ＴＨＥ ＬＯＮＥＬＹ ＧＩＲＬ.|| 𝓓𝓪𝓻𝔂𝓵 𝓓𝓲𝔁𝓸𝓷||

ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 19. 𝚅𝚘𝚕𝚟𝚎𝚛 𝚊 𝚌𝚊𝚜𝚊.

DEBRA MARY ROGERS
02 de Agosto 2003.

Me gustaría decir que fui la primera persona con la que habló, pero, mentiría descaradamente.

En realidad ni siquiera la había notado, hasta el final del segundo grado.

La veía, claro está, pero, me parecía extraña y ajena a lo que yo buscaba.

Lexia Orla Bell.

Palida como la nieve.

Sus finos labios apenas delineando una línea rosada en su cara, siempre amoratados por su compulsión de morderlos.

Me parecía extraña.

A veces la notaba mirando a su alrededor con esos enormes ojos amarillos, haciéndola parecer "perpetuamente sorprendida".

Era bonita, de una forma extraña.

Aunque todos esos rasgos, sumados con su ansiedad social y tartamudez, hacia que en nuestra aula se le comparece constantemente con "El lemur" que aparecía en una fotografía del libro de actividades.

Las burlas constantes, los tirones de cabello, los ligazos en las piernas haciendo que su palida piel se amoratara con galaxias de colores morados y verdes.

"Pobre chica." Pensé, pero no dije nada.

No porque no deseara hacerlo, pero, me preguntaba si yo cambiaría algo al defenderla.

"La huérfana, cuyos padres abandonaron en el portal de su abuela" Yo también era pasta para esas malditas burlas.

Eramos solo dos niñas de ocho años, intentando pasar desapercibidas, y ella no lo había logrado.

Era mi vecina desde que me abandonaron en este maldito pueblo lleno de mierda, y supuestos cristianos con morales retorcidas.

Los odiaba a todos, y estaba segura de que, desde su callado miedo, ella igual.

Entonces llego aquel verano.

Ese día,  no estoy segura que cambio.

Quiza simplemente ya estaba "escrito", y nuestras vidas debían unirse.

Sentada, embarrandome las manos de lodo en el jardín, alcé mi rostro y la vi.

En la cera de enfrente, sentada en los hierbajos que alguna vez fueron su césped.

Con la cabeza baja y su roja melena cubriendole los ojos.

Parecía tan triste.

Entendí, que, era igual a mi, pero de otro modo.

Había escuchado los gritos, los golpes y el estruendo de las botellas quebrandose en el piso.

Todos lo escuchábamos, pero a nadie le importaba lo suficientemente.

No sé que cambio aquel día.

Simplemente, me levanté de mis rodillas y decidí que, a mi si me importaba esta chica, Lexie Orla Bell.

—¡Oye!—Agite la mano, saludandole.

Se alzó de golpe.

Pareció desconcertada, como siempre, pero incluso esos ya enormes ojos se pudieron abrir aún más.

Giro la cabeza a sus costados, comprobando que no me refería a nadie más.

—¡Lexie!—Continue, preguntándome si no era un error que dos chicas como nosotras comenzarán a hablar.