SUSURRÓS DE ADIÓS

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Siento que mi vida se está desmoronando y no de la manera épica o heroica que siempre imaginé. El dolor es casi insoportable; la herida parece mucho peor de lo que pensaba y estoy desangrándome. El hecho de que Mason pueda estar muerto también solo hace que la situación sea más desesperante. Solo espero que esté inconsciente y no haya muerto realmente.


Desearía que Penny estuviera aquí, escuchar su voz una vez más, ver su rostro y finalmente decirle todo lo que siento por ella. Pero esa esperanza parece tan lejana ahora. La lluvia ha comenzado a golpear la ventana de la cabaña, y con ella llega una sensación de fatalidad inminente. De repente, oigo un rugido profundo desde el bosque. Es uno de esos aulladores, esos infectados que atraen a otros con sus gritos desesperados. Todo parece estar saliendo de control.

De repente, recuerdo que Mason llevaba una pistola. Aunque me duele y me cuesta moverme, me arrastro hacia él con mucho esfuerzo. Finalmente, logro alcanzar su arma, una pistola de alto calibre. Está fría, y me doy cuenta de que Mason puede estar realmente muerto. Me entristece, porque era un buen tipo. Con la mano herida, agarro el arma, la recargo con las balas restantes y me arrastro hasta un rincón de la habitación para tener una mejor posición de tiro. Aunque sé que esto probablemente sea el final, sigo luchando. Quizás es el instinto de supervivencia el que me impulsa a seguir, la esperanza de que aún podría reunirme con Penny.

Oigo pasos y rugidos en los pasadizos de la casa. Los sonidos se vuelven más fuertes y se acercan rápidamente. Me preparo para lo peor. Con lágrimas en los ojos, apunto mi arma hacia la puerta, esperando el ataque inminente. Siento un miedo abrumador, no solo por la muerte que se acerca, sino también por el arrepentimiento de no haber vivido plenamente y no haber pasado más tiempo con Penny.

Las manos de los infectados comienzan a atravesar la puerta. Sus cabezas se asoman con miradas vacías y frías. Mientras tres de ellos rompen la puerta, mi mano tiembla mientras sostengo el arma, pero el movimiento rápido de las criaturas hace que sea casi imposible acertarles. Estoy al borde del abismo, y en un último momento de claridad, los recuerdos de cómo comenzó todo se precipitan en mi mente. Pienso en ese martes que marcó el inicio de esta pesadilla. Mientras me preparo para el final, la vida parece pasar frente a mis ojos, y me envuelve en una mezcla de desesperación y reflexión. El tiempo parece detenerse, y mientras espero lo inevitable, solo me queda pensar en todo lo que no pude hacer, en todo lo que no pude decir.

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EN ESTADO DE DESCOMPOSICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora