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capítulo siete ✦
muñecas viejas.

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—¿Qué te pasa? — le preguntó a Kenny al verlo tan cansado, apoyando su rostro en su pecho mientras cerraba los ojos

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—¿Qué te pasa? — le preguntó a Kenny al verlo tan cansado, apoyando su rostro en su pecho mientras cerraba los ojos.

El rubio los abrió, tratando de fingir que no se la estaba pasando bastante bien en esa posición. Estar solos antes del inicio de las clases sí que podía darle ánimos para resistir todo el día en ese lugar.

—Ayer me desvelé cuidando a mi hermana. ¿Sabes? No es divertido ver los mismos episodios de My Little Pony todo el tiempo.

____ rió, entornando los ojos con diversión.

—¿Tienes una hermana?

—Dos. Kevin es mayor que yo, pero la menor se llama Karen.

—Tienen lindos nombres. La verdad me gustaría conocerlos.

El foco en la cabeza de Kenny se encendió, dándole una idea bastante interesante que definitivamente debía compartirle a su chica, quien todavía no lo era oficialmente, pero se entendía el punto.

—¿Y si me ayudas a cuidar a Karen?

La pregunta le llamó la atención.

—¿Sí? — lo miró.

—Claro, mis padres hoy no estarán. Así nos distribuiríamos el trabajo y me la pasaría más que bien con mis personas favoritas.

Pensó que había escuchado mal, pero no fue así. Se sonrojó tanto que no pudo evitar desviar la mirada. Abrió la boca, buscando no tartamudear para no darle cuerda para que no se burlara de ella.

—¿Soy de tus personas favoritas?

—Por supuesto que sí. — la besó en la mejilla, disfrutando de su nerviosismo y del color en su rostro. Mientras que ____ cerró los ojos mientras se sentía desfallecer en su agarre. Ahora era ella la que apoyaba su rostro en su pecho. — Entonces nos vemos en la salida.

El día transcurrió con normalidad, poniendo atención en sus clases y escribiendo lo que los profesores anotaban en el pizarrón. Mientras intentaba entender el tema que estaban dando, se le ocurrió una idea.

Sería grosero llegar con las manos vacías. Kenny le había mencionado que su hermana Karen era la menor, tal vez podía llevarle un regalo aprovechando que cuidarían de ella. Una muñeca estaría bien. Al salir de la clase, le envió un mensaje a Kenny diciéndole que se adelantara, que ella llegaría después. Menos mal ya sabía donde vivía.

No le importó gastar el dinero que había ahorrado para comprarse nuevos CD's. Eligió la muñeca más bonita —y dentro de su presupuesto.— que había en la tienda de aquel centro comercial. Mientras el encargado de la caja la metía en una bolsa de regalo, con un lindo listón rosado en el medio, sonrió al pensar en Kenny.

Aunque sus actitudes la irritaban, y todavía no confiaba del todo en que sus intenciones fueran buenas, tenía linda sonrisa. Lindos ojos también, y una linda voz, aunque no podía escucharla con claridad debido a la capucha que siempre usaba.

Entendía porqué las chicas lo evitaban como la plaga, pero, Dios, no le importaría contagiarse de algo si él estuviera a su lado.

La casa de Kenny no era bonita. Era la forma más delicada de decir que vivía en un basurero. Las ventanas rotas, las grietas en las paredes desteñidas, el olor a caca de perro. Y ni hablar del interior. Intentó aparentar que no le había impresionado en absoluto, pero su nariz arrugada lo decía todo.

—No es el mejor lugar, lo sé. — afirmó el de ojos azules como si le leyera la mente. Estaba a punto de responder, pero una pequeña niña de cabello marrón y dos pequeñas coletas apareció, mirándola mientras ladeaba la cabeza en un gesto que, a su parecer, fue adorable. Su cara tenía manchas de polvo oscuro, como si hubiera estado jugando en la tierra. Se escondió detrás de Kenny, aferrándose a su pierna. — Karen, ella es ____.

—Hola. — la saludó ladeando su manito.

—Hola. — le devolvió el saludo, sonriendo. Desveló la bolsa de regalo, la cual había estado escondiendo detrás suyo, extendiéndosela. — Mira, te traje un regalo. No es mucho, pero aún así pensé que te gustaría.

La niña, quien se había mostrado ligeramente a la defensiva, fue saliendo de su escondite mientras sus ojos tintineaban con un destello particular. Al tomar la bolsa la dejó en el suelo, abriéndola para encontrarse con la caja de muñecas. De inmediato la sacó y soltó un chillido de alegría.

—¡Es una muñeca! ¡Es una muñeca! — repitió como un mantra, incluso lágrimas desbordándose de sus cuencas, pegando saltitos. Estaba impactada, como si fuera la primera vez que viese una tan bonita.

—Ya lo veo. Muchas gracias, no era necesario.

Aunque el chico se había esforzado por esconderlo, se había sonrojado. Ninguna chica antes había hecho eso, ¡y menos por su hermana menor! Debido a la pobreza extrema que habían sufrido desde temprana edad, no habían recibido juguetes en absoluto de parte de sus padres. Ni siquiera como regalo de navidad. Y ella, sin saberlo, les había movido el mundo con tan poco.

—No es nada, me alegro haberla hecho tan feliz.

Era consciente de su situación, pero no sabía que su situación financiera fuera tan grave, como para que una niña rompiera en llanto por una muñeca. Sin embargo, verla tan emocionada hizo su corazón saltar. Más que cualquier halago que Kenny le había hecho en el pasado.

El resto de la tarde la miraron jugar con su nueva adquisición mientras recargaba su cabeza en el hombro del chico, quien se sentía asfixiado por aquella cercanía y la capucha que le impedía respirar correctamente.

✓ 10 THINGS I HATE ABOUT YOU, kenny mccormick.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora