Capítulo 18: La guerra

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A lo largo de los días siguientes, Izzy se acostumbró a la presencia constante de los guardaespaldas que la escoltaban a su trabajo y de regreso a la mansión. La falta de contacto con Matthew la había dejado con una sensación de vacío. Aunque su enojo y dolor seguían presentes, la ausencia de cualquier comunicación solo intensificaba su preocupación.

Una noche, alrededor de las 2 a.m., mientras Izzy estaba sentada en la sala, envuelta en una manta y tratando de distraerse con la televisión, escuchó el sonido de la puerta principal abriéndose. Se levantó de inmediato, sorprendida por la entrada a esa hora, y caminó hacia la entrada de la mansión.

Cuando la puerta se abrió completamente, su corazón se detuvo al ver a Matthew, quien estaba de pie en el umbral con la camisa empapada en sangre y su rostro pálido por el dolor. La escena era aterradora: su camisa blanca estaba rasgada y ensangrentada, y en su rostro se podían ver varias heridas profundas donde los vidrios rotos se le habían incrustado. Sus manos estaban cubiertas de sangre, y su mirada, a pesar del cansancio, era intensa y perturbadora.

Izzy se quedó paralizada por un momento, mirando la escena en estado de shock. Los guardaespaldas de Matthew, que lo habían estado siguiendo, estaban al borde de la puerta, preocupados pero manteniendo una distancia prudente.

—Matthew... —dijo Izzy, su voz temblando mientras daba un paso hacia él, su preocupación y miedo a flor de piel—. ¿Qué te ha pasado? ¿Qué ocurrió?

Matthew trató de hacer un gesto con la mano para que ella se acercara, pero sus movimientos eran torpes y cansados. Su rostro mostraba una mezcla de agotamiento y dolor, y su respiración era irregular.

—Un negocio... se salió de control —dijo Matthew, su voz rasposa y débil—. Hubo una pelea y un tiroteo. Varios de mis guardaespaldas murieron en el conflicto... Los vidrios... se rompieron y... se me clavaron.

Su voz se desvaneció mientras trataba de mantener el equilibrio, pero sus piernas vacilaban. Los guardaespaldas rápidamente se acercaron para ayudarlo a entrar, mientras Izzy lo miraba, horrorizada.

—Vamos a llevarte a una habitación —dijo uno de los guardaespaldas, intentando tomar a Matthew del brazo para guiarlo—. Necesitas atención médica.

Izzy, a pesar de su shock, tomó una respiración profunda y se dirigió hacia Matthew, tocándole suavemente el brazo. Su mente estaba llena de preguntas y temores, pero el hecho de que él estuviera herido y en tal estado de desesperación la hizo actuar de inmediato.

—No, esperen —dijo ella, su voz firme a pesar del miedo—. Vamos a llevarlo al médico ahora mismo. Quiero asegurarme de que esté bien.

Matthew, aunque tambaleándose, intentó sonreír débilmente al ver la preocupación en el rostro de Izzy. Sus ojos, a pesar de la sangre y el dolor, mostraban un rastro de agradecimiento.

—Izzy... —dijo, su voz apenas un susurro—. Lo siento... por todo. No quise... que esto pasara.

Izzy no respondió de inmediato. En cambio, ayudó a guiar a Matthew hacia una de las habitaciones principales de la mansión, donde un médico de emergencia que Matthew había contratado estaba esperando.

La escena en la sala había sido impactante, pero ahora el foco estaba en atender las heridas de Matthew y asegurar su recuperación. Mientras el médico trabajaba en él, Izzy se mantuvo a su lado, observando con una mezcla de angustia y determinación. Sabía que había mucho más en juego que solo las heridas físicas; había un montón de heridas emocionales y problemas no resueltos que necesitaban ser abordados.

Finalmente, cuando el médico terminó y Matthew fue colocado en una cama, su cuerpo exhausto y adolorido, Izzy se sentó junto a él, sintiendo que el peso de la situación la envolvía. A pesar de todo lo que había pasado, el ver a Matthew herido y vulnerable la hizo cuestionar si su enojo valía la pena frente al sufrimiento que ambos estaban atravesando.

Izzy, con el corazón en un torbellino de emociones, se inclinó y lo abrazó suavemente. Matthew, a pesar del dolor, movió su mano para rodearla débilmente. La cercanía y el calor de su abrazo parecían ofrecer un consuelo mutuo que habían estado buscando durante tanto tiempo.

Matthew levantó lentamente la vista y, con un leve esfuerzo, enfocó su mirada en Izzy. Sus ojos, cansados y llenos de dolor, parecían intentar captar la realidad de la presencia de ella.

—¿Estoy en el cielo o algo así? —murmuró, con una débil sonrisa—. Porque al verte, me pregunto si ya he muerto y un ángel ha venido a visitarme.

Izzy, con lágrimas en los ojos y el corazón abrumado, sonrió débilmente ante el comentario, aunque el dolor aún estaba presente. Su abrazo se apretó un poco más, como si intentara transmitir todo el consuelo y el cariño que sentía.

Matthew la miró con una mezcla de gratitud y vulnerabilidad. Su expresión era una mezcla de cansancio y alivio al ver a Izzy a su lado. Aunque sabían que había mucho que resolver, el simple hecho de tenerse mutuamente en ese momento de necesidad era suficiente para ambos.

A la mañana siguiente, el sol apenas empezaba a iluminar el día cuando Daniel, el socio de Matthew, irrumpió en la mansión. Su rostro estaba tenso y su expresión era una mezcla de furia y frustración. Había llegado para confrontar a Matthew por el fiasco del negocio de la noche anterior, y no tenía intención de suavizar su actitud.

Izzy estaba en la sala, cerca de la habitación donde Matthew estaba descansando. A pesar del silencio, el furioso y estridente sonido de los pasos de Daniel ya indicaba que la calma de la mañana estaba a punto de romperse.

Cuando Daniel entró en la sala, comenzó a gritar, su voz resonando por toda la mansión. Izzy, desesperada por no interrumpir la recuperación de Matthew, se acercó rápidamente para calmarlo.

—¡Daniel, por favor, haz silencio! —gritó Izzy, intentando ser escuchada por encima del ruido—. Matthew está recostado y necesita descansar.

Pero Daniel, cegado por la rabia, no prestó atención. En su furia, empujó a Izzy con fuerza, haciéndola caer al suelo con un golpe seco. Ella cayó al suelo, sorprendida y dolorida, mirando hacia arriba con indignación.

—¡¿Qué te pasa?! —gritó Izzy, su voz temblando por el impacto y la sorpresa—. ¡¿Por qué me haces esto?!

Daniel se acercó a ella con una expresión aún más furiosa, sus palabras cargadas de desprecio.

—¡Cállate, zorra! —rugió Daniel, su odio evidente en cada palabra—. Esto es entre Matthew y yo. Tú no tienes nada que ver aquí.

Matthew, aunque todavía adolorido y débil, había escuchado el tumulto desde su cama. A duras penas, se levantó, ignorando el dolor que sentía en cada movimiento. Su rostro mostraba una mezcla de determinación y enojo, mientras se enfrentaba a Daniel.

—Tienes cinco minutos para salir de mi propiedad —dijo Matthew, su voz grave y cortante, pero cargada de autoridad—. Después de eso, no me importará lo que decidas hacer. Pero mientras estés aquí, no toleraré que trates a Izzy así.

Daniel, sorprendido por la furia en los ojos de Matthew, levantó una ceja y su mirada se tornó aún más desafiante.

—Esto no ha terminado, Matthew —dijo, con una amenaza palpable en su voz—. Esto es solo el comienzo de la guerra por el negocio. Y tú, lo pagarás caro por lo que ha pasado.

Con una última mirada llena de odio hacia ambos, Daniel se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta, dejando atrás una estela de enojo y tensión.

Izzy, todavía en el suelo, se levantó con dificultad, su rostro pálido y su cuerpo tembloroso. Matthew, a pesar de su estado, se acercó a ella, ayudándola a levantarse con una expresión de preocupación en sus ojos.

—¿Estás bien? —preguntó Matthew, su voz suave pero llena de inquietud.

Izzy asintió lentamente, intentando recobrar su compostura a pesar del dolor y la ira que sentía. Sus ojos, aún llenos de lágrimas, miraron a Matthew con una mezcla de emociones complicadas.

—Sí, estoy bien —respondió con dificultad—. Pero esto... esto es mucho más grande de lo que pensaba.

Matthew asintió, sabiendo que la situación solo se había complicado más. La amenaza de Daniel era solo el comienzo, y ahora enfrentaban una nueva batalla, tanto en el ámbito de los negocios como en su propia relación.

Entre Sombras y DeseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora