05: Asfixia

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Las risas estallaban en la gran sala de la casa de la familia Min. El pelinegro no dejaba de retorcerse en el sofá y reírse de haberle ganado una vez más en el videojuego de carreras que habían iniciado hace más de dos horas. Yoongi estuvo refunfuñando y maldiciéndolo entre dientes con obvia molestia hasta que su mamá salió de la cocina para acercarse a ellos con una sonrisa cálida.

— ¿Te quedas para la cena, Hyuk? — preguntó Ryujin mientras le acariciaba el cabello a su hijo con ternura, de pie tras el sofá hasta que este apartó su mano en un gesto que le afectó más de lo que demostró.

— Mamá ya te he dicho que no hagas eso, ya no tengo cinco años — dijo con el ceño fruncido, harto de que sus padres todavía lo tratasen como un niño. Yoongi había estado jugando con su mejor amigo toda la tarde en la consola y este por fin se iba a su hogar a hacer las tareas que ambos debieron comenzar en cuanto llegaron del colegio en lugar de perder el tiempo — Hyunsik ya llamó al señor Woo para que viniera por él.

— Entiendo — fue lo que dijo su madre con una sonrisa más pequeña — de todas formas, te empacaré algunas galletas que hice ahorita, también para que les lleves a tus papás... Y Yoonie, por favor recoge esto antes de que llegue tu padre.

— Ajá — su tono es frío e indiferente, también profundamente hiriente para pertenecer a un niño de quince años. Ella se acercó para darle un beso en la frente, intentando una vez más, pero él se apartó.

Entonces se resignó a palmearle el hombro con suavidad a Hyunsik antes de irse a su habitación, probablemente yendo a cambiarse para cumplir su segundo turno en el hospital como usualmente hacía.

El chico miró hacia todos lados menos a Yoongi, se sentía incómodo por lo que acababa de presenciar. No era la primera vez que sucedía, pero no se terminaba de acostumbrar a ello.

En alguna ocasión intentó preguntar sobre eso, pero hablar con él era increíblemente difícil cuando se trataba de un tema personal, parecía atrincherarse en sí mismo y mostrarse agresivo como mecanismo de defensa. Eran mejores amigos, pero mentiría si dijese que conocía a profundidad cómo era realmente la vida de Yoongi.

— Quita esa cara, te ves ridículo — el ceño fruncido del pelinegro indicaba claramente que no debía comentar absolutamente nada más sobre el tema, así que Hyunsik puso una sonrisa incómoda en su rostro y volvió a sentarse en el sofá, esperando por su papá mientras se distraía viendo algo en su celular.

Los siguientes quince minutos fueron en extremo incómodos para ambos, que apenas se dirigieron la mirada mientras seguían sentados juntos en el sofá, Yoongi no se había molestado en recoger nada y la señora Min no había vuelto aparecer sino para darle el tupper con galletas que le había prometido.

Todo hasta que el señor Woo finalmente llegó por su hijo, Hyunsik se consideraba salvado por la campana aunque normalmente no le emocionara volver a casa.

Yoongi se giró cuando escuchó pasos en las escaleras, su mamá venía con el uniforme azul claro del hospital y el cabello recogido en una coleta que dejaba ver más su rostro pálido y de facciones delicadas.

— Cariño debo irme... Pensé que tu papá llegaría pero-- — dijo ella mientras revisaba su reloj y se acercaba, pero él la interrumpi.

— Mamá no te molestes — con un sinsabor en la boca volvió su vista al televisor en el que ahora se reproducía una caricatura.

No alcanzó a notar la expresión triste de Ryujin, la lágrima sutil, silenciosa que resbaló por su tersa mejilla.

Si lo hubiera notado, quizá entendería que todo el rencor que su pequeño corazón sentía no era merecido. Por el contrario, muy injusto.

Pero cada quién ve sus propias heridas.

— Bien... Dejé tu cena en el horno, ya lo configuré así que sólo tienes que encenderlo, ¿Sí? — hablaba sin mirarlo mientras recogía sus cosas en su morral y antes de ponerse el abrigo.

— Está bien.

— También dejé tus inhaladores en tu mesita de noche, si tienes alguna crisis por favor llámame a la clínica, intentaré responder lo más rápido que pueda — dijo ella agarrando por último las llaves de la casa.

>> Te amo cariño, no nos esperes despierto.

Hubo unos segundos de silencio antes de que escuchara la puerta de la casa cerrarse, dejó ir un suspiro y se encaminó a la cocina con pasos perezosos.

Cuando estuvo sentado frente al comedor de cristal de seis puestos totalmente desolado excepto por él sintió que se le nublaban los ojos, pero se mordió el labio con fuerza, obligándose a retener las lágrimas que luchaban por salir.

Ya tenía dieciséis años de entrenamiento, este tipo de tonterías ya no le afectaban. Se había sentado solo a comer en esa enorme casa más veces de las que puede contar con sus dedos, así como también se ha consolado solo de cada pesadilla.

Una noche más o una menos...

No importaba.

Cenó la ensalada con pollo que su mamá le había dejado con la caricatura de fondo en la sala para sentirse menos solo. Sus padres aún le negaban acceso a un celular porque según no querían que tuviese redes sociales y le repetían constantemente que cuando fuera lo suficientemente responsable se lo regalarían.

[...]

Después de lavar su plato volvió a sentarse en el sofá, no pudo evitar mirar la hora en el reloj de la pared detrás de la pantalla de 86 pulgadas. 10:35 de la noche, su papá aún no había llegado.

¿Llegaría esa noche siquiera?

Quizá, su papá dirigía un bufete de abogados y a veces según tiene entendido los casos son tantos que deben quedarse hasta muy tarde eligiendo cuáles tomar o intentando preparar alguna defensa para el juicio.

Lo hacemos para que tengas una mejor calidad de vida, lo entiendes, ¿No? — en ese momento había asentido intentando demostrar que no le afectaba.

Excepto que aún lo hacía, su corazón tenía un vacío cada vez más grande que no entendía cómo debía llenar.

Vio televisión hasta que los párpados comenzaron a pesarle y se fue a su habitación en el segundo piso dejando las luces encendidas porque a pesar de tener dieciséis, aún le daba miedo estar solo en esa casa tan grande.

A las doce y quince de esa madrugada se encontró abrazando una de sus almohadas mientras miraba por la ventana de su habitación, intentando dormir pero sintiendo que le costaba respirar.

Asma. Le había dicho su mamá desde que cumplió los seis y podía comprender un poco mejor de qué se trataba. Sin embargo, él sabía distinguir muy bien sus crisis de esta sensación de agobio que sentía cada noche antes de irse a la cama.

Era vacío como un pozo profundo pero también era desesperante como estarse ahogando en el mar.

No concilió el sueño hasta casi las dos de la mañana a pesar de haber estado muy cansado, tampoco hizo los deberes que tenía para el día siguiente, pero esa era la menor de sus preocupaciones.







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Patito feo | JimSuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora