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Jeno

 



—¡Infierno sangriento! —Me quedé mirando el café caliente que se extendía rápidamente por mi traje. Estaba empapando mi camisa y la parte delantera de mis pantalones, haciendo que pareciera que me había orinado. Y era café caliente.

No era así como planeaba comenzar mi día.

—Oh, señor, lo siento mucho. Es totalmente mi culpa. No lo vi.

Apreté la parte superior de la cabeza de alguien mientras palmeaban mi ropa, tratando de absorber el café con una servilleta. Conocía a la mayoría de las personas que trabajaban para Silver Spoons Inc., pero no recordaba a nadie que tuviera el pelo castaño claro con reflejos rubios.

Estoy bastante seguro de que lo habría recordado.

—Lo siento mucho, señor Lee. 

—Está bien, —me encontré diciendo, lo que iba bastante en contra de mi naturaleza. No pensé que fuera completamente grosero con la gente, pero me habían dicho que era algo enérgico.

Simplemente no podía soportar la incompetencia, y siendo el Director de Riesgos de Silver Spoons Inc., me encontré con ella muchas veces. Estaba en la descripción del trabajo. Era mi responsabilidad intervenir cuando había problemas con nuestras adquisiciones y encontrar soluciones para que esos problemas desaparecieran. Podría ser bastante creativo cuando la necesidad lo requiriera.

No estoy seguro de que eso fuera lo que se pidió en este momento.

—Está bien, —dije de nuevo.

—Realmente lo siento, señor —La cabeza del hombre se levantó hasta que pude ver su rostro.

Contuve el aliento. 

Ojos tan azules como las aguas de las Bahamas me miraban a través de unas gafas de montura gruesa que descansaban sobre una nariz aguileña recta. Tenía la barbilla cuadrada y los labios hermosamente delgados. Tenues mechones de cabello rubio arenoso caían sobre su frente.

Mi mirada estaba clavada en su rostro y luego se movió lentamente sobre su cuerpo. Hice una breve pausa cuando vi la pajarita a cuadros roja y azul antes de pasar por encima de su camisa de vestir blanca y su chaqueta de traje azul oscuro. Miré sus impecables pantalones azul oscuro hasta sus zapatos de vestir negros.

Y luego volví a la pajarita. Sentí un cosquilleo en la boca del estómago.

Mis ojos se entrecerraron con sospecha.

—¿Quién eres tú?

La boca del hombre se curvó en una atractiva sonrisa. 

—Mi nombre es Donghyuck, señor. Donghyuck Lee. Soy el asistente ejecutivo del señor Mark.

—¿Qué le pasó a Jiyoung? 

No me había ido tanto tiempo.

—No estoy al tanto de esa información, señor, pero puedo preguntarle al señor Mark.

—No, le preguntaré. —Caminé por el pasillo hacia la puerta de Mark.

—Señor, señor, el señor Mark no está en su oficina.

Me detuve antes de llegar a la puerta de Mark y me volví para mirar al hombre.

—¿Dónde está?

—Todavía no ha llegado a la oficina.

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