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La luz suave de la lámpara ilumina la habitación mientras la respiración de Sofía se va calmando, aún recostada sobre la cama junto a Isabela. El silencio entre ellas no es incómodo, sino cargado de una tensión latente, de algo que ha quedado sin decir, sin hacer.

Sofía gira la cabeza para mirar a Isabela, quien está tumbada a su lado, con los ojos cerrados y una expresión de serenidad en su rostro. Hay una decisión que se forma en la mente de Sofía, una certeza que no había tenido antes. Ya no quiere detenerse, ya no quiere explorar sola. Necesita más, necesita sentir el toque de Isabela, su guía, su experiencia.

—Isabela... —su voz es suave, pero firme, rompiendo el silencio—. Quiero que... me toques.

Isabela abre los ojos lentamente, girando la cabeza para encontrarse con la mirada de Sofía. Durante un momento, no dice nada, simplemente la observa, leyendo cada emoción, cada pensamiento que cruza por la mente de la joven. Finalmente, una leve sonrisa aparece en sus labios.

—¿Estás segura, Sofía? —pregunta, su tono es bajo, íntimo, pero con un toque de seriedad. Quiere asegurarse de que Sofía comprende lo que está pidiendo.

Sofía asiente, sus ojos brillan con determinación y deseo.

—Sí, estoy segura —responde, su voz es más fuerte, más segura de lo que había esperado.

Isabela la observa un momento más, y luego se inclina hacia adelante, sus labios rozan suavemente los de Sofía, en un beso que es a la vez tierno y cargado de promesas. Cuando se separa, la mira directamente a los ojos, como buscando cualquier rastro de duda. No encuentra ninguna.

—Voy a tocarte, Sofía —murmura Isabela, su voz es un susurro que envuelve a Sofía en un abrazo invisible—. Pero quiero que me digas si en algún momento quieres que me detenga.

Sofía asiente nuevamente, incapaz de encontrar palabras. Su cuerpo ya está reaccionando al simple hecho de que Isabela está tan cerca, tan lista para llevarla a lugares donde nunca había estado.

Isabela se inclina sobre Sofía, comenzando con un beso suave en los labios, un gesto que pronto se profundiza, haciéndose más intenso. Sus manos comienzan a explorar el cuerpo de Sofía, primero acariciando su cuello, luego bajando lentamente por sus hombros hasta llegar a sus pechos. Los dedos de Isabela rozan los pezones de Sofía, que ya están endurecidos por la excitación, arrancando un suave gemido de sus labios.

—Eres tan hermosa, Sofía —murmura Isabela, con la voz cargada de deseo, mientras sigue explorando el cuerpo de la joven con sus manos, bajando lentamente hacia su vientre.

Sofía cierra los ojos, perdiéndose en la sensación de las manos de Isabela sobre su piel. Nunca había experimentado un toque tan intenso, tan cargado de significado. Cada caricia parece encender un fuego dentro de ella, uno que amenaza con consumirla completamente.

Isabela sigue bajando, hasta que finalmente sus manos llegan al vello que cubre la intimidad de Sofía. Ella se detiene por un momento, sus dedos acarician suavemente el vello oscuro, apreciando la suavidad, la naturalidad de lo que está tocando.

—Me encanta cómo eres, Sofía... tan natural, tan perfecta —susurra Isabela, su voz es un suspiro lleno de admiración.

Sofía siente que su cuerpo tiembla ligeramente bajo el toque de Isabela, sus piernas se abren instintivamente, dándole a Isabela todo el acceso que necesita. Está entregada, completamente rendida a lo que va a suceder.

Isabela no espera más. Sus dedos se deslizan suavemente entre los labios de Sofía, encontrando la humedad que ya se ha acumulado allí. Un gemido suave escapa de los labios de Sofía cuando Isabela comienza a mover sus dedos en pequeños círculos, acariciando su clítoris con una precisión que solo la experiencia puede otorgar.

—Oh, Isa... —gime Sofía, sus caderas comienzan a moverse, siguiendo el ritmo de las caricias de Isabela, perdiéndose en la intensidad del momento.

—Así, Sofía... déjate llevar —murmura Isabela, su voz es un susurro cargado de lujuria, mientras sigue estimulando a Sofía con sus dedos, aumentando la presión y el ritmo gradualmente.

Pero Isabela no se detiene ahí. Se inclina hacia adelante, bajando su cabeza hasta que sus labios están rozando el vello de Sofía. Inhala profundamente, disfrutando del aroma de la joven, un aroma que la excita aún más. Sus labios rozan suavemente la piel de Sofía, plantando pequeños besos en su monte de Venus, mientras sus dedos continúan su trabajo, cada vez más intensos.

—Quiero saborearte, Sofía... —susurra Isabela, su voz es casi un gemido mientras se acerca más al sexo de Sofía.

Sofía siente que todo su cuerpo se tensa de anticipación. No sabe qué esperar, pero el solo pensamiento de que Isabela la toque con su boca hace que su excitación crezca a niveles que nunca había experimentado.

Finalmente, Isabela desliza su lengua entre los labios de Sofía, encontrando su clítoris y lamiéndolo con suavidad al principio, luego con más fuerza. El contacto es casi demasiado para Sofía, quien emite un gemido largo y profundo, sus caderas se levantan del colchón, buscando más de esa sensación.

—Isa... por favor... no te detengas... —gime Sofía, su voz es un ruego desesperado, mientras se aferra a las sábanas, su cuerpo moviéndose con urgencia bajo el toque experto de Isabela.

Isabela sonríe contra la piel de Sofía, disfrutando de cada sonido que sale de los labios de la joven. Su lengua se mueve con más rapidez, succionando suavemente su clítoris mientras uno de sus dedos se desliza dentro de Sofía, explorando su interior apretado con movimientos lentos pero decididos.

—Te sientes tan bien, Sofía... tan apretada, tan perfecta... —susurra Isabela, su voz es un suspiro entre gemidos mientras sigue moviendo su lengua y sus dedos en perfecta sincronía.

Sofía siente que el placer se acumula en su bajo vientre, una presión intensa que amenaza con romperse en cualquier momento. Su respiración es rápida y superficial, sus gemidos se vuelven más fuertes, más desesperados.

—Isa... voy a... —Sofía no puede terminar la frase, su mente es un torbellino de sensaciones, su cuerpo completamente fuera de su control.

Isabela lo sabe, lo siente en la manera en que el cuerpo de Sofía reacciona, en cómo sus músculos se tensan y su clítoris late bajo su lengua. No se detiene, no disminuye el ritmo, la lleva hasta el borde y luego la empuja suavemente al abismo.

Sofía alcanza el clímax con un grito ahogado, su cuerpo se sacude con fuerza mientras las olas de placer la recorren. Isabela sigue lamiendo suavemente, prolongando el orgasmo, haciendo que cada segundo se sienta como una eternidad.

Finalmente, el cuerpo de Sofía se relaja, sus músculos pierden la tensión y cae sobre la cama, su respiración es un jadeo entrecortado, su mente está en blanco, completamente satisfecha.

Isabela se incorpora lentamente, sus labios brillan con la humedad de Sofía, y una sonrisa de satisfacción se dibuja en su rostro. Se recuesta junto a Sofía, abrazándola con suavidad, permitiendo que la joven recupere el aliento.

—¿Estás bien, Sofía? —pregunta Isabela en un tono suave, lleno de cuidado.

Sofía asiente lentamente, girando la cabeza para mirar a Isabela, sus ojos aún nublados por el placer.

—Sí... estoy más que bien... —susurra, una sonrisa de pura satisfacción se dibuja en sus labios—. Nunca pensé que algo podría sentirse así.

Isabela sonríe, besando suavemente la frente de Sofía.

—Y esto es solo el principio, Sofía. Hay mucho más por descubrir, si estás dispuesta —dice Isabela, su voz suave pero cargada de promesas.

Sofía cierra los ojos, sintiendo el calor del cuerpo de Isabela contra el suyo, sabiendo que ha encontrado algo que nunca había buscado, pero que ahora no querría dejar ir.

—Quiero seguir descubriendo... contigo —responde Sofía, su voz apenas un susurro.

Isabela la abraza más fuerte, su corazón lleno de una satisfacción que va más allá del simple placer. Juntas, en la oscuridad suave de la habitación, ambas mujeres se quedan en silencio, disfrutando de la compañía, de la intimidad que han creado, sabiendo que lo que han compartido es solo el comienzo de algo mucho más profundo.

QUERIDA VECINA | RELATOS LÉSBICOS ERÓTICOS +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora