CAPÍTULO 16

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Mi primera noche en una cama decente es genial. Ayer estuve bien el sofá, pero Álex tiene razón en que no tiene nada que ver con la cama. Me duermo pensando en el juego de preguntas con Hugo. El deseo se ha convertido en la necesidad de saber más sobre ese chico. Hay algo en él que me llama mucho la atención, dejando de lado lo guapo que es.

Una música a cinco mil decibelios me despierta de golpe. El susto hace que me levante de la cama de un salto.

- ¡Todo el mundo en pie! – Oigo que chilla Álex al otro lado de la puerta al ritmo de la canción.

Salgo al pasillo y lo veo correteando de un lado al otro con un aparato negro entre las manos, que es de donde proviene la música. Me paso las manos por la cara, intentando tener un despertar más tranquilo y agradable, mientras le pregunto qué hora es.

- Las siete y media. A las ocho salimos de casa, que reservé la pista a y media. ¡Todo el mundo en pie! – Vuelve a exclamar.

La música sigue sonando. Si no fuese porque llevo dos minutos despierta podría disfrutarla.

Amanda sale del baño perfectamente peinada, ya con una coleta alta y una cinta rosa que le recoge los pelos sueltos que normalmente le cuelgan por delante.

- Muy bien, Ami. ¡Esa es la actitud! – Álex felicita a su amiga por ya estar preparada

- Qué pesado eres. Teniendo toda la mañana libre te sigue apeteciendo madrugar.

- Hay que aprovechar el día.

Amanda pone los ojos en blanco y suspira. Explica que se puso una alarma para evitar el espantoso despertar que les proporciona Álex cada vez que tienen un plan mañanero.

El chico la ignora y pasa por nuestro lado hasta llegar a la puerta de Hugo. Llama un par de veces y no obtiene respuesta, hasta que finalmente la abre él solo y entra.

- ¡Paraaa! – Se oye a Hugo quejarse.

- Se te han pegado las sábanas, eh. Si ayer te fuiste antes de las doce a dormir.

- Si no duerme sus doce horas no es persona. – Me susurra Amanda entre risas.

- Se fue a dormir tarde. – Replico intentado justificarle.

- ¿Hugo? – Pregunta incrédula. – No creo, Valen. – Suelta una pequeña carcajada.

- Fue a buscarme al restaurante cuando acabó mi turno.

Ella me mira extrañada. Parece que no me cree. No sé por qué se lo he dicho, pero lo hecho, hecho está.

Los chicos salen de la habitación de Hugo, quien vuelve a ir en calzoncillos. Nadie parece darle importancia, pero a mí me resulta un poco violento. Más que nada porque esos calzoncillos le tapan más bien poco.

- Sois todos un coñazo, que lo sepáis. – Por lo que he aprendido, eso es, en su idioma, un "buenos días".

- A mí no me mires, que yo no he hecho nada. – Gruñe su hermana.

Hugo bosteza y va a la cocina. Allí abre la nevera y saca un brick de leche y, sin servirse en un vaso, le da un trago que le deja los labios blancos.

Un instinto que desconocía de mi propio ser me dice que vaya y le limpie la boca. La idea de pasarle el dedo por los labios es tentadora, pero antes de que me dé tiempo a hacer tal tontería, Amanda le lanza un trapo a la cara y Hugo se limpia.

- Os he hecho unas tostadas, así que no quiero quejas. A las ocho menos cinco nos vamos, y si os tengo que arrastrar no tendré ningún inconveniente.

Una sombra tras el espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora