Tiempo antes.
—Déjame ayudarte, no quiero que te lastimes —Gemini, no, mi esposo, me tomó en brazos, sacándome de la silla y con cuidado me ayudó a acostarme en la que sería nuestra cama matrimonial—. Voy a buscar tu pijama para que puedas dormir más cómodo.
Asentí, me quité la corbata y la ropa de la parte superior de mi cuerpo.
—¿Puedes ayudarme con los pantalones? —le pregunté—, solo será por esta noche, ya que mañana vendrá la enfermera, ella me ayudará a hacerlo.
Gemini me miró serio, como si no estuviera de acuerdo con algo, aún tenía el semblante triste, pero justo antes de entrar al registro civil, él dijo que había tomado su decisión como un hombre; sin embargo, a pesar de ser mejores amigos, nunca me dijo cuáles fueron sus razones para elegir casarse conmigo y dejar a Prim.
No hubo una gran fiesta, fue algo "familiar". La mayoría de las personas que acudieron fueron los accionistas de las empresas; veían nuestra boda más como un gran negocio. No duró mucho y no hubo beso de "felices para siempre".
—Soy tu esposo, a partir de ahora es mi deber quitarte la ropa —bromeó con una sonrisa ladina. Nos miramos y después ambos sonreímos por su comentario. Me alegraba que, después de todo, no había perdido su humor y no me odiaba por lo sucedido, lo que acabó con la tensión del ambiente y pude relajarme. Se acurrucó a mi lado y dormir con un peso extra en la cama se sentía bien.
Me gustaba ser su amigo; Gemini era divertido, trataba de hacerme reír y nunca le importó mi condición física. De todas las personas, él jamás me vio con lástima. Desde el accidente donde perdí la movilidad de mis piernas, siempre vino a verme; fue el único que no me abandonó.
Me senté con dificultad en la cama y moví mi mano por el buró en busca del libro que había estado leyendo las últimas semanas. Lo encontré cerca del florero que tenía dos bonitos claveles. Necesitaba leer un poco para poder dormir y esperaba que a Gemini no le molestara que la lámpara estuviera encendida.
Como amigos la pasábamos bien, como esposos, bueno, no podía considerarlo mi esposo porque no existían actitudes de ese tipo entre nosotros. Solo éramos mejores amigos.
Una semana después de casados, Gemini llegó borracho a casa.
—Se fue, Fot —él estaba llorando, ni siquiera podía ponerse de pie, y me frustró no poder ayudarlo a sostenerse o acostarlo a mi lado. Yo solo estaba sentado en la cama viendo televisión; la apagué cuando lo vi llegar—. Ella se fue a Canadá, para siempre, me abandonó.
—¿Prim? —pregunté y asintió.
—Fue a verme a la oficina y me lo dijo, se fue para siempre y se despidió de mí. Dijo que jamás quería volver a verme, que la había lastimado mucho y que deseaba que fuera infeliz para siempre.
—¿La viste? —asintió de nuevo, casi cayendo al suelo. Por supuesto, yo sabía que, aunque Gemini se casó conmigo, no había dejado de quererla en ningún momento; él vino a mí cuando puso fin a su relación con ella y lloró todo el tiempo hasta que se quedó dormido. Sí, estaba casado conmigo, pero lo nuestro no era más que un contrato; lo de ellos era amor. No tenía que molestarme, pero aun así lo estaba.
—¿Estuviste con ella? —pregunté sin saber por qué, sobre todo porque no quería saber la respuesta. Gemini asintió de nuevo y un dolor se instaló en mi estómago—. ¿Te acostaste con ella?
Su respuesta afirmativa me dejó sin palabras; no sabía qué hacer. Lo único que sabía era que, si pudiera levantarme de la maldita cama por mí mismo, lo rompería todo y le gritaría muchas cosas feas a mi esposo.
—La amo tanto.
—¡No hagas eso! ¡O voy a odiarte! —finalmente le dije, apretando las sábanas entre mis manos, molesto con él y conmigo mismo por mi actitud—. Te guste o no, te casaste conmigo, pero te acostaste con ella y eso no está bien, Norawit. —Él me miró sorprendido.
—No estamos casados por amarnos —dijo, moviéndose con dificultad por la habitación, peleando con su ropa e intentando ponerse el pijama—. No te amo y no me amas.
—¡Y aun así no está bien! —grité enojado—, eres mi esposo y debes respetarme, yo te respeto.
—Es porque no puedes ni siquiera salir de esa cama tú solo —dijo, mirándome enojado, pero el que debería estar furioso era yo—. Si no, también harías lo mismo, porque no me amas.
—¡No lo haría! —afirmé mientras trataba de moverme hasta la silla de ruedas—. Incluso aunque pudiera salir por mi cuenta de esta cama, no lo haría —quise demostrarle que no mentía.
Me moví por la cama, con mi mano jalé la silla y la coloqué cerca para intentar sentarme en ella. Cuando iba a hacerlo, la silla rodó hacia atrás y caí de la cama golpeándome con fuerza en la cara, los brazos y mi abdomen. Si me golpeé la parte baja de mi cuerpo, ni siquiera lo sentí.
Eso asustó a Gemini; lo pude ver en su mirada aterrada, como si el alcohol saliera de su sistema por el susto mientras se apresuraba hasta donde yo estaba. Se agachó y me ayudó a levantarme y subirme a la cama de nuevo. Me dolió, pero en frente de Gemini no quise llorar.
—Perdóname, FotFot —dijo—, perdóname por todo. El terror y la tristeza en su mirada me hicieron bajar la mirada. No era la primera vez que me caía de la cama mientras intentaba subirme a la silla; habían pasado muchas veces y mis piernas estaban llenas de moretones por los golpes. Sin embargo, sí era la primera vez que pasaba frente a Gemini.
No dije más, me sentía triste y humillado.
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La chica la que amaste | Geminifourth
FanfictionElla, la mujer que mi esposo amaba, es muy bella y carismática, como una rosa roja en medio de simples margaritas; regreso a Bangkok desde su natal Canadá, justo cuando mi matrimonio no iba bien. Adaptación.Todo los creditos a la autora original...