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Elia piensa que todo el mundo parece haber venido más por el torneo que por la boda, y supone que es lo mejor. Sabe que a todas las casas del Dominio no les gusta que sea dorniense, así que al menos con el torneo tendrán un buen recuerdo de su boda.


Están sentados en la tribuna principal, que es suntuosamente lujosa. El estandarte que está en primer plano es, obviamente, el de su futura casa, los Hightower, pero junto a él está su emblema, el de la Casa Nymeros Martell. Su hermano Oberyn está a su lado, junto con Doran, que está acompañado por su esposa Mellario y algunos miembros honorarios de Dorne. No han venido muchos dornienses; su madre así lo había deseado. Cuantos más dornienses estén presentes, mayor será la ira de las casas del Dominio, le había dicho.

La princesa gobernante de Dorne se encontraba delicada de salud y no podía afrontar un viaje tan largo, por lo que se despidió de sus hijos y se quedó en Dorne. " Siempre debe haber un Martell en Dorne", fueron sus palabras de despedida.


A ella le hubiera gustado que su padre todavía estuviera vivo. Garin Wyl era su nombre; era el segundo hijo de Lord Wyland Wyl. Era mestizo, ya que la segunda esposa de su abuelo había sido una Huérfana de Sangre Verde. El padre de la princesa era la mayor alegría de su vida; le enseñó las costumbres de los Rhoynar y la amó hasta su último aliento. Había días en los que la princesa lo recordaba y no podía contener las lágrimas. Aunque su padre era un Wyl, era el hombre más dulce y amable. Elia siempre pensó que él sería quien la entregaría en su boda. Pero su padre había muerto hacía unos años, y ahora esa responsabilidad recaía en Doran.


La princesa aún conservaba la manta que él le había tejido; era una tradición para los Huérfanos de Sangre Verde tejer mantas para sus hijos. Esa misma manta se usaba para llevar a los bebés en la espalda de sus padres. Eso era lo que hacía Garin; ataba a su hija a su espalda hasta su cuarto onomástico, cuando la princesa era demasiado mayor para llevarla a todas partes. Todas las enseñanzas y lecciones que su padre le dio nunca serían olvidadas, porque ella no permitiría que su memoria desapareciera. Los Huérfanos de Sangre Verde decían que todo estaba conectado, como las corrientes de los ríos que desembocaban en los mares. Elia esperaba que fuera cierto porque cuando el Extraño viniera por ella, anhelaba que su padre la estuviera esperando.


Así que, aunque no había muchos dornienses de su lado, se mantuvo firme. Su boda era una oportunidad para Dorne; su padre le enseñó que un buen gobernante era aquel que velaba por los intereses de todos, no solo de unos pocos. Era su deber como princesa de Dorne darle a su familia y a su pueblo la oportunidad de avanzar hacia un futuro más próspero.


Así que no importaba si quería un séquito más grande de dornienses; había que hacer sacrificios, ya que era la futura esposa del heredero de los Hightower. Estaba sentada en el medio, con su brillante prometido a su derecha y, a su lado, toda la familia de la que pronto formaría parte.


Los Hightower habían sido amables con la princesa; ésta tenía una relación cordial con Lady Rhea Hightower, y Lord Leyton siempre la trataba con gentileza. No habían hecho ningún comentario extraño ni ofensivo. Lo único que no le agradaba mucho era que su futuro suegro insistiera en que debía tener una relación cercana con el heredero. Ella comprendía por qué él quería esa amistad, pero después de conocer al príncipe Rhaegar, esa petición se había convertido en una molestia.


Además de los padres de su prometido, tenía muchos hermanos, nueve en total. Ellos ponían nerviosa a Elia y también le daban alegría; ella sólo tenía dos hermanos, uno demasiado mayor para jugar con ella cuando era pequeña y el otro había sido su fiel compañero, nunca había visto una familia con tantos hermanos.


La princesa que no debió ser Donde viven las historias. Descúbrelo ahora