XVI

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El final de la jornada laboral en la perfumería llegó con el suave tintineo de la campanilla que anunciaba el cierre de la tienda.
Fina, quien había estado inmersa en sus pensamientos toda la tarde, se sintió aliviada al ver la puerta principal cerrada. Sin embargo, la ansiedad comenzó a burbujear de nuevo mientras se dirigía al despacho de su jefa.

Marta, quien estaba revisando algunos papeles en su escritorio, levantó la vista al oír unos suaves golpes en la puerta. Al ver la expresión tímida y nerviosa de la pelinegra la entrar, dejó de lado lo que estaba haciendo, se levantó de su asiento y se acercó a ella.

-¿Está todo bien? ¿Ha pasado algo?- preguntó con suavidad.

Su preocupación era evidente: se había vuelto tan cercana a ella que cualquier señal de incomodidad en ella la inquietaba.

La menor, intentando controlar todos aquellos nervios que la habían controlado durante todo el día, tomó aire antes de hablar.

-No, solo quería proponerte algo.- dijo rápidamente, evitando que luego se arrepintiera. -Me preguntaba si te gustaría venir a cenar esta noche a mi casa. Sería una buena oportunidad para compensar la vez que yo me quedé en tu casa y así podremos hablar, si tú quieres.

La rubia suspiró, aliviada al saber que no era nada grave; luego, ese alivio se convirtió en alegría.

-Claro, claro, me encantaría.- aceptó, sin poder esconder la emoción que eso le provocaba.

El brillo en los ojos de la mayor no pasó desapercibido por Fina, quien sintió un alivio inmediato al ver que Marta aceptaba con gusto. Su nerviosismo comenzó a desvanecerse, remplazado por una cálida sensación.

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Después de recoger sus cosas, ambas salieron juntas de la perfumería. La brisa de la tarde les acarició la cara mientras mantenían una animada conversación, pero tanto Marta como Fina estaban más emocionadas por lo que sería lo próximo en pasar.

Cuando llegaron a casa de la menor, el ambiente cambió ligeramente. Allí había una intimidad que no tenían en la tienda, allí se sentían relajadas y en calma, pero a la vez, centradas en la otra.

Por las horas, Fina se puso directamente con la cena y Marta, sin querer ser una mera espectadora, se ofreció a ayudar.

A medida que trabajaban juntas en la cocina, se colaron algunos momentos en los que sus cuerpos se rozaban: Un toque de manos al pasarse los utensilios o un roce de brazos un poco intencionado.
Cada uno de esos roces, por más casuales que fueran, parecían llevar una carga eléctrica que erizaba la piel de todo su cuerpo.
Marta, en especial, disfrutaba de esa cercanía por parte de Fina, sintiendo como algo se arremolinaba en su estómago. Quizás, mariposas.

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La cena transcurrió en un ambiente relajado y cómodo. Se sentaron juntas en la pequeña mesa de la cocina, con la tenue luz amarilla iluminando sus ojos mientras se miraban, comían y hablaban de todo y de nada.

El tiempo pareció volar mientras charlaban, reían y, de vez en cuando, se lanzaban miradas seguras, que dejaban un rastro de calidez en su interior.

Lamentablemente para las dos mujeres, su noche juntas tuvo que llegar a su fin, sabiendo que el trabajo las esperaba a la mañana siguiente.

-Ha sido una noche maravillosa, Fina.- dijo, ya en el umbral de la puerta. -Gracias por invitarme.

Ambas se miraron fijamente: Fina ahogándose entre el mar de sus ojos y Marta perdiéndose en un agujero negro. Ojos, personalidades y vidas tan diferentes; y ahora mismo, les unía el mismo deseo de querer que la noche nunca acabe.

-Bueno, me voy...- murmuró la rubia, entre dientes. -Peca debe echarme de menos.

Ambas soltaron una risa suave, Fina recordando a la adorable perrita que conoció hace algunos días.

-Yo también la echo de menos a ella.- bromeó.

-Bueno, que sepas que puedes venir a mi casa cuando quieras y hacerle... Hacernos una visita.

Después de un último intercambio de sonrisas, Marta se despidió y se marchó.
La pelinegra se quedó allí parada, de pie, con la mente llena de pensamientos y el corazón lleno de emociones.

Mientras se preparaba para ir a la cama, Fina se encontró reflexionando sobre lo que realmente sentía por su amiga.
Tenía tantas preguntas... Pero, después de haber pasado esa gran noche con la mayor, tenía una cosa clara: No solo la consideraba una amiga.

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