En la quietud de la noche, Isabela se encuentra sola en su casa, el silencio a su alrededor tan profundo que casi se puede escuchar el latir de su propio corazón. La luna brilla en el cielo, lanzando un haz de luz a través de la ventana que ilumina la habitación en penumbras. Isabela, sentada en el borde de su cama, se permite un momento de introspección, un espacio para reflexionar sobre sus sentimientos por Sofía.
Mientras la brisa nocturna juega con las cortinas, Isabela cierra los ojos y se deja llevar por sus pensamientos. La imagen de Sofía aparece en su mente, tan vívida como si estuviera allí con ella. Recuerda cada detalle de Sofía: la suavidad de su piel, la curva de su sonrisa, la mirada intensa de sus ojos que parece ver directamente en su alma.
—Sofía —susurra Isabela al vacío, su voz cargada de un deseo contenido. En la seguridad de su soledad, Isabela se permite explorar estos sentimientos, dejándose llevar por la imaginación.
Imagina el tacto de Sofía, tan real como si pudiera sentirlo en ese mismo momento. La suavidad de sus mejillas, la textura de su cabello entre los dedos. Imagina cómo sería trazar suavemente los contornos de su cuerpo, descubriendo cada respuesta, cada suspiro.
Isabela se recuesta, dejando que la almohada abrace su cabeza mientras su mente divaga hacia escenarios imaginados, donde ella y Sofía exploran el umbral de sus sensaciones juntas. Piensa en lo que le gustaría hacerle a Sofía, cómo le gustaría hacerla sentir amada, deseada, adorada.
—Lo que daría por tenerte aquí, para mostrarte cuánto te deseo —murmura Isabela, sus palabras llenas de una pasión que solo la soledad puede conocer. Imagina enseñarle a Sofía el arte del tacto, guiando sus manos en un baile de exploración mutua, cada movimiento más significativo que el último.
En su soledad, Isabela se deja llevar por el deseo de un encuentro imaginado, donde cada gesto y cada caricia profundizan su conexión. Imagina susurrar en el oído de Sofía, palabras de amor y deseo, promesas de placer y descubrimiento que esperan ser cumplidas.
Con cada pensamiento, Isabela siente una conexión aún más profunda con Sofía, un lazo que va más allá de la simple atracción física. Es un vínculo emocional que se fortalece incluso en la distancia, en la soledad de la noche, donde los deseos no dichos encuentran voz en la oscuridad.
Finalmente, Isabela se permite un último pensamiento antes de dejarse llevar por el sueño, uno donde Sofía está con ella, no solo en espíritu, sino en cuerpo y alma, compartiendo el calor de su amor en la tranquila noche.
ESTÁS LEYENDO
QUERIDA VECINA | RELATOS LÉSBICOS ERÓTICOS +21
RomanceAdvertencia: Si no estás lista para calentarte como nunca, mejor cierra este libro ahora. Esta novela es pura erótica, sin censura y sin piedad. Querida vecina es para las que quieren mojarse hasta los huesos con una historia que no deja nada a la...