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Isabelle despertó con la cabeza dando vueltas, sus sentidos aturdidos y los ojos vendados. Un pitido agudo resonaba en sus oídos, pero lo que más la inquietaba era una voz. Esa voz... era extrañamente familiar. La reconocía, aunque nunca había pensado que la escucharía en un contexto tan aterrador. A medida que sus sentidos se despejaban, la voz se acercó, y sintió el cálido aliento de alguien muy cerca de su rostro.
"Oh, tonta Isabelle," susurró Adrian, su voz goteando sarcasmo, "no debiste salir tan tarde esa noche. ¿No has escuchado que dicen que por la noche se libera la bestia?"
Ella sintió la punta de algo frío y afilado rozar suavemente su cuello. Sus músculos se tensaron de inmediato, el pánico invadiendo su cuerpo.
"Tranquila, no te pienso hacer daño... por ahora," continuó Adrian, susurrando en su oído. "Tengo otros planes para ti."
Entonces, sin previo aviso, Adrian comenzó a hablar solo. "Tranquilo, Jade, pronto completaremos la misión," murmuró, como si estuviera conversando con alguien más en la habitación. Isabelle, completamente confundida y aterrada, intentó entender qué estaba pasando.
"¿Quién es Jade?" preguntó Isabelle con voz temblorosa, luchando contra el miedo que la invadía.
Adrian soltó una carcajada, una risa corta y aguda que hizo eco en la oscuridad. "Ya puedes abrir los ojos, querida," dijo mientras le quitaba la venda con una mano firme. "Además, te tengo un regalo, así que no grites si lo quieres. De todas formas, nadie te escuchará... no pierdas tu tiempo, ¿okey, querida Isabelle?"
Mientras hablaba, jugueteaba con uno de los mechones de su cabello, como si estuviera tratando de calmarla, pero su tono era tan perturbador que Isabelle solo sentía más miedo. Incapaz de contenerse, las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, sorprendiendo a Adrian.
Adrian, por un momento, pareció desconcertado. Colocó una mano en la mejilla de Isabelle, su rostro adoptando una expresión de tristeza fingida. "¿Querida Isabelle, por qué lloras? No quiero verte llorar."
La desesperación se mezcló con la furia dentro de Isabelle, y en un estallido de emoción, gritó, "¿Por qué haces esto?" Su voz temblaba, llena de miedo y enojo, mientras las lágrimas caían sin cesar.
Adrian la miró con ojos fríos, pero algo en su mirada mostraba un destello de fascinación. "Oh, querida Isabelle, no tenía opción, ¿sabes? Tú no prestabas la suficiente atención, y yo no tenía ganas de jugar al chico bueno. Investigué un poco y escuché acerca de algo llamado... Síndrome de Estocolmo," dijo con una ligera duda, como si saboreara las palabras. "Lo único que sé es que muchas chicas terminan enamoradas de su secuestrador... al igual que tú, próximamente, de mí." Soltó una risa siniestra, esa risa que reverberó en cada rincón de la habitación, antes de inclinarse y dejar un beso en su mejilla, húmedo y frío.
"Te dejé un poco de ropa ahí," continuó, señalando un rincón de la habitación. "Oh, cierto, estás atada," agregó, riendo a carcajadas mientras se alejaba, dejando a Isabelle en un silencio cargado de terror.
**Una hora después**
La mente de Adrian seguía en su espiral caótica, discutiendo con sus demonios internos, el eco de sus palabras llenando la habitación vacía.
"Ya, Jade, entiendo que quieras matarla, pero primero quiero jugar con ella, ¿okey?" murmuró Adrian, perdiéndose en la conversación con esa voz invisible que lo atormentaba.
>>Jade le respondió, "¿No te parece mejor matarla y ya, como a las demás?"<<
"Ya te dije mil veces que no quiero hacer eso antes de saber lo que necesito," respondió Adrian con frustración. "¿Por qué no puedes ser tranquilo como Noah? Míralo allí, sentado, tranquilo con sus pensamientos al aire," agregó Adrian, su mirada desviándose hacia un rincón donde, en su mente, Noah permanecía en calma.
>>Jade frunció el ceño. "No tengo ganas de perder mi tiempo con una tonta chica, ¿okey?"<<
En ese momento, Noah se acercó, con su típica voz suave y casi inocente. "¿Realmente la vas a matar?" preguntó con un tono que parecía casi infantil.
Adrian lo miró con una mezcla de desesperación y determinación. "Haré lo que sea necesario," respondió, como si esas palabras fueran tanto una promesa como una condena.
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Más Que Obsesión
Misterio / SuspensoAdrian Blackwood parece tenerlo todo, pero su mente está atrapada en un abismo de esquizofrenia y obsesión. "Desearía verte amarrada a una silla, pero, no podría soportar tenerte lejos de mí," confiesa en un susurro lleno de desesperación. Cuando se...