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VALERIA FORT | MADRID

El sol de la tarde entraba en mi apartamento, iluminando las paredes con una luz cálida. A pesar de que el día era agradable, yo me sentía atrapada en una especie de nube gris que no podía despejar. Marta estaba en la cocina, preparándonos un té mientras yo me arrastraba de un lado a otro, incapaz de calmar mi mente.

Finalmente, me dejé caer en el sofá, la cabeza llena de pensamientos confusos y angustiosos. Marta entró con las tazas humeantes y se sentó a mi lado, mirándome con esa mezcla de preocupación y paciencia que siempre me ofrecía.

—¿Qué pasa, Valeria? —preguntó, entregándome una taza. Su tono era suave, como si temiera que cualquier palabra pudiera romperme aún más.

—No sé, Marta —respondí, tomando un sorbo del té sin realmente sentir su sabor—. Es que... no puedo dejar de pensar en Nil.

—¿Nil? —repitió, inclinando la cabeza—. ¿El chico de la fiesta?

—Sí, él. —Suspiré—. Anoche me hizo sentir bien, y eso no debería estar pasando. No debería estar pensando en él.

Marta me miró con atención, como si supiera que había algo más profundo en mi preocupación. Empezaba a entender que lo que sentía no era solo confusión por la resaca. Había algo más oscuro y profundo que me atormentaba.

—Lo sé, Valeria. —Marta cogió mi mano con suavidad—. Pero sé que esto no es solo sobre él. ¿Verdad?

Me detuve un momento, el dolor en mi pecho volviéndose más agudo a medida que los recuerdos comenzaban a aflorar. No quería enfrentar lo que había pasado, pero la realidad era que esos recuerdos aún me atormentaban.

FLASHBACK

Me encontraba en el sofá de nuestro viejo apartamento, mirando fijamente a las manchas de humedad en la pared mientras él gritaba. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, creando un contraste cruel con la oscuridad que sentía dentro.

—¡Eres una inútil! —dijo él, la rabia en su voz tan palpable que podía casi tocarse. Sus palabras eran cuchillos afilados, cortando mi autoestima a pedazos—. ¿Cómo esperas que te respete si no puedes hacer nada bien?

Intenté hablar, explicar que estaba intentando mejorar, pero él no me dejaba terminar. Cada intento de defenderme solo alimentaba su furia.

—Eres patética —continuó—. Nadie más te querrá. Eres un lastre.

Recuerdo cómo me sentía pequeña e impotente, como si cada palabra hiriente estuviera diseñada para aplastarme y hacerme sentir insignificante. Sentía que no tenía salida, que debía soportar todo para mantener una apariencia de normalidad.

FIN DEL FLASHBACK

—Eso fue hace tiempo, pero el daño está hecho —le dije a Marta, tratando de controlar el temblor en mi voz—. Y ahora, cada vez que me acerco a alguien, no puedo evitar pensar que todo se repetirá.

Marta me miró con compasión y comprensión. Ella había sido testigo de mi dolor, había visto la lucha interna y la depresión que me consumía después de esa relación. Sabía lo difícil que era para mí abrirme a nuevas personas.

—Valeria, sé que estás asustada —dijo ella, apretando mi mano—. No tienes que apresurarte a confiar en nadie. Date tiempo para sanar y para estar bien contigo misma primero. No tienes que lanzarte a una relación solo porque alguien te hizo sentir bien una noche.

—Lo sé, pero es difícil. —Suspiré—. A veces siento que estoy condenada a repetir los mismos errores, a caer en las mismas trampas.

—No estás condenada —afirmó Marta con firmeza—. Solo tienes que ser cautelosa. No dejes que el miedo te paralice, pero tampoco te obligues a entrar en algo que no estás lista para manejar. Confía en tus instintos y en tu tiempo.

bittersweet love- nil Ojeda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora