El sueño de la corona

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La noche se había asentado sobre Aetheris, cubriendo el reino con un manto de tranquilidad y estrellas. En el palacio, mientras el mundo exterior se sumía en el silencio de la oscuridad, el rey Alaric Astrion descansaba en su cámara. A medida que el sueño lo envolvía, su mente se sumergió en un paisaje onírico, una insolación que desafiaría su percepción de la realidad.

Su mente se transportó a un lugar de surrealismo y misterio: una habitación vasta y luminosa, cuyas paredes estaban completamente cubiertas de espejos. La luz suave y dorada que iluminaba la sala se reflejaba infinitamente en los espejos, creando un efecto hipnótico que desdibuja los límites entre lo real y lo imaginado.

El suelo de mármol pulido y las paredes de espejo estaban bañados en una luz etérea que acentuaba la atmósfera irreal. El eco de los pasos y susurros flotaba en el aire, amplificado por los reflejos infinitos.

En el centro de la habitación, Alaric vio una figura que capturó su atención de inmediato. Era una mujer de extraordinaria belleza, con la piel morena clara, que parecía brillar en medio de la penumbra. Su cabello negro como la noche caía en cascada de manera elegante. Su vestido, una tela fluida y de un blanco puro, se movía con gracia sobre el suelo de mármol. Pero lo que más atraía la mirada del rey era la corona que llevaba en la cabeza. Era un corona exquisita, adornada con piedras preciosas que brillaban con un fulgor inusual, proyectando destellos de luz que parecían desafiar las leyes del reflejo. La magnificencia de la corona y el resplandor de la belleza de la mujer fascinaban a Alaric.

–¿Quién eres tú? – preguntó Alaric, su voz resonando en espacio amplificado de los espejos. Su mirada no podía apartarse de la corona, que parecía tener una luz propia.

La mujer giró lentamente, y su imagen se multiplicó en los espejos, creando un juego de reflejos y distorsiones que acentuaba su aura misteriosa. Sus ojos, profundos y llenos de un enigma juguetón se encontraron con los de Alaric.

–¿Te inquieta mi presencia, rey? ¿O es la corona lo que roba la atención?

–Ambos –admitió con firmeza, acercándose. –Quiero saber quién eres ¿Qué significa esa corona?

Ella sonrió y el rey por un momento se olvidó de todo, la presencia de esa mujer era lo único que le importaba.

–¿Por qué te intriga tanto la corona? En una habitación de espejos, los adornos son sólo sombras de lo que uno busca.

Alaric frunció el ceño, frustrado pero intrigado por la forma en que ella esquivaba sus preguntas.

–Necesito respuestas ¿Quién eres? ¿Qué estás tratando de comunicarme?

La mujer rió suavemente, el eco de su risa amplificado en la habitación. –¿Y si te dijera que las respuestas son como los espejos, reflejos de lo que ya sabes? Tal vez lo que buscas está dentro de ti mismo. – Alaric sintió un escalofrío recorrer su espalda, la sensación de incomodidad aumentando.

–Esto no puede ser un simple sueño. Estoy en medio de una guerra y cada detalle es crucial. No puedo permitirme perderme en ensoñaciones sin sentimiento.

–Entonces, tal vez lo que buscas no está en la superficie– replicó ella con una sonrisa traviesa –A veces, el conocimiento verdadero se encuentra en lo que uno elige no revelar.

–¿Por qué no puedes simplemente decirme quién eres? insistió Alaric, su paciencia agotándose –¿Por qué esquivas mis preguntas de esta manera?

Ella se acercó un poco más, su presencia desafiante y seductora. –Porque las respuestas directas no siempre revelan la verdad, Además, ¿no es divertido jugar un poco en este mundo de espejos y enigmas? — De repente, el tono de la mujer cambió, y su mirada se tornó más seria —Pero antes de que me olvides, debo advertirte, Alaric... Rey Alaric Astrion. Ten cuidado en quien confías. Entre tus aliados, alguien está esperando el momento para traicionarte.

