Tiempo antes.
Una de esas noches, donde Gemini se encontraba triste y hacía frío, me abrazó por la espalda mientras fingía que dormía y no tenía ningún tipo de mortificación. Eso se hizo una costumbre, velada tras velada. Mentiría si dijera que no me gustaba sentir su peso sobre el mío, el calor que emanaba o el olor de su cuerpo. Pero una noche, él llegó y, mientras estaba tratando de dormir, pude sentir sus labios en mi frente y luego en mi boca. No abrí los ojos, no quería que se diera cuenta de que estaba despierto, aunque tuve muchas ganas de corresponder a su beso. Un escalofrío recorrió mi cuerpo mientras Gemini me acariciaba y se produjeron algunas cosquillas en mi estómago. Para otros, lo llamarían las mariposas del enamoramiento.
Entonces pensé que tal vez, ya fuera por costumbre o cariño, Gemini empezaba a sentir algo por mí y que esta unión llamada matrimonio no terminaría en un fracaso como lo había estado pensando desde el inicio.
Ya no hablábamos como antes; Gemini siempre estaba ocupado en el trabajo y solo llegaba a dormir. De vez en cuando me llevaba a dar la vuelta al golf o con sus amigos, pero la mayor parte del tiempo me negaba a vivir en sociedad. Entonces, Gemini no me obligaba; a veces se iba solo y otras solo se quedaba haciendo compañía en la biblioteca del departamento, que fue lo único que traje de la casa de mis padres. Las demás pertenencias no eran suficientes para llenar el vacío que tenía; solo los libros podían transportarme a otros mundos. Una declaración cliché, pero así era. En esos mundos, nadie me miraba con lástima; en esos mundos, como en mis sueños, yo no podía volar. Para mí, eso era insignificante; en esos mundos, yo podía caminar y correr.
Cuando Gemini se separó de mis labios, lo sentí acostarse a mi lado y de nuevo abrazarme como si yo fuera un soporte.
La noche siguiente, ambos estábamos despiertos y acostados uno al lado del otro leyendo; yo un libro, Gemini el periódico. No podía olvidar su beso, por lo que dejé el libro encima del mueble a mi lado y lo llamé con un ligero:
—Gemini.
—Umm —fue su corta respuesta.
Aparte el periódico que Gemini no había dejado de leer de manera suave, dejándolo también en el pequeño mueble arriba del libro. Él me miró con una expresión confusa en su rostro y yo me acerqué lo más humanamente posible y le di un beso en los labios.
Él no correspondió, por lo que me aparté de él, con la mirada apenada y avergonzada; sin embargo, Gemini pasó la palma de su mano por mi rostro y con su pulgar acarició mi mejilla, como una muestra de cariño y afecto, algo que necesitaba después de su rechazo evidente. Aun así, me armé de valor.
—Gemini —dije su nombre. Él estaba sorprendido, pero no había dejado de tocarme la cara—. ¿Por qué no tratamos para que este matrimonio funcione?
—¿Quieres que funcione? —preguntó de regreso—, ¿Que nos comportemos como esposos?
Asentí, él quitó su mano y se rascó la nuca como si estuviera pensándolo seriamente. Su actuar me puso ansioso a mí, esperando por su respuesta y deseando que fuera afirmativa; lo necesitaba más que nada.
Entonces solo sonrió mirándome tiernamente.
—Podemos intentarlo —dijo, luego se acercó y me besó—. Yo te he besado otras veces —admitió, pero no me atreví a decirle que era algo de lo que ya me había dado cuenta—. Lo he pensado mucho antes; nosotros estaremos casados por el resto de nuestras vidas, así que pensé que al menos debería intentarlo. Para mi sorpresa, no fue tan raro como debería. Pensé que lo sería porque ambos somos hombres y...
—Hablas demasiado —aseguré, atraje su rostro y lo besé nuevamente. Sus manos se movieron por mi cuerpo; podía sentirlas acariciar mi espalda y mis costillas, por debajo de la playera azul que me había puesto ese día. Podía sentir los besos que depositó lentamente en mi cuello, y el sentimiento me hacía estremecer, algo que no había experimentado nunca antes y que deseaba que jamás acabara.
Rodeó sus brazos en mi cintura y me acostó bien en la cama con su cuerpo encima de mí. Sus manos levantaron mi playera hasta lograr sacármela y luego me besó, en el cuello y bajó hasta mi abdomen haciéndome estremecer. Me miró; sus ojos eran unos que nunca antes había visto, me miraba con excitación y, sin decirme nada, me chupó un pezón.
—Gemini —susurré, casi gemí—. Se siente raro.
Lo vi sonreír con descaro y jugar con mi cuerpo. Yo era un manojo de nervios, dejando que él hiciera conmigo lo que quisiera, sin reclamar, sin quejarme. No dije ni pío, solo disfruté de sus toques en mi cuerpo, la sensación de su lengua en mi oreja que, más que cosquillas, lo que me hacía sentir era mucho placer. Cuando me besaba, su lengua exploraba la mía y ligeramente me mordía el labio.
Pero fue algo frustrante para ambos cuando trató de levantarme una erección y esta nunca apareció. Era inútil, por más que frotaba mi pene con su mano, yo no lograba sentir nada de la parte baja de mi cuerpo.
—No te detengas —le advertí, mientras en su rostro podía observar la decepción y la desesperación; aun así, mi yo egoísta quería llegar hasta el final.
Cuando su erección se perdió dentro de mí, aunque yo ni siquiera lo sentí, lo escuché gemir y lo vi embestir contra mí con fuerza. Su respiración era entrecortada y de vez en cuando pronunciaba mi nombre con un toque placentero; pero apenas sentía su toque.
En el momento en que terminó, se acostó a mi lado y miró al techo como si fuera lo más interesante que había visto. Después de un rato, se cambió y me ayudó a ponerme mi pijama.
—Perdón —dijo con un tono apenas perceptible—, me hubiera gustado hacerte sentir bien.
—Fue raro, pero no estuvo mal.
Ocultó su rostro con su brazo y, lleno de frustración, apretó las sábanas con su mano libre y soltó una maldición. Creo que dijo "shit", en inglés.
—Eso fue horrible —afirmó—. El peor sexo de mi vida.
Esa había sido mi primera vez. No dije nada, tragué mis comentarios dolorosos y solo pasé saliva por mi garganta. Yo también miré el techo del departamento como si fuera lo más interesante del mundo; entonces, lloré cuando se quedó dormido.
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La chica la que amaste | Geminifourth
FanfictionElla, la mujer que mi esposo amaba, es muy bella y carismática, como una rosa roja en medio de simples margaritas; regreso a Bangkok desde su natal Canadá, justo cuando mi matrimonio no iba bien. Adaptación.Todo los creditos a la autora original...