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El ataque elevó un zumbido ensordecedor, miles y miles de avispas monstruosas sacudieron las copas de los árboles antes de abalanzarse sobre lo primero que vieron.

Morticia, empapada y con los pétalos de su cabeza caídos, aún trataba de cubrir a Sera, quien lucía asustada por el caos y el ruido.

Apenas y tuvieron tiempo para concentrarse, hasta que se escucho la poderosa voz autoritaria de Zulu.

-¡¡A los muros!!, ¡¡A los muros!!, malditos verdecitos, para que los a traído su ama-.
Mascullo eso último, pero luego se disculpo.
-¡¡Perdonenme mis emperatrices, tiendo a balbucear picardias en este tipo se situaciones!!-.

El golem levamto un brazo, aferrándose a la unidad colosal que le daba semejante altura y vista táctica.

-!Arqueros, quiero una ráfaga ya!-.
Los monstruos voladores ya estaban a cien metros, bramaban y zumbaman mientras acortaban distancia y permitían ver sus horribles formas.

Enjambres Iracundos ★2

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Enjambres Iracundos ★2

A los setenta metros, una lluvia de flechas certeras cayó sobre las primeras líneas zumbantes.

Aguantaron más de una flecha, pero cientos de cuerpos cayeron antes de lo inevitable.

Un azote de estas criaturas se estrello directamente contra los grandes golems viajeros, estos se hicieron hacia atrás por la fuerza del impacto, y varios cayeron con potencia sobre los muros.

Muchos de los arqueros volantes fueron aplastados, y otros pocos más cayeron de los muros.

Pero tan pronto como llego este choque, los arqueros sobrevivientes volvieron a disparar, su ofensiva no fue tan efectiva, pero en cuanto los enormes golems se recompusieron del choque inicial, comenzaron a lanzar manotasos al aire aplastando y destrozando a los Enjambres iracundos.

Zulu mismo salto y se aferró a dos de los monstruos, maniobrando en el aire mientras lanzaba patadas furtivas contra todos los insectos que quisieran derribarlo, termino cayendo de bruces al suelo, cuando las patas de las avispas se despegaron.

Aun así, siguió bramando órdenes mientras lanzaba todo tipo de proyectiles, piedras grandes del suelo y hasta pedazos de los demás golems colosales, que ya comenzaban a agrietarse por los furiosos piquetes de acero de esas bestias.

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