Capítulo 12: ¡Peligro en los pasillos!.

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En la mansión de Dixie, con paredes adornadas con tapicerías de seda y muebles de madera oscura, la joven se encontraba recostada en su cama con su laptop apoyada en su regazo. La habitación estaba iluminada solo por la luz tenue de la pantalla, iluminaba su rostro mientras mantenía una videollamada con Ernie, Cricket y Phil.

-Ay, camarada, a decir verdad, si tenía mis dudas respeto a tu amigo el pirata- decía Ernie, con un tono de escepticismo en su voz, mientras se rascaba la barbilla con la mano.

Dixie soltó una risita leve al escucharlo, con una sonrisa que iluminaba su rostro. -Me creerías que estaba nerviosa por hoy- respondió con una risa suave.

-De eso no hay dudas, ¡hasta en nuestros asientos se notaban tus nervios!- decía Cricket, con un tono burlón y una sonrisa pícara en su rostro.

-Lo bueno es que todo salió bien- añadía Phil, con una voz calmada y una expresión de alivio en su rostro.

-Jajaja, ¡sí! Ahora solo espera saber qué ocurrirá mañana- decía Dixie, con una mirada pensativa y una ceja arqueada.

-Bueno, descansa Dixie, ya veremos qué ocurre mañana, ¡no te preocupes tanto!- decía Ernie, con un tono tranquilizador y una sonrisa amistosa.

-¡Si, chao hasta mañana!- respondió Dixie, mientras cerraba la laptop y se recostaba en la cama, con una sonrisa en su rostro y un suspiro de alivio.

La habitación de Dixie se sumió en la oscuridad, solo iluminada por la luz plateada de la luna que entraba por la ventana. La joven se quedó pensativa, preguntándose qué le depararía el día siguiente, con la mente llena de interrogantes y la incertidumbre de lo que estaba por venir. Finalmente, después de unos minutos de reflexión, pudo conciliar el sueño y dormir con tranquilidad, envuelta en el silencio de la noche.

La noche era tranquila en Villa Husos, con solo el sonido de los grillos y el susurro del viento que se colaba por las ventanas de la habitación. Las calles estaban desiertas, iluminadas solo por las farolas que proyectaban un suave resplandor en el asfalto.

Mientras tanto, en el instituto, el velador, un hombre maduro con un uniforme azul oscuro y una placa que identificaba su cargo, caminaba por los pasillos silbando con tranquilidad, como si estuviera disfrutando de un paseo nocturno. Llevaba su linterna en una de sus manos, iluminando el camino y proyectando sombras en las paredes pintadas de un suave color azul.

De repente, escuchó un ruido proveniente de uno de los pasillos, un sonido suave, como si alguien hubiera movido un objeto. Se acercó con curiosidad y encontró uno de los trofeos de la vitrina tirados en el suelo, brillando suavemente en la oscuridad.

-Qué raro-. pensó, -Alguien debe haberlo dejado caer-. Lo recogió con cuidado y continuó con su camino, sin percatarse de que alguien lo observaba desde las sombras, escondido detrás de una de las puertas del pasillo.

El pasillo era largo y estrecho, con puertas de madera oscura que se cerraban con un clic suave, y las paredes estaban adornadas con fotos de antiguos alumnos y trofeos de fútbol, que parecían observar al velador con ojos silenciosos.

El suelo crujía bajo los pies del velador, como si estuviera caminando sobre hojas secas. La linterna proyectaba sombras en las paredes, haciendo que pareciera que los objetos se movían solos, como si estuvieran vivos.

Era una hermosa mañana en Villa Husos, el sol brillaba intensamente en el cielo, proyectando un cálido resplandor sobre las calles y edificios. Los estudiantes ya estaban llegando al instituto, charlando y riendo con sus compañeros mientras caminaban por los pasillos. El sonido de las mochilas cayendo al suelo y el murmullo de las conversaciones llenaba el aire.

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⏰ Última actualización: Oct 13 ⏰

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