No importaba la situación en la que se encontraban, ellos confiaban plenamente en sus amigos, en el equipo que conformaban, en la familia que se habían convertido.
Nekro no se molestó en ponerle atención a las serpientes que los acorralaban porque estaba seguro de que Glem y Kaylin le cubrían la espalda. Brianca, incapaz de arrebatar alguna vida, no se preocupaba por eso, porque estaba segura de que Nekro lo haría por ella. Eris, por otro lado, sabía cuál era su deber en este enfrentamiento. Después de Nekro, era ella quien tenía mejor control de la magia, así que era ella quien mantenía protegidos a sus amigos para que ellos pudieran pelear con total libertad.
Kalim usaba sus armas de manera impecable, aunque su mente no dejaba de pensar en los niños a los que había convertido en guerreros, y quisiera o no, eso lo estaba molestando mucho.
Era su deber proteger a los niños, y el miedo de que uno pudiera morir en esa batalla no lo dejaba concentrarse.
—Kan, cuando quieras. —gritó Kaylin mientras sus alas movieron un gran ventarrón que desequilibró a varios de los oponentes de Nekro.
Kan se mantenía escondido bajo un hechizo de invisibilidad, algunos guerreros seguían custodiando el portal, así que no era momento de entrar, mientras tanto buscaba con la mirada algo que se pareciera al arma de su mejor amigo.
Nekro era bueno con los hechizos como todo Tamalad debía ser, sin embargo, al momento de pelear cuerpo a cuerpo, él se desenvolvía mejor con su arma en la mano.
El bastón que Arak le había dado para que mejorara su equilibrio y canalizara bien su magia se había convertido en el arma de Kan, un poco particular, pero se adaptaba a su estilo de lucha y eso era lo que importaba.
Cuando divisó a lo lejos una especie de pala de hierro no dudó en correr hacia ella y tomarla. Era algo pesada, pero estaba seguro de que funcionaría. Fue hacia donde su amigo sin que nadie se diera cuenta y, con la ayuda de la parte inferior de la pala, golpeó a una serpiente que estaba por atacar a su amigo en la cabeza. Él no era fuerte, pero era bastante rápido, así que eso funcionó para que el golpe dejara a la serpiente inconsciente.
—¿Kan? —Nekro preguntó al no ver a nadie a su alrededor. Este deshizo el hechizo y le entregó la pala.
—No es tu bastón, pero te ayudará.
Nekro lo aceptó de inmediato y, usando un hechizo desintegrador, eliminó el mango y la pala misma, dejando nada más el bastón de hierro que necesitaba.
Lo movió con una habilidad que había estado perfeccionando casi dos años, como si de una danza se tratara, respiró tal y como Arak se lo había enseñado y pensó en el bastón como una extensión más de su cuerpo. Cuando estuvo listo pronunció su más reciente descubrimiento: un hechizo de ataque que su hermano Krono le había enseñado a escondidas de su padre.
—Ferum vima— el bastón se llenó de magia arcana, entonces Nekro empezó a golpear a sus oponentes con él. Un solo toque era suficiente para que el hechizo hiciera efecto.
Brianca había dormido a muchos con el humo de su familia, y eso le facilitaba el trabajo de arrebatarles la vida. No era una tarea que le gustase, pero entre su grupo de amigos él era el único capaz de realizarla.
A pesar de que Brianca podía dormir a cientos, Glem podía quemar y envenenar a la misma cantidad desde los aires, Kalim era capaz de pelear igual de bien que Arak y que Nekro había arrebatado tantas vidas como podía, el número de infectados parecía no disminuir.
Y claro, eran millones ahí dentro, no tenían un número exacto, ni siquiera un estimado.
—En serio, Kan, date prisa. —Esta vez fue Eris quien se lo pidió.
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El Regreso A Òsirys
FantasyCuatro adolescentes aparentemente normales son llevados a Òsiyrs, donde se les da la noticia de que son los hijos de los cuatro Dioses menores, descubriendo así nuevas razas, nuevos mundos y sobre todo el poder que yace dentro de ellos. Estos cuatr...