–¿Qué quieres decir con eso? ¿Quién será el traidor?

Ella no respondió directamente, en su lugar inclinó la cabeza con tristeza.

–En un mundo de espejos, a veces las traiciones están ocultas entre las sombras. Pero recuerda, el verdadero peligro no siempre es lo que parece.

La figura de la mujer comenzó a desvanecerse lentamente, sus rasgos y la corona mezclados con los reflejos infinitos. Alaric intentó seguirla, pero pronto la habitación se volvió un torbellino de imágenes y ecos, llevándolo de regreso a la realidad.

Despertó en su lecho, con el corazón acelerado y la mente llena de la imagen de la mujer. La conversación enigmática, el carácter juguetón y la ominosa advertencia sobre la traición seguían en sus pensamientos, dejándolo con una sensación de inquietud y una curiosidad insaciable.

Con el primer resonador del amanecer filtrándose a través de las ventanas de su camara, Alaric se levantó, aún perturbado por el sueño. Decidió que debía ocuparse de los asuntos urgentes del reino y se dirigió a su despacho.

La luz del sol comenzaba a iluminar la sala cuando Alaric entró en su despacho, una habitación repleta de documentos y mapas, que reflejan la magnitud de la responsabilidad que lleva sobre sus hombros. Se sentó detrás de su escritorio, sumido en el trabajo acumulado: informes de batalla, estrategias militares y correspondencia diplomática. Su mente, sin embargo, seguía atrapada en el sueño que habían tenido.

Mientras revisaba unos documentos, la puerta del despacho se abrió suavemente y entró Silvia, una de las sirvientas del palacio, con una taza de té humeante en la mano. Se inclinó respetuosamente y colocó la taza sobre el escritorio.

–Majestad, su té.

–Gracias, Silvia.

En ese momento, Eamon, su mano derecha, entró en la sala con una expresión de seriedad

–Majestad, he traído los últimos informes sobre el frente de guerra.

–Gracias Eamon. Déjame ver esos informes. –El rey levantó la vista hacia los papeles, tratando de enfocar sus pensamientos en el presente –Necesito saber algo.

Eamon asintió y se acercó –¿Qué desea saber, majestad?

Alaric dudó por un momento, su mente aún revuelta por el sueño. Finalmente, preguntó –La corona de la reina ¿Dónde está guardada?

–Está en un lugar seguro, en la cámara acorazada bajo llave. Solo unos pocos conocen su ubicación exacta. –Eamon estaba sorprendido por la pregunta pero respondió con profesionalismo.

–Una cosa más Eamon, te pido que cuides de mi hermana pequeña. Ella estará segura bajo tu vigilancia.

Eamon frunció el ceño, visiblemente preocupado –¿Por qué esta petición repentina, majestad? ¿Qué ocurre?

Alaric lo miró fijamente, su expresión sería –He tomado la decisión de participar personalmente en la batalla final. No puedo permitir que la guerra continúe indefinidamente. La princesa Liora debe de estar protegida mientras yo esté fuera.

–Entiendo. Arreglare todo para que la princesa esté bien cuidada. Sin embargo, debo decir que también planeo acompañarlo en la batalla. No puedo permitir que se enfrente a este desafío sin mi apoyo. –Eamon sabía que no podía evitar la decisión del rey, pero su preocupación era evidente.

–Gracias, Eamon. También quiero que pongas filtros de purificación en algunas partes del castillo, debemos estar preparados para lo que venga.

Silvia se inclinó una vez más y salió del despacho, dejándolos a solas. El rey volvió a sumergirse en el trabajo, pero su mente seguía revuelta por el sueño que había tenido, pensó en la mención de la traición, los filtros de purificación lo ayudarían si es que un boggart estaba infiltrado haciéndose pasar por otra persona después de todo esa es la especialidad de una criatura como esa. 

El fuego de los destinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora