7. Tu historia

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Elisa se despertó sola en la habitación de Nika. Su cama estaba perfectamente hecha y la luz entraba por las ventanas dándole al cuarto un aspecto más cálido y acogedor. Se desperezó sin contenciones y se preguntó cómo podía haber dormido tan profundamente como para no darse cuenta de nada. El reloj de su muñeca marcaba las diez y media. Pegó un salto y se vistió con agilidad para bajar rápidamente a donde estuvieran los demás.

En la cocina, solo estaba Alek lavando platos. Se giró en cuanto ella hizo acto de presencia antes de que pudiera siquiera darse la vuelta para irse por donde había llegado. La saludó con sequedad y señaló una bandeja con unos bollitos que Elisa no reconoció rápidamente.

一Hola. ¿Hay alguien más aquí? 一preguntó tímidamente.

一Mi abuela.

一Ah, genial. Me gustaría hablar con ella.

一A ella también, seguro.

一¿Sabes dónde puedo encontrarla?

Alek asintió.

一En el salón.

一El salón... 一musitó mientras cogía un bollito y se dirigía a la salida一. ¿Dónde está?

一Todo el pasillo de la izquierda al fondo 一señaló sin mirarla, continuando con los platos一. Está justo al lado de la habitación que estabas husmeando anoche.

Elisa se giró al instante cuando escuchó sus últimas palabras. Torció el gesto sin disimulo.

一¿Perdón?

一¿Qué?

一No estaba husmeando. Te expliqué que solo buscaba...

一Ya. Recuerdo lo que explicaste. Estaba allí 一la cortó.

La rabia ascendió como una erupción volcánica por el estómago hacia el cerebro.

一¿Perdona?

一Mi abuela está en el salón.

一Será mejor que me vaya, sí.

Alek no respondió. Sacudió la cabeza cuando la invitada dejó la cocina por la puerta que había entrado para ir a ver a su abuela. Un remolino de emociones revolucionaba su interior. Había sentido mucha impotencia al ver que llegaba a su casa sin avisar a nadie y Nika había contribuido a aquello. Y aunque lo había intentado –menos de lo que a Iván le habría gustado– no podía tomarse aquella nueva presencia en la casa como algo inofensivo.

La hija legítima y heredera había llegado allí como un huracán y estaba claro que no tenía buenas intenciones. Después de todo, iba a reclamar lo que era suyo y eso concluiría con todos en la calle.

Lavaba los platos con parsimonia y los dejaba en la encimera con poca delicadeza, como si una pequeña parte de él quisiera romperlos a la vez que los depositaba en aquella superficie. Odiaba con toda su alma el periodo que se avecinaba sobre su familia y odiaba lo que significaba aquella chica de apariencia angelical e inocente. Y detestaba que Nika estuviera cayendo en aquello y creyendo sus buenas intenciones hasta el punto de haberla metido en casa y en su dormitorio.

Además, no se le iba de la cabeza el problema que tenía con Irina. Nika solo había empeorado las cosas y sabía que, cuando regresara esa tarde del bar, hablaría con su abuela y le forzaría a él a tener aquella conversación. Nika exageraba. Irina no le trataba tan mal como ella quería hacer ver, pero era una chica con mucho carácter y poco control a la hora de utilizar ciertas expresiones. Entendía que los demás considerasen que no era un buen trato, pero él sabía cómo era su novia. No era una mala persona y no le despreciaba como Nika quería dar a entender.

Después de perderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora