Capítulo I

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-Ya sabes que una vez comprado el ticket de avión no hay más nada que hacer, sólo ahorrar y esperar.

-Quizá por eso no lo había comprado aún. Me asusta la responsabilidad del compromiso.

-Entonces no te cases, mijita.- Adrián rió con su comentario, no sin antes entregarme un ticket de avión con destino a Buenos Aires, pero para dentro de 5 meses.- Creo que 5 meses son más que suficientes para que salgas de tus deudas e investigues un poco más la cultura de tu destino, te deseo suerte, Patricia.

-Gracias, Adrián. Por el préstamo y por el incentivo de probar tierra ajena. Prometo que te pagaré en cuánto pueda.

-Si quieres págame antes de que me muera, pero págame. Y si la cosa se pone dura, tomas un avión directo a Guadalajara, allí siempre tendrás agua caliente y una cama para descansar.

-Gracias. De verdad espero no tener que utilizar ese recurso.- Adrián sonrió y me dio un beso en la cabeza, me dio una palmada en el hombro y salió del establecimiento.

Salí de la agencia de viajes y me dirigí al supermercado en busca de vino y algo para amortiguar el hambre, sabía que con esta angustia del viaje no me iba a provocar cocinar.
Llamé a Carlos para contarle lo que había sucedido, pero no contestó. Así que tomé un taxi hasta su casa.
Toqué el timbre dos veces hasta que abrió la puerta.

-No te esperaba, ¿estás bien?

-Sí, ¿te molesto?.

-Celia está aquí, vino a traer a los niños y sinceramente estamos teniendo una discusión acalorada. Creo que sería incómodo para ti.

-Entiendo, no sabía que la dejabas entrar a tu casa.- Suspire.

-No lo malinterpretes.

-No no, sólo me sorprendió. Te llamo luego, o cuando puedas.- fingí una sonrisa.

-Discúlpame. De verdad.- Asentí y me fui caminando por la calle. La bolsa con el vino ya estaba molestando y entendí que no iba a ser buena idea llegar a casa caminando.
Estuve parada esperando un taxi por unos 20 minutos hasta que uno apareció y pude tomar camino a mi destino.

Coloqué las llaves en la mesa y saludé a Dotty que estaba en la encimera de la cocina. Me dedicó un maullido, uno que ya conocía; comida. Comprendí que los gatos no tienen muchas angustias en las que pensar, su itinerario se basa en comer y dormir, qué vida. Y yo preocupándome por cómo haré para llevarme a Dotty a Argentina.

Mi celular sonó; era Carlos. Dudé unos 10 segundos, ya casi se cortaba la llamada, pero atendí.
-Aló.

-Aún sigues molesta, te digo que me perdones, de verdad no fue mi intención que la escena se viera tan mal. Todo fue un imprevisto.

-No lo estoy, entiendo lo que pasa.

-Bien, tengo una invitación para ti, pero debe ser ya.

-¿qué es?

-Tengo un amigo que hospeda a Gustavo Cerati en su casa, me dijo que quería conocer por acá y que sería cool que estuviéramos. Pero el man quiere que vayamos ya.- Me sorprendí de buena manera. A Cerati lo había visto una vez, él tenía buena relación con Carlos, fue su reemplazo para un show en una de las guitarras de apoyo, y no hubo quejas de su trabajo. Desde entonces cada que venía a L.A. lo incluía en sus planes, y Carlos ahora me incluía a mí.

-Ya me alisto, ¿vienes por mí?.- Sí me emocionaba, pero no podía olvidar la situación con su ex mujer así que traté de sonar serena.

-Sí, llego en 10.

-Listo, te veo.- Colgué la llamada y me metí a duchar.

Escuché la puerta de la casa abrirse, sabía que era él, no sé por qué insistí en darle una copia de mis llaves aunque haya sido un "por si acaso". Él la usaba cada que quería para darme sorpresas o cuando estaba molesta. Pero últimamente no estábamos en buenos términos, yo básicamente era una aventura para él. Él podía ir a mi apartamento cada que quería pero no me dejaba entrar a su casa si estaba su ex esposa. Me registraba en su celular con nombres distintos sin razón alguna, y cuando bebía de más me culpaba de la ruptura de su matrimonio.

Sweet SahumerioWhere stories live. Discover now