Mal momento

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Si había un buen momento para arrepentirse, era este. Bastó solo unos minutos para abrir los ojos con dificultad y darse cuenta en que se había metido.

La habitación estaba oscura, el olor a humedad impregnaba las paredes y el polvo lograba obstruir sus vías respiratorias. El golpe en su cabeza debió ser muy fuerte, pues el mareo amenazaba con aparecer nuevamente.

Si tan solo no hubiese seguido el sonido a través de ese callejón oscuro, si tan solo no hubiese sido curiosa... no se encontraría en esta situación. Al mirar a su alrededor pudo notar a las personas en la sala, y para su horror, se dio cuenta que solo eran niños. Estaba claro, lo hecho, hecho está y ahora era tarde.

Lo típico de estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Y si antes estas inocentes vidas estaban en peligro, ahora su error podría terminar de definir el final de algunos de los pequeños que se encontraban junto a ella.

—Detente... —logró escuchar el débil susurro de una niña, que la miraba con sus ojos de un tono verde bosque tan hermoso, pero que contenían una expresión aterrorizada al verle intentar levantarse del suelo sucio donde estaba acostada. Se sentó con un poco de esfuerzo, y tras probar las ataduras que estaban alrededor de sus brazos, respondió.

—¿Cuánto tiempo llevan aquí? —negaron con la cabeza, demasiado asustados para contestar— ¿Están heridos?

Al no recibir respuesta, intentó tranquilizar a los niños.

—Va a estar todo bien, saldremos de aquí —aseguró. Luego de unos segundos, la niña se animó a responderle.

—¿Lo dices en serio? —murmuró la pregunta. Su cara estaba prácticamente escondida entre los rubios rizos dorados que caían sobre ella.

—Por supuesto que sí... Escucha, ¿Cuál es tu nombre?

—Sarah...

—Pues entonces Sarah, te prometo que lograremos irnos —intentó que en su tono se escuchara toda la esperanza que tenía para que la niña creyera en sus palabras—. Solo necesitamos encontrar la forma de escap...

—¡SILENCIO! —el grito la sobresaltó. Antes de que se diera cuenta, uno de los secuestradores, quien anteriormente le había golpeado para traerla hasta aquí, se encontraba a metros suyo— ¿Qué dije que iba a pasar si seguían hablando?

Le apuntó con el arma, el llanto desconsolado y las quejas se hicieron más fuertes en la sala. Su corazón se detuvo. Lo único que se podía reconocer de su cara cubierta por una máscara eran sus ojos, y éstos le decían que su amenaza no era en vano, no dudaría en disparar.

La puerta se abrió nuevamente mostrando a un hombre pelinegro con otra máscara puesta. Al ver la escena frente a él habló con fastidio.

—Deja de amenazarles, ya me canse de escuchar sus llantos. Y como sigan gritando los vecinos van a escuchar y llamaran a la policía.

—¡Ya lo sé! Les dije mil veces que guardaran silencio y no hacen caso. Pero no debemos preocuparnos, estuve cambiando algunos archivos y estarán demasiado ocupados como para prestar atención a una denuncia —respondió bajando el arma.

Fue entonces que se dio cuenta de la placa que ambos llevaban en su cinturón, su sangre se congeló de inmediato. Estos hombres eran traidores, parte de las autoridades, llamar a la policía no serviría, no podía confiar en nadie.

¿Significaba eso que no tenían oportunidad de escapar? Su respiración se aceleró poco a poco al pensar en esto, ella debía encontrar una forma.

Intentando alejar la ansiedad que sentía, logró recordar. La navaja suiza que siempre llevaba consigo, la forma de escapar estaba en el bolsillo trasero de su pantalón. Y casi se larga a reír histéricamente, quizá estos secuestradores no eran tan buenos, pero agradeció su error tomando disimuladamente la herramienta.

METANOIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora