VII

98 15 3
                                    

Desgraciadamente, el sol no podía ser cubierto con un dedo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Desgraciadamente, el sol no podía ser cubierto con un dedo.

Ese día fue menos pesado para Quackity, sintió un alivio al dejar fluir todo aquello que lo atormenta. No todo se curó, simplemente pudo dejar de sentir ese nudo que comenzaba en su pecho y terminaba en su garganta tras no poder gritar y decirle a los cuatro vientos que nada estaba bien con él, que necesitaba ayuda.

Probablemente esa sensación volvería a aparecer pasando unos días por los continuos gritos, golpes y abusos que sufría por parte de su padre. Quackity odiaba admitir eso, que ese hombre el cuál tenía atada a su madre por los brazos era su padre, que ese hombre que lo violaba y agredía física y verbalmente fue parte fundamental para que él estuviera ahí respirando.

A sus cortos dos años de edad fue
cuando presenció el primer golpe, sus padres discutían de algo que su pequeña cabecita no lograba comprender, Marco enfureció y elevó la voz, Karina le siguió y levantó su tono de voz tan fuerte como su esposo. El hombre mayor recibió un insulto de parte de su esposa, Quackity no sabía hasta hace algunos años que significaba aquello, su pequeño cerebro sólo pudo captar que aquello le había dolido a su padre, lo hirió tanto que soltó el primer golpe justo en su mandibula, la mujer cayó al suelo decorado con lozas azules por la fuerza ejercida, Marco pareció satisfecho, con una mueca de claro enojo y un aura de ira puro, no se veía arrepentido en lo más mínimo y menos cuando la mujer tocó su barbilla ensangrentada haciendo a sus ojos soltar saladas lágrimas.

El pequeño bebé apenas podía procesar todo con sus dos añitos recién cumplidos, sabía que pegar era malo, que las lágrimas eran malas al igual que ese espantoso líquido rojo que salía de una gran cortada en la mandíbula de su madre. Quackity abrió fácilmente la puerta ya que sólo era cuestión de empujarla y con sus pequeñas piernas corrió al auxilio de su madre.

— ¿Mami? — El pequeño peli negro habló con temor.

— E-estoy bien cariño — La mujer trató de calmar a su bebé siendo esta tarea casi imposible pues las lágrimas seguian saliendo al igual que la sangre.

— ¿Papi? — El bebé, sentado al lado de su madre y con su pequeña mano apartando los cabellos de esta misma dirigió sus cristalinos ojos a su padre.

— Quítate de ahí Quackity, no hagas que me enoje más.

Y ahora, Quackity deseó tanto haber hecho caso a esa advertencia, a ese tono frío que había escuchado por primera vez hace diecisiete años y lo seguía escuchando todos los malditos días.

¿Qué es lo que el peli negro quería? Tranquilidad, paz, felicidad eterna, amor, era lo único que pedía, lo deseaba con todo su ser, con todo su corazón, no había día en el cuál una pequeña, muy pequeña parte de él se convencía de que algún día, uno que esperaba no sea lejano encontraría todo eso, viviría una vida plena y feliz al lado de su madre.

Y de Spreen también.

Quackity no se había dado cuenta hasta hace poco que no seguiría vivo si no fuera por su mejor amigo, Quackity lo amaba como si fuera su hermano y Spreen le había dejado en claro que su gran cariño era correspondido.

Always with you | SpreenckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora