Capítulo 11: Inocencia y Amor

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Julio estaba terminando de preparar la cena cuando su teléfono sonó. Era Madison. La miró por un segundo, luego se alejó suavemente de Karla, quien estaba en la sala, y contestó la llamada.

—¿Qué pasa, Madison? ¿Está bien tu madre? —preguntó con preocupación genuina en su voz.

Madison respondió con una voz calmada.

—Sí, ella está muy bien, gracias a Dios. Se está tomando bien su medicina y ya no se siente tan mal. Pero no te llamaba por eso. Me encontré con Karla en el supermercado ayer, y la conversación fue un poco… extraña.

Julio sintió un pequeño nudo formarse en su estómago. Sabía que Karla estaba inquieta últimamente, pero no esperaba que hubiera hablado con Madison.

—¿Extraña? ¿En qué sentido? —preguntó, tratando de mantener su voz tranquila.

Madison suspiró, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.

—Era como si me estuviera interrogando. Como si desconfiara de ti. Me preguntó por mi madre, claro, pero su tono era diferente, como si estuviera buscando algo más. No sé, me pareció incómodo.

Julio frunció el ceño, pensando en lo que podría haber provocado esa reacción en Karla.

—Madison, lo siento si te hizo sentir incómoda. Es que, bueno, parece ser que a Karla le incomodó que yo fuera a visitar a tu madre. Cree que tú y yo… que quizás hubo algo más. Pero no fue así, tú lo sabes. Solo fui porque tu mamá estaba enferma y quería ayudar.

Madison asintió al otro lado de la línea, aunque Julio no podía verla.

—Lo sé, Julio. Pero me preocupa que esto esté afectando su relación. No quiero ser la causa de problemas entre ustedes.

Julio sintió una punzada en el pecho. Karla era su mundo, y la idea de que ella estuviera sufriendo por una malinterpretación lo hería profundamente.

—No te preocupes, Madison. Esto no va a afectar nuestra amistad. Karla y yo nos amamos mucho, y aunque haya algunas dudas, sé que podemos superarlo. Ella es la persona más importante en mi vida. Cualquier cosa que le pase a tu madre, tú me dices. Siempre estaré aquí para ayudarte, pero también tengo que cuidar de Karla.

Julio colgó el teléfono, mirando hacia la sala donde Karla estaba sentada, distraída en su propio mundo. Un amor profundo y tierno lo invadió. La amaba con cada fibra de su ser, y haría cualquier cosa para proteger su relación. Sabía que Karla estaba herida, que la confianza era frágil en ese momento, pero también sabía que el amor verdadero podía sanar cualquier herida.

Se acercó a ella con una sonrisa suave, buscando su mirada.

—¿Todo bien, amor? —preguntó con ternura.

Karla lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de emociones. Asintió lentamente, aunque la duda aún estaba presente en su mente.

—Sí, Julio. Todo bien.

Julio se sentó a su lado, tomando su mano entre las suyas.

—Sabes que te amo, ¿verdad? —dijo con suavidad—. Y que nunca haría nada para lastimarte.

Karla lo miró fijamente, queriendo creer en cada palabra. Su amor por Julio era profundo, pero las sombras de la duda aún la seguían. Sin embargo, en ese momento, la calidez de su presencia la hizo sentirse un poco más segura.

—Yo también te amo, Julio —susurró.

Mientras se abrazaban, Julio sintió que debía luchar con más fuerza por su amor. Sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesto a demostrarle a Karla que su amor era sincero, que no había espacio para la traición en su corazón. Para él, Karla era su todo, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para proteger lo que tenían.

Susurros del Delirio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora