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2006.

New York.

Abrió los ojos, le tomó un momento reconocer dónde se hallaba. No, no era su cama, no tenía una cama tan grande. La luz matizada entraba por varios puntos. Entonces sintió a la persona que se hallaba a su lado, durmiendo. Reconoció los cabellos oscuros y la espalda, reconoció aquel tatuaje. Su primera reacción fue fijarse si llevaba puesto algo debajo de las sábanas. Se sintió medianamente tranquila al ver que vestía su ropa interior y una camiseta... solo que era una camiseta de hombre... Volteó rápidamente a verificar si el muchacho con el que compartía aquella cama se hallaba vestido por debajo de la cintura, porque camiseta no llevaba. Y sí, felizmente sí, él llevaba puesto un jogging. Uuuuf! pensó. Ahora el asunto era lograr liberarse de aquel brazo masculino y salir de aquella cama sin despertarlo. Debía alcanzar su teléfono celular que no dejaba de vibrar dentro de su cartera. Con una mano un tanto temerosa, tomó la muñeca derecha de aquel hombre y la alzó unos cuantos centímetros y esperó un momento. Duerme, aún duerme! Lentamente levantó aún más aquel brazo, sosteniéndolo por la muñeca. Logró liberarse y deslizándose hasta el extremo de la cama, apoyó despacio el brazo masculino sobre la almohada, que aparentemente ella había dejado caer a un lado de la cama. Se quedó unos segundos de pie mirándolo dormir. Era una bella imagen, no podía negarlo. Luego, no pudo evitar recorrer aquel espacio con la mirada, intentando entender cómo, de qué forma y en qué estado habían llegado hasta ahí, y sobre todo, si algo más que dormir había pasado en aquella cama. No encontró nada que pudiese confirmar sus dudas, pero tampoco que pudiese disiparlas.

Contrariada salió de ahí en busca de su cartera. La encontró sobre la mesa de billar. Sacó su teléfono y vio que efectivamente alguien había intentado llamarla hacía unos minutos. Confirmó de quién se trataba y viendo que también había recibido un mensaje de texto de la misma persona, lo abrió.

« Candice, donde estas? Ayer desapareciste de tu fiesta y nos quedamos preocupados. Llamé esta mañana al portero del Penthouse, en vista que no contestabas tus llamadas, y me dijo que no te había visto llegar desde ayer en la noche. Por favor, solo dime que te encuentras bien. Patty »

Candy suspiró, ayer, su tan esperada fiesta no terminó como ella lo hubiera deseado.

« Hola Patty, no te preocupes, estoy bien. Terry me acompañó el resto de la noche. Te llamo más tarde. Besos, Candice. »

Candy suspiró nuevamente. Se dirigió a la refrigeradora y buscó un poco de agua fresca, o alguna soda, algo que tomar. No encontró más que vodka, cervezas y Gatorade. Frustrada, buscó un vaso en alguno de los gabinetes de la cocina y algunas aspirinas, se había despertado con dolor de cabeza. Cuando finalmente encontró lo que buscaba, se sirvió agua directamente del grifo y tomo las aspirinas. Tenía mucha sed pero no le gustaba el sabor del agua corriente.

Recorrió todo aquel loft con la mirada. Hacía tiempo que no venía, por lo menos varios meses, habían algunos pequeños cambios. Una nueva alfombra, las lámparas eran distintas, los cuadros habían cambiado, pero lo más significativo de ese espacio seguía ahí, el piano 3/4, la mesa de billar, la misma mesa de centro de estilo art-nouveau con aquel cráneo que robaron del laboratorio de biología de la facultad de ciencias, que era con el que él practicaba sus monólogos de Hamlet, su colección de cascos de moto, sus skate-boards colgados en uno de los muros exhibiéndose, su tabla de surf, la colección de las obras completas de Shakespeare, encuadernadas en cuero que heredara de su abuelo y que destacaban en su librero, aquella extraña armadura con el escudo de los Grandchester, que según él había pertenecido a uno de sus antepasados, y los afiches con las obras de teatro que Terry había protagonizado, incluida aquella bendita pieza que co-protagonizó con Susana Marlow.

Y si fueras tu ?Where stories live. Discover now