La llama de la ira

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La noche se había convertido en un manto oscuro y silencioso mientras Seraphina caminaba hacia la casa de Liam, guiada por una mezcla de furia y determinación. La calle estaba tranquila, la manada de Lowenst parecía sumida en un sueño que contrataba con el torbellino emocional que atravesaba Seraphina. La luna brillaba con una intensidad fría, iluminando el camino de piedra que conducía a la casa que una vez guardó recuerdos hermosos que compartía con Liam. La fría luz de la luna parecía un recordatorio cruel de la distancia entre el pasado y el presente entre el amor que una vez que existió y la furia que ahora la consumía.

La relación con Liam había terminado apenas hace unos pocos días pero el rencor y el dolor seguían frescos en su corazón. Recordaba de manera intensa como Livia fue a restregarle en la cara que Liam la había besado y que por mucho que fuera su novia el lazo mate que tenían ellos dos era más intenso, Seraphina rompió en ese instante con Liam, no sin antes recordarle a Livia que las sobras siempre eran buenas para las personas hambrientas y vacías.

A pesar de que había tratado de mantener la calma y evitar un conflicto directo, que esta se metiera con su hermana no tenia perdón, estaba furiosa y esta se había intensificado al enterarse que Livia estaba en casa de Liam. Algo en su interior le decía que debía actuar y que, si no lo hacía, nunca encontraría paz.

Al llegar a la casa, Seraphina se detuvo un momento frente a la puerta. Cerró los ojos, inhalando profundamente para calmar el torrente de emociones que la invadía. Sabía que al entrar, no solo iba a confrontar a Livia, sino que también tendría que enfrentarse a Liam, el chico que seguía amando con intensidad y que ahora parecía estar eligiendo a la chica que encarnaba todo lo que ella detestaba.

Al abrir la puerta, el sonido de la cerradura girando resonó en el aire. Seraphina entró en la casa, encontrando un vestíbulo acogedor que parecía casi irreal en su estado de furia. A medida que avanzaba hacia el salón, sus pasos se hicieron firmes, sus pensamientos más oscuros.

La escena que encontró en el salón no hizo más que avivar su enojo. Liam y Livia estaban sentados juntos en un sofá, envueltos en una atmósfera de intimidad que contrastaba dolorosamente con el tumulto interno de Seraphina. El espectáculo de Liam, con la mirada suave y cariñosa dirigida hacia Livia, hizo que el corazón de Seraphina se hundiera aun más.

¡Así que aquí están! –su voz cortó el aire de la frialdad y el filo que dejaban claro su enojo.

Livia se levantó rápidamente, su rostro palideció al ver a Seraphina. Liam se puso de pie también con una expresión que variaba entre sorpresa y preocupación.

–Seraphina... ¿Qué haces aquí? – pregunto Liam, su voz cargada de confusión.

Seraphina lo miró con dureza para después pasar su mirada a Livia, está retrocedió.

He venido a hablar sobre lo que le hiciste a mi hermana –dijo con voz grave– Lo que hiciste es inaceptable y me niego a permitir que sigas actuando como si nada hubiera pasado.

Livia intentó mantenerse firme, pero las manos le temblaban ligeramente.

No sé a que te refieres – dijo, su tono con intento de desdén pero ciertamente no podía ocultar su nerviosismo.

Seraphina no le dio tiempo para más. Su palabras eran afiladas, como cuchillos lanzados sin piedad.

Claro que sabes a qué me refiero. Robaste la dignidad de mi hermana, la humillaste ¿Cómo puedes vivir contigo misma sabiendo el daño que has causado? Conociendo lo repugnante que eres.

El fuego de los destinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora