XIV.

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Nada fue igual desde aquella tarde. Lo único que permaneció de la misma forma fue el malestar de Jungkook; se sintió aún más miserable noche tras noche mientras revisaba las graciosas conversaciones que solía tener con su “amigo”. Ya no hablaban y cuando tenían que verse no lo hacían porque Jungkook había faltado a todos los ensayos con el coro.

Ambos sentían el mismo malestar, noche tras noche sus ojeras se oscurecian mientras recordaban lo último que sucedió entre ellos. Una amargura se apoderaba de sus paladares y un retortijón de sus estómagos, todo había estado tan mal. Pero no podían hacer nada al respecto, el pasado ya estaba hecho y había dañado el presente.

Un presente que Jimin detestaba porque no podía hablar con Jungkook, no podía escuchar sobre sus charlas graciosas acerca de videojuegos o sobre las armonizaciones que hacían. Era un infierno.

Jimin trataba de hacer todo para pedirle perdón, trataba de arreglar lo que había roto; pero Jungkook se sentía muy herido por lo que evitaba cada lugar en donde podrían encontrarse. Su corazón no podría reponerse de una vez más ser pateado lejos de la promesa que le habían hecho desde niño.

Y aunque huyera de todos los sitios donde pudieran verse, su común denominador era la iglesia, como Dios lo odiaba haría que justo este día su padre le obligará a levantarse temprano y alistarse para la misa. Jungkook hizo todo de mala gana y con cierta ansiedad, su corazón parecía que se detendría por la posibilidad de encontrarse con el ángel que lo echó del paraíso, una vez más.

La misa iba bien, el sermón era interesante y hasta ahora no se había topado con los ojos risueños del ángel que le observaba desde el sitio del coro. Su mañana podría ser grata, pero no lo sería, no para los planes del destino.

Sus redondos ojos se encontraron con los risueños de Jimin, sintió una opresión en su pecho y algunas mariposas en su estómago. Quiso vomitar.

Cuando la misa terminó salió corriendo de la iglesia, había hecho planes con sus amigos y saldría a darse encuentro con ellos, no podía pasar más tiempo en ese templo en donde se sentía de bolsillo. Pero el alado le había seguido, Jimin haría todo para pedir perdón por sus duras palabras.

“¡Jungkook!” Aún conservaba la bata que usaban para el coro, había salido como estaba para darle encuentro.

Tuvo que detenerse, su cuerpo lo había hecho antes de escuchar a la razón.

“Por favor, espera.” Lo hizo.

Haría todo lo que Jimin le pidiera, tristemente.

“¿Qué quieres?”

“Por favor perdóname.” Le dijo estando frente a él y tomándole las manos.

Le sorprendió demasiado. Había oído lo que Jimin le había dicho esa tarde tantas veces, pero nadie se había disculpado con él, jamás. Era la primera vez que alguien consideraba el daño que había causado en su alma.

“Estuvo mal lo que te dije en esa tarde, perdóname por favor.” Pero, aunque Jimin sostuviera de forma tan cálida sus manos, la amargura en su paladar aún permanecía.

Porque nunca había pensado en ser herido por Jimin.

“No sabía lo que decía, estaba nervioso por tantas preguntas. No creo que este mal que seas… diferente.” Claro, no lo creía, pero la enseñanza y todo lo aprendido pesaban mucho en su cabeza devota. “Por favor, perdóname.”

Con esos ojos suplicantes, ¿cómo no podría hacerlo? Aunque su corazón conserve la amargura de aquella tarde, Jungkook podría perdonar palabras más hirientes a esos ojos brillantes y risueños.

“Bien.” Asintió. “Te perdono.”

Jimin sintió un peso liberarse de sus hombros, se sintió tan feliz que saltó a abrazar a Jungkook, pero rápidamente se alejó con una sonrisa.

“Gracias. Perdón también por haber desaparecido, estaba… ocupado.” Se excuso.

“Claro.” Asintió. “Ten un buen día, me esperan.”

“Tu también tenlo.” Sonrío dulcemente, feliz. “Nos vemos en el ensayo, ¿vendrás, no?”

“Claro. Adiós.” Le dio la espalda y cruzó la calle.

Jimin le siguió con la mirada hasta que se reunió con sus amigos, todos se saludaron entre risas y se habría ido pero un saludo llamó su atención, uno de ellos le tomó del brazo y recostó su cabeza sobre el hombro de Jungkook, con demasiada confianza. Algo dentro de él se retorció, sintió que alguien prendía fuego a sus entrañas mientras observaba que aquel sujeto le hablaba muy de cerca a Jungkook.

Sintió celos.

Se sintió miserable al darse cuenta de aquello, rápidamente se dio la vuelta y volvió a la iglesia para quitarse la bata del coro para correr a su hogar.

No podía creer que una vez más su cuerpo reaccionaba de forma tan pecaminosa a lo que pasaba con su amigo, no podía creer que una vez más estuviese pidiendo perdón por las imprudencias de su propio cuerpo. Al llegar a su hogar abrió su biblia para leer versículo tras versículo y así sentirse limpio una vez más.

Lástima que al llegar la noche su cuerpo vuelva a ensuciarlo en el pecado. Porque entre sueños recordó la vez que Jungkook le tomó del rostro para encararlo y sus sueños jugaron con esa memoria para hacerla ver como si Jungkook lo hubiese besado, para la perdición de Jimin aquel beso de sueños se sintió bien, tan bien que se levantó con sudor frío en la espalda y una erección sobre sus pantalones.

Repitió la rutina que conocía, corrió a su baño para tomar una ducha de agua fría y calmar todos sus pensamientos. Al salir de su baño se sintió miserablemente perdido, cayó de rodillas a su cama llorando con frustración, junto sus manos para rezar con lágrimas cayendo por sus mejillas.

“Perdóname, Señor, perdóname por favor.” Sollozo. “Perdona mis pecados y la forma en la que mi cuerpo reacciona a Jungkook. No sé qué está mal conmigo, por favor guíame en esta penuria, quítame este pecado, por favor. Dios mío, saname de lo que sea que me haya dado, por favor.” Pidió entre lágrimas tras experimentar el gusto que había comenzado a sentir por Jungkook.

Se sintió perdido por gustar inconscientemente de él.

Por otro lado, su perdición se compartía. Porque Jungkook se sentía atrapado en una miseria enorme por sentir algo más que lujuria por Jimin, había tratado de olvidar por un segundo a aquel ángel que había arribado a su vida sin permiso, cual huracán.

Quiso confundir a su cabeza con el cuerpo de otro, quiso confundir a sus deseos con la caricia de otro, pero nada funcionó. Porque en el momento en el que beso a Jeonghan su cabeza imagino a Jimin, su cabeza le jugó la mala pasada de ver a Jimin sonreírle por el beso compartido.

No podía más.

“Me tengo que ir.” Dijo levantando a Jeonghan de su regazo, no escuchó sus quejas y los insultos que le dijo por dejarlo a medias.

Se colocó su chalina para protegerse de la fría noche a las diez, camino entre los faros de luz y pensó tantas veces en lo que pasó con Jimin que quiso llorar. Pero no lo hizo, solamente suspiro cansado.

Te irás al infierno.” Las palabras de Jimin volvieron a su cabeza. Golpearon igual de fuerte que cuando se las dijo.

“Entonces te llevaré conmigo al infierno.” Dijo pateando una piedra en el camino.

Si Jimin no podía salvarlo de la eterna condena, entonces sería él quien lo condene a la misma ola de perdición.

Padre consuelame en tus brazos ; km auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora