Razón 3: ser un cerdo

87 15 1
                                    

Lo mío nunca habían sido los rollos rápidos, ni los líos de una noche, ni los encuentros a oscuras. Nunca me habían gustado y nunca lo harían. Tampoco es que necesitara pasarme años conociendo a un chico para acostarme con él; pero había un termino medio entre ambos mundos. Un punto exacto en el que yo me encontraba cómodo y dispuesto a intimar con alguien.

Yeonjun King era todo lo contrario: una mecha corta que se consumía al instante, una estrella fugaz que te perdías si parpadeabas, un gilipollas que coleccionaba ligues y tachaba nombres de una lista. Al menos, eso me dijo Soobin, de tráfico.

—Te daré un consejo, Beom: ni se te ocurra enamorarte de ese subnormal.

Soobin hacía dos cosas que odiaba: fumar como una chimenea y llamarme «Beom», pero, al igual que Jennie, me había ayudado en todo lo posible nada más verme perdido y solo en uno de los pubs gays de Birmingham. Aunque temía que las intenciones de Soobin tuviera una motivación mucho más oscura que el mero echo de apoyarnos entre la comunidad LGTB+.

—Jennie ya me dijo que era uno de esos chicos de una noche —respondí, llevándome a los labios mi pinta negra.

—Sí... bueno —Soobin puso cara de asco y soltó una voluta de humo al frente—. Digamos que es peor que eso: es de los que no dejan las cosas claras y después te dan largas o desaparecen sin más.

—Ah —lo entendí al momento—. ¿Te dejó tirado?

—No, no —Soobin se rio y me dedicó una mirada de «¿en serio has creído eso?»—. A mí nunca me ha propuesto nada, no soy su tipo.

Supe que había dejado un leve silencio en ese punto con una intención muy clara: ver mi reacción. Si le decía algo como «pues no sé por qué», o «él se lo pierde», Soobin sabría que me gustaba.

—Vaya —murmuré.

Neutro, calmado, ni bueno ni malo, pero más malo que bueno porque aunque el agente de tráfico fuera un encanto, tampoco era mi tipo.

—Ya... —dijo él rápidamente, aspirando aire por entre los dientes antes de llevarse el pitillo de vuelta a los labios—. Pero varios de mis amigos y conocidos sí han caído en la trampa y a todos les ha pasado lo mismo: Prince es maravilloso y perfecto hasta que les baja los pantalones y se la mete—dejó otro breve silencio para comprobar si esa idea me horrorizaba tanto como a él. Cuando asentí con mueca de entendimiento, continuó—: ¿Sabes lo peor, Beom? Que cuando se lo vuelven a encontrar, el cabrón les saluda y les sonríe como si no hubiera pasado nada.

—Así que es de esos —asentí.

—Sí —me aseguró, echando la colilla del pitillo hacia la carretera repleta de charcos antes de volverse hacia mí—. Así que si esta noche se acerca a ti, que sepas que lo único que quiere es una mamada en los baños y tachar tu nombre de la lista.

Arqueé las cejas y parpadeé. Una forma un poco dura de decirlo, sin duda, pero creía que Soobin estaba muy preocupado por mí: por un lado, para que no cayera en la trampa; y por otro, para que no le decepcionara al comprobar que yo también era un chico guapo que perdía las bragas por El Príncipe.

—Estaré atento —le aseguré, levantando mi pinta antes de señalarle el pub con la cabeza.

40 razonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora