Pensamientos prohibidos

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La noche ha caído sobre el vecindario, y la casa de Sofía está envuelta en un silencio tranquilo, solo interrumpido por el suave zumbido de la brisa que mueve las cortinas en su habitación. Sofía está tumbada en su cama, la tenue luz de su lámpara proyecta sombras en las paredes mientras sus pensamientos giran sin descanso en su mente.

No puede dejar de pensar en Isabela. Desde su último encuentro, cada momento a solas está invadido por recuerdos de sus caricias, de sus palabras suaves y de la manera en que su cuerpo había respondido tan intensamente al toque de Isabela. Es como si Isabela estuviera grabada en cada fibra de su ser, y ahora, en la soledad de su habitación, esos recuerdos vuelven con una fuerza abrumadora.

Sofía cierra los ojos, dejándose llevar por la imagen de Isabela. Puede verla claramente en su mente, la forma en que sus manos se movían sobre su cuerpo, la manera en que sus labios se sentían contra su piel. Un suspiro escapa de sus labios mientras su mano se desliza lentamente por su vientre, imitando los movimientos que Isabela había hecho.

Sus dedos alcanzan su sexo, y Sofía jadea suavemente al sentir su propia humedad. El contacto le envía una ola de placer que la hace morderse el labio, su mente completamente enfocada en la imagen de Isabela. Sus dedos comienzan a moverse en círculos lentos, acariciando su clítoris mientras un nombre se forma en sus labios.

—Isabela... —susurra Sofía, con la voz entrecortada por el deseo.

Cada vez que pronuncia el nombre, parece que el placer se intensifica. Su mente se llena de fantasías de Isabela, de lo que habían hecho, de lo que podrían hacer. Sus dedos se mueven más rápido, siguiendo el ritmo de su respiración que se vuelve más pesada, más desesperada.

—Isa... —gime Sofía, su espalda se arquea mientras se pierde completamente en el momento, sin darse cuenta de nada más a su alrededor.

Pero lo que Sofía no sabe es que, al otro lado de la ventana, entre las sombras del jardín, Isabela la está observando. Había llegado, atraída por una curiosidad insaciable, y al ver la figura de Sofía moviéndose en su cama, no pudo resistir el impulso de mirar más de cerca. Se esconde en la oscuridad, sus ojos fijos en el cuerpo de Sofía, observando cada movimiento, cada gemido que escapa de sus labios.

Isabela siente una mezcla de posesión y lujuria al ver a Sofía tan entregada, tan vulnerable y tan ajena a su presencia. La imagen de Sofía, tocándose mientras murmura su nombre, es una visión que Isabela nunca había imaginado ver, y le produce una ola de deseo que hace que sus manos se aprieten en puños, luchando contra la tentación de entrar.

Sofía sigue moviéndose, su respiración se convierte en jadeos cortos y rápidos mientras se acerca al clímax, el nombre de Isabela sigue escapando de sus labios en gemidos suaves y desesperados.

—Isabela... —gime Sofía una última vez, su cuerpo se sacude con fuerza cuando el orgasmo la invade, sus dedos se mueven frenéticamente mientras su mente se pierde en la fantasía de estar con Isabela.

Al otro lado de la ventana, Isabela sonríe con una satisfacción oscura, sabiendo que ha logrado ocupar la mente y el cuerpo de Sofía incluso en su ausencia. Se aleja lentamente, dejando que Sofía disfrute de su momento de intimidad, segura de que este es solo el comienzo de algo mucho más profundo entre ellas.

Sofía, aún en su cama, se queda quieta, su respiración lentamente vuelve a la normalidad. Abre los ojos, mirando el techo, y una sonrisa suave se forma en sus labios. No puede evitar pensar en Isabela, preguntándose qué haría si supiera lo que acaba de suceder. Pero lo que Sofía no sabe es que Isabela ya lo sabe, y ese conocimiento solo servirá para acercarlas más en el inevitable juego que están jugando.

Y así, en la calma de la noche, ambas mujeres, cada una en su propio espacio, se dejan llevar por el deseo, sabiendo que el próximo encuentro solo será más intenso, más inevitable.

QUERIDA VECINA | RELATOS LÉSBICOS ERÓTICOS +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora