Extra #3

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Salom: 8:58 a.m.

-DE ACUERDO, NIÑOS SIN FUTURO, ESCUCHEN ATENTAMENTE LO QUE LES VOY A DECIR, TENDREMOS CLASE DE HISTORIA EN ESTE PRECISO MOMENTO.

-Señorita Bitters...

-CÁLLATE ZITA

-Solo quería decirle que hoy no toca historia.

-Eso ya lo sé niña, pero hoy no tengo ganas de explicarles lo del libro, eso del sistema reproductivo lo veran con mayor profundidad en secundaria, pinche tema todo feo. Además, son los únicos que tengo a mi disposición para contar y desahogar mis miserias.

-Oh.

-ZY. AHORA CÁLLENSE, TODOS.

Todos en el aula de la nada quedaron re tiesos, lit parecía que ni respiraban los morrillos, bueno, todos estaban así con excepción de Zim, quien andaba bien tranqui garabateando en su única libreta.

-No necesitan hacer anotaciones, simplemente quiero que escuchen atentamente lo que tengo que decirles. Miren chamacos miados, sus libros de historia les mienten, son una porquería si a mi me lo preguntan, están alterados para hacerles creer que Benito Juárez era bueno CUANDO EN REALIDAD ERA UN CABRON, que Maximiliano de Habsburgo era el enemigo, y más cosas de esa índole. -Dijo la maestra mientras se paseaba por los pasillos entre los mesa-bancos. -Quiero que escuchen con atención, porque les voy a contar un pedazo de la historia oculta, una anécdota...

-¿CHISME? -preguntó Keef animado.

-Uh, supongo... En fin, este acontecimiento es real, yo lo viví de primera mano, e involucra a dos señores conocidos, uno por ser un dictador y el otro por ser llamado el "Benamérito de las Américas", punto extra al que me diga quienes son.

-¿Porfirio Díaz y Benito Juárez? -Dib levantó la mano y respondió un tanto desconfiado.

-Correcto, ahora escuchen, realmente esto no tiene valor histórico para sus futuras clases, pero se me hizo cagado contarles:

«Era una época turbulenta en el país, sumido en una cantidad abismal conflictos internos y cambios radicales, sin embargo, dentro de un México caótico, surgió una historia de "amor" y desamor que involucraría a dichos hombres.

En el estado de Oaxaca, durante la década de 1850, vivía una joven de extemadamente bella llamada María Luisa Hernández, o sea, yo. Siendo hija de una familia respetable y teniendo una grata inteligencia, destacaba en una sociedad donde las mujeres solían ser subestimadas. Mi porte elegante y mirada decidida nunca pasaron desapercibidos, e inesperadamente llamé la atención de un joven y ambicioso militar Diaz, así como la de Juárez, un político ya consolidado y defensor de las reformas liberales.

Porfirio Díaz, con apenas veintipocos años, era un hombre de acción, audaz y apasionado. Vio en mí a una mujer que no solo podía ser su compañera, sino también una aliada en sus aspiraciones políticas. Se me acercó con la determinación que lo caracterizaba, llamando mi atención con su juventud y su fervor por la causa liberal.

Por otro lado, Benito Juárez, a pesar de ser mayor y más reservado, sentía una profunda conexión conmigo. Su calma y su inquebrantable sentido de la justicia eran meramente llamativas de una manera diferente. Debo reconocer que Juárez era inteligente y firme, y se la pasaba ofreciéndome la promesa de estabilidad y un amor basado en el respeto mutuo y la admiración intelectual. Spoiler: no pasó.

Por un lado, la pasión desbordante de Díaz era como un imán, y su juventud me hacía soñar con aventuras y conquistas compartidas. Por el otro, la serenidad y la visión de Juárez me ofrecían un futuro seguro y lleno de propósitos. Ambos hombres me declararon su amor, y cada uno ofrecía un rumbo diferente para mi existencia.

Invasor Joto (¿ZaDr?) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora