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Mordo tomaba con delicadeza la mano de Catherine, de su ahora no tan pequeña hija Catherine. Sentía una enorme culpa al verla ahí.

Sentía culpa acerca de todo.

Su mano derecha, su amigo de hace muchos años estaba ahí, en frente de la otra camilla de la habitación, dónde Arak  se encontraba.

—Nuestros hijos van a pasarla muy mal. —Empezó a decir Anoiran. —La oscuridad se acerca, y no podemos hacer nada contra eso.

Mordo se mantuvo en silencio.

»Ya dilo. No te quedes ahí con esa cara. ¿Qué te pasa?.

—Fallé.

Anoiran supo a qué se refería con aquello. Esto venía siendo una carga emocional para Mordo desde hacía meses.

—Sabes que no es así...

—Es así. —lo interrumpió —. Prometí cosas que no cumplí. Pudieron haber muerto hoy. La joven del clan Halford estubo a punto de morir hoy. Tu hijo fue a la tierra a cumplir una misión que no le correspondía. Los puse en peligro a todos, y todo porque no puedo ser más fuerte.

—Este asunto se escapa de tus manos Mordo. Tú mantienes a flote a este planeta. Te estás consumiendo a tí mismo para mantener a Òsirys con vida. —Anoiran era verdaderamente paciente cuando se trataba de su amigo más longevo, pero ese desánimo que había estado carcomiendo a Mordo desde la guerra de los mil soles, realmente lo desesperaba—. Pon un pie fuera de aquí y verás como todo se consume. ¡Mira la maldita situación y deja de lamentarte!. Mi hijo es un guerrero, Arak sabe de los peligros que se tienen que enfrentar, Cora es una guerrera, siempre supo que existía la posibilidad de que no llegaras. Ellos están aquí y están a salvo, quédate con eso y sigamos con nuestro trabajo.

Mordo no mencionó nada más sobre aquel tema.

—Vuelve a Otélin, tu esposa ha de necesitarte.

Anoiran sabía que jamás podría ignorar una orden de Mordo, pues no solo era su amigo más preciado, era también el Líder de Òsirys.

—Te informaré de inmediato la situación. Aunque antes de llegar aquí ya era bastante favorable —anunció antes de irse con rapidez.

Mordo se tomó la libertad de quedarse ahí por casi una hora. Hasta que el médico entró nuevamente para fortalecer su fuerza vital con magia Arcana.

—Dejaré a varios guerreros fuera de la habitación, estarán aquí el tiempo que sea necesario. Si ocurre algo relacionado a los infectados, ellos serán de ayuda.

—Le tomaré la palabra, señor. Aunque oí que es poco probable que se dé algo parecido por aquí.

Mordo asintió —Precauciones, nada más.

El médico agachó la cabeza concordando. No había nada más que decir por parte de ninguno, así que Mordo salió de la habitación y posteriormente del sanatorio.

Abajo los esperaba Helena, junto a tres curiosos y asustados adolescentes. 

Verlos desde lejos era revivir los recuerdos de sus antecesores, era volver a ver a sus amigos, felices y con vida.

Después de haber vivido por milenios, Mordo aceptaba que era ese mismo hecho lo que lo estaba haciendo cada vez más sentimental y nostálgico. Tal vez el saber que su muerte estaba cerca lo estaba haciendo recordar cada uno de sus buenos momentos.

Y en la mayoría de esos estaban los Dioses.

—Los cuidé bien, Mordo. Te toca.

—Gracias —expresó de Corazón.

Helena, tan seria y tajante como de costumbre, escuchó e ignoró aquellas palabras. Entró nuevamente al sanatorio dejando detrás a los cuatro. Aunque la mujer, fuerte de mente y corazón, no pudo no sentir lastima por esos niños. Así que desde lo lejos volteó a verlos, y  se despidió de ellos con un gesto.

—No se puede esperar más de las serpientes —se le escapó decir al mayor, ganándose las miradas de los tres jóvenes. —Su clan, me refiero, son serpientes.

Doris tenía un vago recuerdo de uno de los sueños que no podía recordar con exactitud, raramente pasaba aquello así que el tema la llamó totalmente, poniendo a flor de piel su curiosidad.

—Cambiantes —dijo lo que recordaba—, ¿Qué son exactamente?.

Mordo sonrió pesada pero genuinamente.

—Les invito a caminar conmigo. —la amabilidad en su petición hizo que los tres estuvieran de acuerdo. Y una vez que empezaron su caminata, él empezó a explicarles—. Cuando sus padres crearon Òsirys, crearon a veinte clanes, cada uno con la especialidad de transformarse en un animal, ya sea de la tierra o de aquí, los clanes tomaban la fuerza, la agilidad, la velocidad, todo, tomaban todo y en ocasiones de manera mejorada y las hacían suyas, a veces no es necesario ni que se transformen totalmente, pueden usar esas habilidades. Las llamaron cambiantes.

—¿Las?.

—Sí, los clanes empezaron con mujeres. Después de eso, crearon a sus esposos. Hombres sin esa habilidad de transformación, pero capaces de manejar la magia Arcana.

—Los hechizos —Alcander dijo.

—Exactamente.  Aunque sus padres tenían buenas intenciones y lo más parecido al amor que ellos pudieran sentir hacia Òsirys y su población, esto no dejaba de ser una prueba. La magia Arcana era la más reciente de sus descubrimientos, y la magia elemental fue algo que no sabían dominar con exactitud.  Al crear ambas tipos de Osirios se esperaba que cada pareja obtuviera un hijo o hija con ambas habilidades. No pasó. Heredaban uno en su totalidad y otro no tanto.

—Si heredaban el poder de la magia Arcana, no podían transformarse. ¿Verdad?

—Pero podían usar ciertas habilidades.  —añafió Doris.

—Así es. Pero después, cuando más generaciones nacían, los poderes se manifestaban aleatoriamente. El hijo de dos cambiantes descendientes de algún brujo de pronto podía usar en su totalidad la magia Arcana, más no podía transformarse, o al revés. 

—Cora podía usar ambos —le recordó Alcander a Demetrius.

—¡tienes razón! Pero... la ví transformarse en dos cosas, no solo en el lobo. Además usó hechizos.

Mordo miró al joven —La señorita Halford es un caso extraño. Ha Sido hasta ahora la única capaz de adquirir el animal cambiante de los dos clanes, tanto el de su madre como el de padre  y también de poder usar la magia Arcana gracias a su tatarabuelo Megul Halford quien era un brujo hijo de dos cambiantes. 

—Esto es tan... —Demetrius siquiera pudo terminar la frase, no sabía cómo describir su situación actual, porque nada parecía acercarsele. La palabra raro o increíble se quedaban realmente cortas al lado de lo que Demetrius sentía —Olvidelo.

Doris suspiró ruidosamente.

—¿Hay algún lugar en el que podamos descansar?  —preguntó cansada.

—A eso los llevo. Hay un lugar que está esperando por ustedes.

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El Regreso A ÒsirysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora