III.

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Un nuevo, día, más bien, un nuevo infierno.

Hoy comenzaba la cuenta regresiva, faltaban siete días para que el día de ir al conservatorio llegará.

Y yo no sentía nada por ello.
Según padre esa era la oportunidad de mi vida, pero yo, no la sentía así.

Algo por lo cual debería estar muy contento y nervioso, no me provocaba más que un gran malestar en la boca del estómago, del odio y del coraje acumulados.

Pues aún si debía dedicarme a ello de por vida, aún si era lo más importante para aquellos que se decían " mi familia " para mí no lo era en absoluto. Cada día que pasaba y en el que escuchaba ese maldito ruido que me causaba migraña, era un maldito inferno. Yo estaba seguro de que odiaba el violín.

Quizás si no fuera por padre, hubiese llegado a verlo como lo más importante en mi vida. Cómo la gran oportunidad que debía significar. Pero no. Yo solo lo veía como el principio de mi fin.

Aunque eso había comenzado desde el momento en que nací por desgracia, en la familia Shvagenbagen.

El instrumento que de verdad me llamaba la atención era la guitarra eléctrica. La había escuchado pocas veces en las calles cerca de mi casa.

Y en alguna que otra canción que había escuchado alguna vez por casualidad salir de un automóvil.

Pues yo no poseia siquiera un televisor, mucho menos un teléfono celular donde pudiese escuchar o reproducir cualquier tipo de música.

Lo único que tenía era un viejo tocadiscos, que aún funcionaba como nuevo. Pero aún así, todos los discos que descansaban en el mueble de mi habitación habían sido escogidos por padre, todos y cada uno de ellos.

Así que ninguno de los que estaba ahí me terminaban de gustar. Sobre todo porque en la mayoría predominaba el violín. No soporto escucharlo más de lo suficiente, así que jamás los reproducia a menos de que me fuera indicado.

Asi que en realidad, no tenía forma de escuchar aquel sonido tan envolvente. Tan majestuoso, que me atrapaba y engullia en una especie de bucle sin fin.

Me encantaba, sin duda, amaba la guitarra eléctrica.

Esperaba algún día llegar a tocarla. Sabía que no me sería difícil, ya que tengo lo que padre llama " odio absoluto " así que puedo percibir todas y cada una de las notas con las que una canción se conforma, con tan solo escucharla.

Aunque padre jamás ha admitido que poseo el oído absoluto, y probablemente jamás lo haga, ya que el no lo tiene y se llena de envidia por ello.

De hecho, nadie en mi familia lo posee.

Me alegraba.

........

Pensaba en todo ello mientras me dirigía hacia el despacho de padre, en la mañana me había indicado que a esta hora tendría el "ensayo" que más que nada se trataba de una cita con la regla de plástico.

Mi cabeza comenzaba a doler de tan solo pensar que tenía que escuchar ese horrible sonido una y otra vez durante dos horas consecutivas.

Al acercarme a la puerta escuché voces.

Así que me detuve antes de abrirla, no quería ganarme un golpe con la regla antes de tiempo.
Pero cuando estaba a punto de dar un paso atrás para alejarme de allí, escuché una frase que me hizo quedarme estático en mi lugar.

—Sebastian, ¿El ya lo sabe? — Era una voz femenina, que al parecer, se trataba de mi tía, Lydia. La hermana de mi padre.

—No, claro que no, y no pienso platicarlo nunca, sería una completa perdida de tiempo, sabes que nadie de nosotros la ha escuchado nunca, ¿Así que por qué Dee tendría que ser diferente? — Contestó mi padre.

Almas Gemelas [Deavy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora