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💻 ── Kaira
Suspiro mirándome en el espejo del espacioso baño de este restaurante. Luzco incómoda, este vestido no es mi estilo en lo absoluto. Es tan corto que siento el aire recorrer mis partes íntimas y con cada segundo que pasa siento miedo de que se me suba demasiado y llegue a verse algo.
Necesitaba aire. Necesitaba alejarme del capullo de Jude Bellingham. Es el hombre más idiota que he conocido. Una impotencia me recorre cada vez que recuerdo que estoy obligada a compartir tiempo valioso con él. Ahora mismo estaría disfrutando con los chicos, mis amigos; que han ganado. O podría estar viendo alguna serie en el hotel. En su lugar, estoy vestida como una muñequita de porcelana y cenando con el hombre más orgulloso del planeta.
Un hombre que me arruinó la vida desde el día en que lo conocí. Bufo, siento ganas de llorar. Me frustra tanto estar acá. Me duele hacer algo que no quiero, pero intento mentalizarme y pensar en que todo esto lo hago por mis hermanos y por ayudar a mi madre.
He intentado que Jude sea... bueno, menos Jude, pero es imposible. Se hace aborrecer cada vez más, en lugar de mejorar su actitud por el bien de ambos. Este contrato no sería fácil de cumplir, desde un principio lo pensé. Pero ahora que lo vivo, dudo más que nunca en si firmar fue lo correcto.
Han pasado unos cuantos minutos cuando decido volver a mi tortura. Espero que haya pedido para mi un plato bastante grande, para que el sueño de plantarselo en la cara se me cumpla.
Detengo mis pasos cortos y sonoros por estos incómodos tacones cuando observo la pequeña ventana de ventilación que hay en la estancia. Entrecierro los ojos. Podría escapar por ahí y nadie me vería.
Busco un banco y lo ruedo hasta ahí. Primero me aseguro de ponerle el seguro a la puerta del baño y me dispongo a observar por la ventana a donde lleva. Me encuentro con un callejón oscuro y vacío, me encojo de hombros ante la perspectiva de salir ahí. Nada es peor que cenar con Jude Bellingham.
Decido quitarme los tacones para poder saltar con tranquilidad, ya me las arreglaré una vez salga del restaurante. Estiro los brazos y logro pasar. Hasta que me atoro.
Maldigo por lo bajo removiéndome en el pequeño cuadro y me hago daño en la cadera. Me he quedado trancada justo ahí. Veo la libertad tan lejos y al mismo tiempo, tan cerca. Sopeso si gritar por ayuda es la mejor opción, el teléfono está en mi bolso y mi bolso ya está en el suelo del callejón, porque he decidido lanzarlo antes de pasar.
Genial.
Ahora sí que la he cagado. No puede pasar nadie a ayudarme, pero intento imaginar que en cualquier momento otra mujer querrá venir al baño y pedirá ayuda para abrir la puerta. Entro un poco en pánico cuando pasan muchos minutos y nadie parece querer venir al baño. Mis ojos se ponen un poco llorosos ante la perspectiva de que Jude se haya ido sin mi y me quede aquí para siempre.
