Capitulo 17: Susurros del Delirio

0 0 0
                                    


Mientras Julio y Madison se reunían, Karla se encontraba sola en la casa, sumergida en una espiral de angustia. Los pensamientos la invadían, cada uno más oscuro que el anterior. Sentía que había cometido un terrible error al decirle a Julio que se fuera. ¿Y si, por su culpa, él había terminado durmiendo en la casa de Madison? ¿Y si la estaba engañando? ¿Y si ya se había acostado con ella?

El peso de estas dudas comenzó a aplastarla. Cada escenario posible se reproducía en su mente, deformándose en algo más horrible con cada repetición. La angustia se volvió insoportable, y en un arrebato de desesperación, Karla se arrancó la cadena que Julio le había regalado. La cadena cayó al suelo, resonando en el silencio opresivo de la casa.

Con la mente nublada, subió al ático, a la caja de recuerdos que guardaba con tanto celo. Al abrirla, fue como si hubiera destapado un portal hacia su pasado, donde los monstruos de sus pensamientos la esperaban con los brazos abiertos. Sus voces comenzaron como susurros, pero pronto crecieron en volumen, llenando cada rincón de su mente.

"Si pones eso ahí, deberás matarlo", le susurraban. "Mátenlo, mátenlo, mátenlo..."

Karla, temblando, se llevó las manos a la cabeza y gritó:

-¡No lo haré! ¡Él me ama! ¡No me traicionaría!

Pero las voces no cesaban. "¿Estás segura?", replicaban, burlonas. "¿Y si sí lo hizo? ¿Dónde está ahora ese chico que supuestamente te ama? Te dejó sola y se marchó a casa de otra."

Finalmente, su mente gritó con una única y aterradora conclusión: "Debe morir".

Karla quedó paralizada por el choque de sus propios pensamientos. Se desplomó en el suelo del ático, temblando de miedo y desesperación. Las lágrimas comenzaron a caer sin control, y entre sollozos, murmuró:

-No quiero despedirme de ti -refiriéndose a Julio-. Te amo demasiado, pero ya los hiciste hablar. Ahora no me dejarán en paz hasta no beber tu sangre. Te dije que no me hicieras sobrepensar...

Con las manos temblorosas, Karla tomó su diario, el único lugar donde sentía que podía encontrar algo de consuelo. Durante el resto de la tarde, escribió frenéticamente sobre los momentos felices que había vivido con Julio, cada palabra impregnada de una tristeza profunda, como si se estuviera despidiendo de esos recuerdos. Sabía que estaba perdiendo el control, que los monstruos en su mente eran cada vez más fuertes, pero en ese momento, escribir era la única forma de detenerlos, aunque fuera temporalmente.

Mientras la noche caía y el cielo se oscurecía, Karla seguía escribiendo, su mente atrapada entre el amor que sentía por Julio y el odio que sus monstruos le imponían. Era un viaje sin retorno, uno en el que cada palabra en su diario parecía acercarla más a un destino inevitable y trágico.

Susurros del Delirio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora