Al terminar la preparatoria, enfrenté varios retos para elegir qué estudiar. Investigaba sobre diferentes escuelas y opciones, pero la falta de experiencia laboral no me ayudaba. Como ya había trabajado en atención al cliente y en varios puestos de comida, como venta de dulces y hamburguesas, me di cuenta de que me atraía mucho el mundo de la gastronomía. Ver cómo se preparaban los alimentos y el arte de cocinar me parecían fascinantes. Mi madre, con su habilidad en la cocina, también me inspiraba.
Durante la pandemia, comencé a hacer postres con mi hermana y decidí investigar sobre escuelas de gastronomía. La Universidad Tecnológica me pareció una buena opción: era pública, tenía buenas instalaciones, y el sistema bilingüe estaba bien implementado. Con la recomendación de mi hermana y la investigación que realicé, decidí inscribirme.
Sin embargo, al comenzar la universidad, me sentí agobiado por combinar mis estudios con el trabajo y otros trámites, como obtener mi INE. Al principio, me fue difícil adaptarme y manejar todo al mismo tiempo. A pesar de los desafíos, seguí adelante con el objetivo de seguir mi pasión por la gastronomía.