PRIMERA PARTE
El viento frío que soplaba a través del crepúsculo eterno era como un susurro gélido que acariciaba la piel de Adriel, recordándole la urgencia de su misión. Cada paso que daba junto a Miguel lo acercaba más a los rincones más oscuros del mundo, donde la penumbra se asentaba como un manto pesado, ocultando secretos que el tiempo había dejado de lado.
Las visiones y los ecos de oscuridad que sentían no eran meros recuerdos, sino llamados, señales de que Luzbel aún existía, atrapado entre la sombra y la luz, luchando por no ser consumido por completo.
El primer lugar al que fueron guiados fue un bosque denso, donde la niebla parecía tener vida propia, moviéndose en corrientes espirales que envolvían a los árboles como serpientes de humo. El aire era espeso, cargado de una humedad fría que se adhería a la piel, y el suelo estaba cubierto de hojas muertas que crujían bajo sus pies como susurros de fantasmas olvidados.
Adriel (pensando): Este lugar... es como si el bosque mismo estuviera en duelo, como si cada árbol guardara en su corteza el lamento de algo que ha sido perdido para siempre.
Los árboles se alzaban como gigantes oscuros, sus ramas se entrelazaban en lo alto, creando un techo natural que bloqueaba la poca luz que quedaba. La oscuridad aquí no era solo la ausencia de luz, sino una presencia palpable, una sombra que parecía tener conciencia, observándolos mientras avanzaban más y más en el corazón del bosque.
Miguel (con voz suave): Puedo sentirlo, Adriel. La oscuridad aquí es fuerte, pero no es natural. Es como si algo la hubiera convocado, algo que está conectado con Luzbel.
A medida que se adentraban más en el bosque, comenzaron a encontrar señales de vida, pero no era la vida vibrante y llena de energía que uno esperaría en un lugar natural.
Los habitantes del bosque eran figuras sombrías, sus rostros pálidos y sus ojos hundidos hablaban de un sufrimiento interior que no podía ser expresado con palabras. Eran como espectros, atrapados entre la vida y la muerte, existiendo en un estado de desesperanza perpetua.
Adriel (observando a una mujer que se arrastra lentamente entre los árboles): Es como si la oscuridad hubiera drenado toda la vida de estas personas, dejándolos solo con sus cuerpos, pero vacíos por dentro.
Miguel, siempre atento a las energías que los rodeaban, sintió la presencia de Luzbel con más fuerza aquí, como si su esencia hubiera tocado este lugar alguna vez, dejando una huella que ahora se manifestaba en los habitantes del bosque. Pero junto con esa presencia, también sentía el peligro, la cercanía del Heraldo, cuya sombra parecía acechar en cada rincón.
Miguel (con voz tensa): Adriel, debemos ser cautelosos. Luzbel ha estado aquí, pero el Heraldo también. Este lugar es un cruce de energías oscuras, y no sabemos qué podría estar esperando en las sombras.
A medida que avanzaban, comenzaron a escuchar historias de los habitantes del bosque, susurradas en tonos apagados, como si temieran que la oscuridad misma los escuchara. Había hablado de un ser oscuro, una figura alta y envuelta en sombras que aparecía en los sueños de los aldeanos, pero siempre fuera de su alcance, como un espectro que acechaba en los límites de su conciencia.
Habitante del bosque (con voz temblorosa) — Lo veo en mis sueños, pero nunca puedo alcanzarlo. Es como una sombra que me observa desde la distancia, como si esperara el momento adecuado para atraparme. Pero siempre desaparece antes de que pueda comprender lo que quiere.
Adriel (pensando) Ese ser... debe ser Luzbel. Aún lucha, aún intenta mantenerse apartado del control total de la oscuridad, pero está atrapado, atrapado en una pesadilla de la que no puede escapar.
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El Heraldo Del Crepúsculo (Tomo II)
FantasiaSAGA LOS CELESTIALES II Después de la devastadora batalla que dejó a Luzbel como el Príncipe de las Tinieblas y a Leonel atrapado en su control, el mundo ha caído en una aparente calma. Sin embargo, Adriel y Miguel, aún recuperándose de la pérdida...