Epílogo

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Ohm miró a su esposo, que se hallaba sentado al lado de su padre.

Era el cumpleaños del emir.

Cumplía noventa años, y hacía unos meses que había cedido el trono a su hijo. Libre de las tensiones de gobernar, el anciano se había relajado de un modo que a Ohm le costaba creer.

Sus hijos, Amir, de cuatro años, y las gemelas Farah y Milly, jugaban a los pies del emir, entretenidos con los últimos juguetes que este les había regalado.

Ohm pensó que, por primera vez en su vida, su padre disfrutaba de un agradable ambiente familiar, y eso se lo debía a Fluke.

Su padre adoraba a su yerno. Decía que su vida habría sido muy distinta si hubiera tenido la suerte de conocer a una persona como Fluke. Por no mencionar lo orgulloso que estaba de haber casado a su hijo con el nieto de su amigo.

Saber que su padre era feliz, estaba en paz y encantado con sus nietos hacía que él cumpliera sus deberes con mayor facilidad.

El emir no había cambiado de personalidad de un día para otro, pero se había vuelto menos autoritario y estaba más dispuesto a escuchar las opiniones ajenas. Al otro lado de la estancia, las tres hermanas mayores de Ohm bordaban y tejían mientras charlaban con Fluke sonriendo y le palpaban el vientre con afecto.

Debido a su imprudencia, pensó Ohm, su cuarto hijo nacería al cabo de unos meses. Él no había sido imprudente hasta la aparición de Fluke, pero tampoco había sido tan feliz. Cuando Fluke se enteró, en el embarazo anterior, de que serían gemelos, decidieron que tres niños eran suficientes. Pero la increíble fertilidad de él había chocado con el deseo de Ohm de tener sexo en su piscina privada, y ese era el resultado.

Sonrió distraídamente mientras observaba a su hermoso esposo. La relación en la piscina había merecido la pena.

A Fluke le sonó el móvil, por lo que, tras disculparse, salió a la terraza. El emir no se había dado cuenta de que lo llamaban, de lo cual él se alegró. Aunque el anciano ya no era tan gruñón, seguía teniendo lo que su hijo consideraba «prejuicios medievales».

–George quiere tener un hijo –dijo Luke con voz trágica.

–Sabes que era una posibilidad –contestó Fluke a su primo, que llevaba cuatro años casado. Finalmente, George le había propuesto matrimonio y siguió haciéndolo después de que Luke comenzara a salir con otro hombre. George era banquero, un hombre inteligente y más que capacitado para mantener a raya a sus avariciosos suegros, por lo que Fluke pudo tranquilizarse, al saber que no iban a explotar a Luke.

–Quieres a mis hijos, ¿por qué no ibas a querer al tuyo?

Luke suspiró.

–No se trata de eso, Fluke. Cuando tienes un hijo, debes madurar, y yo aún no estoy preparado.

–Pero George sí, así que también debes pensar en él. Oye, es la fiesta de cumpleaños del emir, por lo que no puedo hablar mucho –le advirtió Fluke. E intentó quitarle el miedo de que la paternidad fuera a envejecerlo de la noche a la mañana.

Rupert y Elisabeth Natouch fueron condenados a prisión, después de que el abogado corrupto declarara que él había estado presente en las reuniones con su cliente. Salieron de la cárcel al cabo de año y medio y se fueron a vivir con su hijo. Fluke no había vuelto a ver a su tío desde la reunión que tuvo con él en el hotel, de lo cual se alegraba mucho.

Ohm y Fluke se alojaban en casa de él cuando iban a Inglaterra. Pasaban allí las Navidades. Pauline, la prima de su madre se había trasladado a vivir a la casa y se ocupaba de cuidar la propiedad.

La vida de Fluke había cambiado por completo, pero a mejor, porque era muy feliz con Ohm y sus hijos. Alzó la vista y observó que Ohm lo miraba desde la puerta de la terraza.

–Hola –dijo él mirándolo fijamente con amor y ternura. Su belleza lo seguía conmoviendo cada vez que lo veía.

Ohm lo abrazó.

–Pareces cansado.

–Ha sido agotador intentar explicarle a tu padre quién es Papá Noel, porque verdaderamente no se puede explicar y tu padre no tiene mucha imaginación.

–Le has convencido de que este año venga con nosotros a Inglaterra a pasar las Navidades. Quiere estar preparado para cuando un extraño anciano vestido de rojo intente bajar por la chimenea –dijo Ohm riendo.

Fluke le dio un afectuoso puñetazo en el hombro.

–No se te ocurra darle esa versión a Amir. Está muy emocionado con la Navidad.

–Tranquilo, estamos en verano –dijo él bajando la cabeza para besarlo en los labios. él gimió al tiempo que notaba calor en la pelvis.

Ohm le atrapó la boca y Fluke se retorció contra él, mientras lo hacía retroceder hasta la pared. Al final apartó sus labios de los de él con un gemido.

–No podemos marcharnos hasta que mi padre se retire a descansar.

Fluke rio antes de separarse de él.

–Somos como la leña y el fuego. No me quejo –murmuró, sofocado, mientras le sonreía y lo miraba con aquellos ojos que él adoraba–. Te quiero mucho.

Se vieron interrumpidos por voces y pasos. Amir salió, seguido de las gemelas, de dos años de edad, que le gritaban que les esperara. Era alto y de cabello negro como Ohm y tenía los mismos ojos verdes. Farah y Milly tenían el cabello castaño, los ojos azules y la piel dorada.

Ohm las tomó en brazos y las llevó dentro. Amir dio la mano a su padre y bostezó.

–He intentado hablarle al abuelo de Papá Noel, pero no entiende nada – se quejó.

Ohm miró a Fluke a los ojos sonriendo con afecto y ternura, y él tembló de felicidad.

Tenía todo lo que deseaba en la vida.

F I N

Príncipe por accidenteWhere stories live. Discover now