cuidarte. Por ti y por tu madre.
La pelinegra asintió, con los ojos llenos de gratitud y alivio. De nuevo, volvía ver ese rastro de humanidad en su jefa que le hacía no perder la esperanza.
ESTÁS LEYENDO
MÁS ALLÁ DE LO PROFESIONAL
FanfikceEn "Perfumería de la Reina", Marta, la nueva directora, se enfrenta a la soledad. Entonces, la llegada de Fina, una joven dependienta inexperta, trae consigo un soplo de frescura y vulnerabilidad a su vida. A medida que Marta se siente atraída por l...