Ecos De Supervivencia © JEON JUNGKOOK | 𝗖𝗢𝗠𝗣𝗟𝗘𝗧𝗔

Capítulo 1

JUNGKOOK
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En el año 2034, la tecnología había alcanzado un punto tan avanzado que la línea entre lo humano y lo artificial comenzaba a desdibujarse peligrosamente. Los científicos, cegados por la ambición de crear el mayor avance en la historia de la humanidad, comenzaron a realizar experimentos que ningún ser vivo debería haber soportado. Querían transformar a los humanos en seres cibernéticos, fusionar carne y metal, mente y máquina, en una simbiosis perfecta. Creyeron que aquello sería el mayor logro de nuestra especie, un hito que cambiaría para siempre el curso de la historia.

Pero estaban equivocados. Terriblemente equivocados.

Las pruebas que debían llevarnos a un futuro glorioso se convirtieron en una pesadilla insondable. Aquellos seleccionados para ser los pioneros de esta nueva era pagaron con su cordura y, finalmente, con sus vidas. Sus cuerpos se rebelaban contra la intrusión de lo inhumano, deformándose en abominaciones que ni los más oscuros rincones de la imaginación podían concebir. Otros, simplemente, nunca despertaban de las pesadillas que les infligían. Amanecían fríos y vacíos, como si sus almas hubieran sido arrancadas y arrojadas a un abismo sin fin.

Si alguien me hubiera advertido que el fin del mundo llegaría de manera tan inesperada, quizás habría vivido mis días de forma distinta. Quizás, habría buscado reconciliarme con aquellos que me hirieron, que se burlaron de mí por razones que ahora se sienten tan triviales. Tal vez habría tomado un último tren para despedirme de mis padres, o haber compartido una última risa con mis amigos, un último beso con ella... mi novia, cuyo rostro apenas puedo recordar ahora.

Pero nadie me lo dijo. Y cuando el fin comenzó, ya era demasiado tarde para arrepentimientos, demasiado tarde para adiós. Lo que vino después fue una espiral de locura y muerte, un caos que no hizo distinciones, que no mostró misericordia. Los días se volvieron una sucesión de horas silenciosas y noches eternas, donde el miedo se filtraba en cada respiración, donde la desesperación se volvía compañera inseparable.

Y ahora, mientras el mundo se derrumba a mi alrededor, me pregunto si alguna vez hubo esperanza. O si, desde el principio, todo estaba destinado a terminar de esta manera, en una oscuridad tan absoluta que ni siquiera la luz más brillante podría penetrar.

Después de aquel fatídico día, tres años habían transcurrido en un silencio mortal, tres interminables años en los que ningún ser humano sobrevivió para contar la historia. Las pruebas que prometían un futuro brillante se convirtieron en la condena de la humanidad. El Gobierno coreano, al ver el caos desatado por su propia creación, tomó una decisión que selló el destino de millones. Determinaron que todo ser humano con el chip implantado en su cerebro debía ser exterminado, sin excepciones, pues esos dispositivos, en lugar de elevarnos, corrompieron nuestras mentes, transformando a las personas en sombras de lo que alguna vez fueron.

La inteligencia artificial, que una vez fue alabada como el mayor logro de la civilización, se reveló como nuestra peor pesadilla. Aquello que prometía liberarnos nos esclavizó, volviéndonos dependientes de algo que nunca debió haber existido. El chip, que debía mejorar nuestras capacidades, comenzó a desintegrar nuestra humanidad, forzando comportamientos erráticos y destructivos que el gobierno no pudo controlar.

Fueron pocos los que se negaron a aceptar ese implante, aquellos que, viendo el peligro, optaron por preservar lo que les quedaba de humanidad. Pero su resistencia no fue vista con buenos ojos. Al contrario, fueron exiliados, desterrados como parias por desobedecer las nuevas leyes que gobernaban un mundo en decadencia. Relegados a las sombras, fueron condenados a vagar en un mundo que ya no los quería, que los consideraba una amenaza para el nuevo orden.