Razón 20: tener demasiada vida social

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Cuando terminamos de cenar y salimos a la calle para despedirnos, Yeonjun me dio un último beso. Apenas un roce que, tras un gruñidito de deseo, se convirtió en un morreo con lengua delante del restaurante japones.

Después se despidió deseándome una buena noche y se dio la vuelta para ir a trabajar.

Ese fue el momento en el que empecé a reflexionar sobre lo que había pasado. Lo hice en mi breve caminata hacia la comisaría de policía y las primeras horas del trabajo.

Y, la verdad, no conseguí sacar nada en claro: probablemente hubiera sido un error, pero había resultado un día muy agradable y con un sexo genial, así que no podía decir que me arrepintiera en absoluto.

Sí, las cosas se habían torcido y al final me había convertido en un nombre más en una lista —como me prometí a mí mismo que no sucedería—, pero tampoco había sido para tanto. No me sentía sucio, ni usado ni nada remotamente parecido.

De hecho, me sentía genial. Yeonjun me había dado tres polvos maravillosos y me había bajado por completo el calentón acumulado tras tanto tiempo sobreviviendo a base de pajas. Y yo le había sacado partido, oh, sí... los recuerdos de esos labios, ese cuerpo y esa polla me iba a acompañar durante mucho, mucho tiempo en mis largas noches.

De eso estaba seguro.

El problema era que, una vez tachado de la lista, Yeonjun empezaría a perder interés en mí y, Yoongiatinamente, dejaríamos de hablar para tan solo dedicarnos rápidos saludos si nos encontrábamos en el Gay Village alguna noche tonta. Sin duda echaría de menos nuestras conversaciones, pero eso era algo inevitable.

Los hombres como Yeonjun nunca se quedaban por mucho tiempo en tu vida.

—Hola, Beomgyu, ¿qué tal la noche?, ¿saliste a detener a algún criminal internacional o a desentrañar un misterio sin resolver? —se rio—. Ya he empezado a escuchar algún que otro podcast y, la verdad, me están gustando mucho, sobre todo el de «Yo solo escucho a Jay» —más risa—. Tiene que estar guionizado, no jodas, es imposible que El Invitado sea así de verdad.

Me mandó al día siguiente, poco antes de que me despertara. Cuando le respondí, me mandó otro, y otro después de ese; y cuando le dije que estaba en el gimnasio, me dijo:

—Woofff... ¿y no le enviarías al bueno de Prince una foto?

Me lo pensé un poco y, cuando llegué a los vestuarios, hice un vídeo en bucle. Salía mi rostro en picado, mi ceja arqueada, mi media sonrisa y, por un momento, mi cuerpo sudado, tan solo un segundo antes de volver a mi rostro.

«WOOFFF WOF WOFFF», fue la respuesta, la cual, por estúpido que sonara, me arrancó una sonrisa.

Yo no se lo pedí, pero a los veinte minutos, casi cuando había llegado al trabajo, recibí una notificación de vídeo. Entre en el IG y, echando una ojeada alrededor para asegurarme que nadie podía verlo, le di a reproducir. Era Yeonjun King en el baño del parque de bomberos, con su cazadora ignífuga pero sin camiseta debajo. Se veía su pectoral hinchado y sus abdominales, pero se aguantaba los pantalones del uniforme con una mano para que la cintura no cayera más allá del principio de su pubis.

Tomé una profunda respiración y cerré los ojos antes de soltarla.

—Qué suerte tienes ahora mismo de que no te pille así... —le mandé un audio que sonó exactamente como debería: a advertencia terriblemente excitada.

—¿Suerte? Créeme, ojala me pillaras así ahora mismo...

—No, no sabes lo que dices —respondí tras ponerme el uniforme y, un poco por venganza, un poco por hedonismo, enviarle esa foto que todos sueñan tener de un policía.

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⏰ Última actualización: Aug 17 ⏰

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