A veces siento que no puedo respirar.
Me invade de repente, sin previo aviso ni razón aparente. De pronto, me encuentro jadeando, doblada en dos, mientras las lágrimas comienzan a escaparse incontrolablemente por las comisuras de mis ojos mientras trato desesperadamente de recuperar el aliento.
El dolor intenso y profundo en mi pecho es tan insoportable que hace que las cuchillas parezcan una opción pacífica y agradable en comparación. Me aferro a lo que sea que encuentre a mi alrededor, solo para esperar a que pase.
Pasará. Siempre lo hace.
El único momento en que no puedo detenerme, agarrarme a algo con todas mis fuerzas y esperar a que se vaya, es cuando él está cerca. No sabe que tengo estos ataques y, francamente, probablemente no los toleraría.
Hay muchas cosas que él no tolera.
Trabajo descuidado, vestimenta que no sea impecable, la impuntualidad, contestar, hablar demasiado, insolencia, falta de respeto: son solo algunas de las cosas que lo enfurecen. Las evito todas. Él vería mis ataques como autocompasión, un regodeo en algo que no entiende.
Nunca podría decirle cuántas cosas hay que él no comprende. Creo que eso caería bajo las categorías triples de insolencia, contestar y falta de respeto. Confía en mí cuando te digo que no quieres ir por ese camino.
Pero él no está aquí ahora, así que estoy bien. Puedo quedarme aquí, aferrada al borde de mi escritorio y mirando por la ventana hasta que el dolor disminuya.
De alguna manera, sé que no es nada médico. ¿Conoces esa sensación que a veces tienes cuando las cosas en tu cabeza están tan desordenadas, tan difíciles de manejar, que se traducen en dolor físico? Eso es lo que es, lo sé.
La lluvia cae afuera con una fuerza impresionante. Me concentro en las gotas que se convierten en pequeños riachuelos y descienden hasta el borde de la ventana, mientras mis nudillos se ponen blancos por la fuerza con la que me aferro. El dolor está disminuyendo ahora y, por fin, comienzo a recuperar el aliento.
Una mirada a mi reloj me dice que debería guardar mis libros.
Hay muchas cosas en la vida que no son justas. Sé que no debería quejarme porque tengo ropa en mi espalda, un techo sobre mi cabeza y comida en mi estómago tres veces al día, buena comida además. Pero, de alguna manera, no puedo evitar mirar a mi alrededor y preguntarme qué hice para merecer esta vida, o por qué parece que las cosas son tan injustas.
Cosas como el hecho de que es el final del verano y está lloviendo; como el hecho de que es el final del verano y estoy haciendo tareas escolares; como el hecho de que tengo que guardar mis libros ahora y bajar las escaleras para salir a caminar bajo la lluvia.
Realmente no importa que esté lloviendo. Son las cinco de la tarde y eso significa que tenemos que salir a caminar. No aparecer abajo sería impensable, al igual que lo sería el concepto de no salir a caminar.
Suspiro profundamente pero en silencio, y me dirijo hacia abajo.
Él está en su estudio leyendo. Claramente, el New York Times lo tiene tan fascinado que no ha notado la hora. Ahora es mi momento de actuar.
—Son casi las cinco, señor —digo, asegurándome de que mi tono esté cargado de respeto implícito.
El borde del periódico se mueve ligeramente. —Oh, es verdad. ¡Cómo pasa el tiempo! —Se sube sus finos lentes de montura plateada por la nariz y dobla el periódico con cuidado. Lo coloca meticulosamente en la mesa a su lado, en un ángulo perfecto.
Juntos, nos ponemos los impermeables y las botas de lluvia. Ha estado lloviendo todo el día y eso no augura nada bueno para el estado de los caminos por aquí. Todo estará cubierto de barro.
Odio caminar bajo la lluvia. Siempre se me moja los calcetines y se filtra hasta los zapatos, no importa cuánto me esfuerce. Es un inconveniente caminar con faldas, pero él no me deja usar otra cosa.
Paseamos bajo la lluvia durante exactamente una hora. Hay cuatro rutas que tomamos, y, por supuesto, nunca es mi decisión. Durante nuestras caminatas, me interroga sobre mis tareas. No estoy segura si es para asegurarse de que las he hecho o si simplemente siente que me está educando. Quiero decir, sé que tiene un montón de conocimientos acumulados en su cabeza, así que, en cierto modo, es algo bueno. Sin embargo, eso no me quita la sensación de que me están examinando y juzgando al mismo tiempo.
Esa sensación la tengo muy a menudo.
Estamos en casa justo a las seis en punto. No sé cómo lo logramos siempre, pero lo hacemos. Aunque, dado lo estrictamente regimentada que está nuestra vida, supongo que debería dejar de preguntármelo. No me llevará a ningún lado.
Porque es domingo, es noche de cordero asado. Odio el cordero, pero obviamente eso no tiene la menor importancia. Cordero asado con papas al horno, verduras, y una salsa tan aguada que parecería hecha con agua sola: así es como le gusta a él. No creo haber tenido nunca voz ni voto en nada, y estoy bastante segura de que protestar me dejaría sin cena y con otro cargo de insolencia.
Las consecuencias de la insolencia no son divertidas en esta casa.
Después de la cena, la misma rutina, siempre la misma rutina.
A las nueve y media, tengo la bendita media hora de paz. Esta es mi media hora para relajarme y hacer lo que quiera. Inevitablemente, termino leyendo en la cama. Los libros son – y siempre han sido – mi consuelo.
En esa media hora, puedo estar en otro lugar. En esa media hora, puedo ser quien quiera ser y hacer lo que desee.
Nadie me va a castigar por contestar en esa media hora. Gracias a Dios.
Y siempre se acaba demasiado pronto. Siempre llega ese golpe en la puerta.
—Son las diez, Freen. Luces apagadas.
—Sí, señor. Buenas noches, señor.
Son las mismas dos frases cada maldita noche de mi vida. ¡Genial, maldiciones! Menos mal que las palabras están en mi cabeza, porque creo que eso es castigable por... bueno, casi es peor que la insolencia.
Sé que él no sabe lo que pasa por mi cabeza. Se sorprendería.
Todos se sorprenderían. Esa gente en la escuela, esas personas en la calle. Creo que incluso ella se sorprendería si supiera, si alguna vez me mirara y viera lo que tengo en la cabeza. Si alguna vez me mirara, claro.
¿Qué dirían todos? ¿Qué pensarían, qué harían?
Si supieran que quiero morir.
¿Qué dirían sobre eso?
Probablemente nada.
Era de esperarse.
_____
Estoy muy feliz por esta nueva historia, ya que traducir del inglés al español es más fácil para mí, porque es menos probable que cometa errores gramaticales.
Para esta historia, publicaré capítulos nuevos los lunes, miércoles y viernes a las 10:00 AM (GMT-7).
Agradecería mucho que mostraran su apoyo votando y comentando, amo cuando lo hacen, me motiva a seguir trayéndoles historias y esforzarme más c:
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Precious Things - Freenbecky ☆𝆬
FanfictionFreen vive con su abuelo, cuyas costumbres son anticuadas y a veces brutales. _____ Adaptación Freenbecky. Historia original por ©clomle44 El trabajo de traducción es de mi parte.