•| Capítulo IV |•

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      Los días pasaban, y con ellos, Seren y Lilith se acercaban más, como si el tiempo mismo los uniera de forma inevitable. Aunque Seren no podía descubrir por completo el pasado de Lilith, comenzaba a conocerla de otra manera: por su esencia, por sus actos, por aquello que la hacía ser quien era.

Al comenzar una nueva semana, Seren despertó temprano. Acarició la cabeza de Merlín, que se había movido al sentir que Seren se levantaba de la cama.

Se vistió con calma, ajustando la venda en su brazo derecho mientras estiraba los músculos adormecidos. Al ponerse el calzado, bajó con rapidez al primer piso. Lavó su rostro con agua fría, dejando que la sensación helada lo despejara por completo.

Alzó la vista y observó a Lilith, que dormía flotando sobre el sofá, suspendida en el aire como si fuera lo más natural del mundo. Seren sonrió levemente antes de colocarse su capa. Con su mercancía lista y guardada en el bolso amarillo que descansaba junto a su cadera, estaba preparado para salir.

Antes de irse, notó que Bell lo observaba desde su rincón. Seren se acercó, acariciando con cariño el plumaje del ave, que inclinó la cabeza ante el gesto.

—Buenos días, Bell. Deberías descansar un poco —dijo en voz baja, como si no quisiera romper la tranquilidad de la mañana—. Avísale a Lilith que volveré más tarde. Y, por favor, no quemen la casa. Me gusta mucho.

El ave graznó, sintiéndose ofendido. Por lo que el de tez morena tuvo que salir casi corriendo de la casa por miedo a ser picoteado.

Por ahora esa era su única preocupación, además de la salud de la señora Diana, esperaba verla en el mercado el día de hoy.

El camino por el bosque fue bastante tranquilo, en el camino ya iba pensando que podría comprar en el mercado al salir del palacio, pero grande fue su sorpresa al ver que no había puesto alguno, las puertas del palacio estaban cerradas, había varios guardias alrededor y pocas personas, lo más prudente era volver a casa, sin embargo tenía que cumplir con su trabajo, era alguien bastante responsable con sus obligaciones y había prometido una nueva entrega ese día.

Cambió su camino a la otra entrada del palacio, se supone que solo pocos la conocían, sin embargo encontró más guardias allí, eso ya era extraño.

¿Que estaba sucediendo?

Lo mejor era volver al bosque y disculparse con el rey después, sin embargo sus planes no saldrían como él quería.

—¡Oye muchacho! ¡¿A donde ibas?! Pocos saben de ese sitio... ¿Qué te propones? —le preguntó un guardia con una voz poco amigable

—Solo caminaba por aquí, oficial. Nada importante —respondió lentamente, dando la vuelta para regresar.

—En otra ocasión te creería. En el bosque es fácil perderse —dijo otro guardia que se puso al lado del otro.

—¿Por qué es diferente en esta ocasión, oficial?

℘Detrás Del Ojo De Ámbar℘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora