•| Capítulo II |•

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     La noche no fue como las demás, tener a alguien en su hogar no era nada normal para el peliblanco. Aún se preguntaba porqué ofreció llevarla a su casa; fue difícil que le dejara dormir, ya que no paraba de hacer preguntas. Al final del día, logró sobrevivir a eso y dormir bien.

El amanecer dio cobijo al bosque, entrando sus rayos por las ventanas de su hogar, Seren, por supuesto se había levantado desde temprano, ya que debía ir y surtir los víveres, debido a que ya casi no tenía comida en su hogar. Por suerte, el rey le acababa de pagar, podría comprarlos y quizás comprar unas cosas extras. Se vistió, preparó su bolso de la cadera y su dinero para salir.

Se asomó al piso de abajo que es donde había dejado quedarse a la pelirroja, al parecer no hizo falta ofrecerle el sofá para dormir pues esta estaba dormida, pero flotando por todo alrededor. Le daba pendiente dejarla sola, sin embargo a primeras horas de la mañana el mercado siempre tiene los mejores productos y no hay tanta gente como al medio día. Si quería ganar los mejores ingredientes, debía llegar primero.

Preparándose para su atareado día, tomó las cosas necesarias y las guardó en su bolsa. Acomodó su banda amarilla en la frente y con su capucha cubrió su cabeza. Salió en silencio, intentando hacer el menor ruido posible al abrir la pesada puerta de madera. Una vez fuera, se tomó unos segundos disfrutando de la luz solar en su rostro. Las aves que descansaban en los enormes árboles, cantaban a su alrededor y tomó un enorme respiro.

Su andar hacia el mercado fue igual que siempre. Caminó rápido cerca del Río, todo colina hacia abajo. Pero más de una vez se detuvo al notar un par de rocas en su camino, resguardandolas en el bolso que descansaba en su cadera.

Llegando al mercado, compró la carne indispensable para al menos esa noche. Dándose el lujo de comprar un par de filetes debido a la nueva inquilina en su hogar. Aunque la señora del puesto le miró raro cuando pensó en voz alta si un fantasma podría comer. Espera que no empiecen a correr rumores.

Observando todos los puestos del mercado y solo comprando lo necesario. Se detuvo al encontrarse al nieto de la señora Diana atendiendo el puesto él solo.

—Oye, niño, ¿Y la señora Diana? —esa fue su manera de saludar al menor.

—No te importa, exhibidor —y esa fue su respuesta.

—Me importa, y mucho —sin preguntar, tomó asiento en lo que parecía ser la silla del niño, dejando sus cosas en el suelo—. Que calor hace esta mañana —comentó, agitando su mano frente a su rostro.

—Esta mañana no se sentía bien —dijo más tarde, y la preocupación viviente en su voz no pasó desapercibida.

—¿Qué tan mal se encuentra?

℘Detrás Del Ojo De Ámbar℘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora