I.

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Un día de mierda más.

Eran las seis y media de la mañana, y mi cabeza ya dolía como el infierno y mi antebrazo ardía como la mierda.

Me levanté sin ganas como todos los días, y camine a paso lento hasta el baño.

Al terminar me aliste y peine como se debía, más no como me gustaba o quería hacerlo.

Siempre me había llamado la atención tener el cabello largo, muchas veces había visto varios chicos por las calles así, pero eso jamás me sería permitido en la familia de mierda en la que por desgracia tuve el infortunio de nacer.

Hubiera preferido un millón de veces haber nacido como un chico humilde o de clase media, que haber nacido ahogado de dinero, pero con una familia que me trataba de la mierda y hacía que cada día tuviera más ganas de cometer suicidio.

Pero el hubiera no existe.

Así que lo único que me queda es seguir, o decidir el camino fácil.

A estás alturas ya no se cuál es mejor o peor.

Solo estoy cansado de esto.

..........

Baje a la mesa como siempre y saludé con los mejores modales que alguien podría tener en la vida, incluso si lo único que quisiera decirles a esos hijos de puta es que se pudrieran en el maldito infierno.

Entre otros varios insultos de la misma índole.

Mientras me sentaba a la mesa y comenzaba a comer cuando me lo era indicado, escuche una voz.

Una que me hizo levantar la vista del plato y voltear a todos lados y a ver a las personas que me acompañaban.

Pues la voz no pertenecía a nadie que viviera en aquella mansión.

Ni siquiera a los de servicio.

Decidí ignorarlo, pero la voz apareció denuevo, maldecia con insultos monotonos.

Sabía que era de mala educación hablar en la mesa, y que podría ganarme un buen regaño, pero tenía que hacerlo.

—Disculpen. —Todos los presente allí voltearon a verme con una cara de absoluta molestia e indignación.

—Que quieres. —Respondio mi padre de forma fría y seca.

—Esa voz, ¿A quien le pertenece? —Al instante todos aquellos pusieron una notable expresión de confusión.

¿Acaso nadie más escuchaba aquella voz? ¿Estaré volviendome loco?

—No hay ninguna voz, no se de que hablas, mejor ya cállate y sigue comiendo en silencio. —me ordenó mi padre de forma molesta, sabía que sería mejor ya no seguir tratando el tema, a decir verdad, esperaba poder librarme de esa horrenda regla azotando con fuerza sobre mi antebrazo, me ardía y dolía lo suficiente como para aguantar siquiera otro golpe más, así que haria todo lo que me fuera indicado con perfección absoluta.

Seguí comiendo con normalidad hasta que la voz de nuevo irrumpió en mis pensamientos.

—¿Que carajos? El jodido profesor de física se volvió loco, como mierda voy a resolver esto.

Me quedé en absoluto silencio.

La voz era de un chico, que sabía por su timbre que no debía de ser mayor que yo.

Almas Gemelas [Deavy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora