Está pálido. No se ve bien.
—Abuelo, ¿estás bien? —Estoy tan preocupada.
—Cálmate, Freen, cálmate —me responde, pero puedo ver que está distraído.
—Recibí el mensaje en la escuela, me preocupé. Yo...
—Tranquila, Freen, tenemos cosas que discutir y este no es momento para una explosión emocional. Por favor, guarda tus cosas.
Sigue pálido mientras se aleja de mí, y yo sigo preocupada mientras recojo mi mochila y la llevo arriba. Me arreglo un poco después de haber corrido a casa y luego bajo nuevamente. Mi abuelo está sentado en la mesa de la cocina, y veo que ha preparado una taza de té para los dos.
Me siento educadamente y tomo un sorbo de mi té. Está fuerte, como a mí me gusta. Sin leche, pero no importa. Tampoco tiene azúcar. Es como he aprendido a tomar el té. Espero a que mi abuelo hable, y tras unos momentos, lo hace.
—Apinam está muy enfermo.
Aaah, Apinam.
Mi abuelo no es mi único pariente vivo, solo es el único con quien tengo contacto constante. Los padres de mi padre son personas a las que nunca veo. Tengo una vaga sensación de que son encantadores, pero mi madre no los aprobaba. Mi abuelo ciertamente tampoco, y aunque me envían un regalo tanto en Navidad como en mi cumpleaños, no los he visto desde que tenía cuatro años.
El único otro pariente que conozco es mi tío abuelo Apinam. El hermano menor de mi abuelo vive a unas cinco horas de distancia, y hasta que cumplí diez años, lo veíamos dos veces al año para Acción de Gracias y Navidad. Con los años, su demencia ha empeorado progresivamente y ahora apenas reconoce a mi abuelo, mucho menos a mí. La última vez que lo vi, me llamó Tassawan.
Tassawan era mi abuela.
No obstante, aparte de mí, él es el único pariente vivo de mi abuelo, y de cierta manera, están cercanos. Ambos lucharon en la guerra cuando eran muy jóvenes. Solo se llevan un año de diferencia, y mi abuelo se enlistó a los diecisiete años en 1943. Mi tío abuelo se enlistó un año después.
Sé que ambos vieron mucha tragedia en la guerra, y ninguno de los dos quiere hablar de ello. Apinam una vez mencionó las medallas de valentía de su hermano, pero mi abuelo lo mandó callar, y tampoco quiere discutirlo conmigo.
De alguna manera, creo que las diferencias entre Apinam y mi abuelo provienen mucho de cómo enfrentaron sus experiencias siendo tan jóvenes. Mientras que mi abuelo encontró gran consuelo en el orden y la calma, Apinam decidió que la vida era para vivirla.
Y tal vez por eso terminaron siendo hombres tan diferentes. Mi abuelo tiene ochenta y dos años y, a pesar de su edad, está más sano que un roble y es muy ágil. Mi tío abuelo tiene ochenta y uno y tiene múltiples problemas de salud. Sé que pasó su juventud bebiendo y viajando, y sé que mi abuelo nunca aprobó eso.
Aun así, están cercanos. De una forma que no puedo describir. Lo que explica por qué mi abuelo se ve tan pálido.
—Lo siento mucho, abuelo. ¿Es grave? —Ya sé la respuesta a la pregunta, pero debo hacerla.
—Parece que ha tenido un derrame cerebral.
Incluso yo me pongo pálida al escucharlo. Y hago algo que normalmente no haría: extiendo la mano y la coloco sobre la suya.
Mi abuelo y yo no solemos tocarnos. No somos personas afectuosas, y definitivamente no en lo físico. Pero este parece un momento para un gesto de ternura. No soy muy buena con las emociones, ya que las he reprimido durante tanto tiempo.
Siento que últimamente las he estado dejando salir, aunque sea a cuentagotas.
Él retira su mano de la mía, pero no se aparta bruscamente. Solo da unas palmaditas distraídas en el dorso de mi mano y luego sostiene su taza de té.
—Siento que debería ir a estar con él.
El tío Apinam, como suelo llamarlo, vive a unas cinco horas de distancia en un hogar de retiro. Mi abuelo me informa entonces que lo han trasladado a un hospital de veteranos. Sé que gran parte de la demencia de mi tío abuelo proviene de una herida en la cabeza que sufrió durante la Guerra de Corea, una guerra que mi abuelo no vivió.
Creo que mi abuelo se siente un poco culpable por eso.
—Puedo quedarme aquí, señor —le aseguro—. O si es necesario, podría faltar a la escuela...
—Oh, cielos no, Freen, no en tu penúltimo año —toma otro sorbo de su té—. No creo que tenga que estar fuera más de tres días. No quiero abandonarte durante el año escolar.
—¡Abuelo, si el tío Apinam te necesita!
—No, Freen. Tengo responsabilidades. No puedo abandonarlas, y Apinam lo entendería perfectamente.
Sospecho que en realidad Apinam habría pensado que mi abuelo era un viejo terco que no se movería ni con una palanca, pero que era un comportamiento totalmente típico. No es sorprendente que yo solía estar de acuerdo con mi tío Apinam antes de que se volviera tan demente que me pedía una rebanada de mi famoso bizcocho antes de gritar por su arma.
No sé hornear. Y le quitamos las armas.
—Abuelo...
—Viajaré hacia allá el viernes por la mañana. El tren será más que suficiente.
Asiento. —¿Debería acompañarlo? —Espero un sí. Es casi un hecho. No va a dejarme aquí sola.
Y luego, porque no he tenido suficientes sorpresas por hoy, él sacude la cabeza. —No, no hay razón para interrumpir tus estudios. Sería mucho más sensato que mantuvieras tu rutina.
¿Va a dejarme aquí sola?
Oh. Dios. Mío.
Podría... podría dormir más allá de las siete... podría... podría cocinar algo que me guste para la cena. Oh, las posibilidades.
—Y para ese fin, he organizado un lugar y cuidado para ti.
Me congelo.
Oh, no.
Ya lo veo. Me van a mandar a quedarme con alguien de la congregación de la iglesia. Probablemente la señora Jensen, que huele a bolas de naftalina y cree que el hígado es una delicia. Dormiré en una habitación con una colcha que parece un mantel de encaje y varias capas de polvo. Parte de ese polvo tendrá hallazgos arqueológicos.
Genial.
—La madre de tu amiga Becky, la doctora, estuvo más que encantada de que te quedes con ellos el fin de semana. No les parece una molestia, y tengo entendido que te llevas bien con la joven, ya que completaron ese proyecto juntas y cosas por el estilo.
Oh. Dios. Mío.
No puedo respirar.
Hago un sonido ahogado. No es que mi abuelo lo note.
—Por supuesto, espero que te comportes lo mejor posible y continúes con tus estudios mientras estés allí. Regresaré el domingo por la noche, momento en el que te recogeré de la casa de los Armstrong.
Todavía no puedo respirar.
—Entiendo que tendremos que suspender tu práctica de violín durante el fin de semana, pero, lamentablemente, en tales circunstancias, debemos hacer lo mejor que podamos.
Aún no respiro.
—¿Lo entiendes?
Logro sacar algunas palabras. —Sí, abuelo.
Eso parece tranquilizarlo.
Y me quedo allí, con la cabeza girando tan rápido que el mundo no puede seguir el ritmo.
Oh. Dios. Mío.
ESTÁS LEYENDO
Precious Things - Freenbecky ☆𝆬
FanficFreen vive con su abuelo, cuyas costumbres son anticuadas y a veces brutales. _____ Adaptación Freenbecky. Historia original por ©clomle44 El trabajo de traducción es de mi parte.