Capitulo Uno

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El príncipe Ohm Thitiwat, heredero del trono del reino de

Alzara,

en Oriente Medio, frunció el ceño cuando Dalil Khoi , consejero de su padre, llamó a la puerta y entró en el despacho con el aspecto solemne de alguien que estaba a punto de darle una noticia de vital importancia.

Ohm conocía los excéntricos dictados de su padre. Tenía treinta años y era el sucesor de su conflictivo padre, por lo que los cortesanos de su círculo íntimo llevaban a cabo el doble juego de asentir humildemente a las órdenes medievales del padre y correr a quejarse a su hijo.

El emir de Alzara, Feroz, de ochenta y cinco años, estaba desfasado. Claro que había ascendido al trono en una época muy distinta e inestable, en que el país agradeció enormemente la aparición de un monarca seguro y fiable. Después se halló petróleo, por lo que las arcas del país se llenaron y, durante décadas, la gente estuvo contenta.

Por desgracia para Feroz, el deseo de un gobierno democrático había crecido en su pueblo, así como el de modificar las normas culturales para adaptarlas a la vida moderna. Él, sin embargo, continuaba oponiéndose a cualquier cambio.

–¡Tienes que casarte! –anunció Dalil de forma tan dramática que Ohm estuvo a punto de reírse, antes de darse cuenta de que el anciano hablaba en serio.

¿Casarse? Ohm se quedó sorprendido. La testarudez de su padre le había permitido seguir soltero hasta ese momento. Tras cuatro matrimonios fallidos, Feroz desconfiaba profundamente de las personas. Su última esposa, la madre de Ohm, una princesa árabe de irreprochable linaje había abandonado a su hijo y a su marido para huir con otro hombre, con el que se había casado y con el que gobernaba otro pequeño país.

–Tienes que casarte con una mala elección –concluyó Dalil–. El emir ha rechazado todas las posibilidades respetables tanto en Alzara como entre las familias de nuestros vecinos y ha elegido a un extranjero.

–Un extranjero –repitió Ohm, asombrado–. ¿Cómo es eso posible?

–Es el nieto de Rod Natouch, el amigo de tu padre, ya fallecido.

De joven, el emir había recibido formación militar en Inglaterra, donde había entablado una amistad inquebrantable con un oficial británico. Habían mantenido correspondencia durante años y se habían visto al menos una vez. Ohm recordaba vagamente a un niño de pelo castaño con pantalones cortos que había aparecido en su habitación llorando. ¿Era él su futuro esposo?

Dalil sacó el móvil, que ocultaba al emir, para quien esos teléfonos eran una abominación. Buscó una foto y se la enseñó a Ohm.

–Al menos, es una auténtica belleza.

Ohm se dio cuenta de que Dalil daba por sentado que aceptaría un matrimonio de conveniencia con un desconocido. Miró al joven alto delgado y risueño de la foto. Parecía frívolo y totalmente inadecuado para la vida que él llevaba.

–¿Qué sabes de él?

–Fluke Natouch es una persona extravagante, que adora irse a fiestas. No es el esposo que desearías, pero, con el tiempo... –Dalil titubeó para no mencionar que la frágil salud del emir no le permitiría seguir vivo mucho tiempo–. Te divorciarás.

–Puede que rechace la propuesta.

–No puedes. Un ataque de furia podría matar a tu padre. Perdona que te hable de forma tan directa, pero no creo que quieras llevar ese peso en la conciencia.

Ohm se percató de la trampa en que se hallaba atrapado. Aplacó la ira con la facilidad que le daba una larga práctica, pues se había criado en un mundo en que la posibilidad de elegir era un bien escaso.

Príncipe por accidenteWhere stories live. Discover now