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Departamento de Checo y Carlos
Dos sombras descalzas ingresaban en el estrecho pasillo, el castaño empujó la puerta tan despacio que él de los ojos azules tuvo miedo de pasar saliva, un ligero click se escuchó y los dos soltaron un suspiro. Sergio entrelazó los dedos con su pareja, lo arrastró entre la oscuridad por aquel lugar que él conocí a la perfección, sin embargo, el nervioso de Max comenzó a tropezar con todo:
―Maxie... tómame de la cadera. ―le agarró las manos y las encajó en la parte que había dicho, no tenía que ser adivino, de seguro, estaba sonrojado hasta el cuello.
En esta posición, siguieron el camino hasta la habitación, Checo sintió que hacia algo terrible, tener a Carlos de compañero ejercía una presión insólita, pero amaba tomar riesgos, mejor pedir perdón que permiso, quería dormir acurrucado esta noche, y la verdad los moteles no eran de su agrado, nada como su propia cama y almohada.
Después de casi morir desangrado, mentira, por las rosas, el neerlandés sacó unos curitas que traía en su coche, cuando lo interrogó por el detalle, solo recibió la respuesta sincera, Max era un chico muy precavido y cargaba un botiquín para emergencias, le dedicó una mirada enternecida. Los iris azules lo engulleron sediento por aquella muestra de afecto, el mexicano le dio un abrazo cálido, sabía que su pequeño león tenía ganas de devorarlo:
―Max, ¿quieres ir a mi departamento? Podrías terminar allá lo que empezamos. ―le susurró en el oído, sintió todo el cuerpo del rubio temblar ante la expectativa.
―Sí... por favor.―restregó su nariz en la mejilla de Checo.
―Perfecto... pero tendrás que estar muy callado, ¿entendido? ―le dio un beso breve en los labios.
―Haré lo que quieras Checo. ―
―Bueno, no podemos hacer ruido porque Carlos duerme en la habitación de a lado y le molesta que lo despierte en la madrugada, ¿además no te parece emocionante? ―
Encendió la luz de la habitación, la cama matrimonial estaba pegada a una de la paredes para aprovechar el espacio, los adornos en café claro y beige trataban de rescatar las paredes que ya tenían bastantes años.
―Pasa... disculpa el desorden, no acostumbro a tener visitas. ―dijo mientras recogía un par de pantalones aventados en el sillón de la esquina, Max observó con ojos asombrados el espacio reservado para sus fotografías, recuerdos de lugares de México, amigos, familia y a un Sergio pequeño ataviado con un uniforme en color amarillo y azul.
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Cajita Feliz | Chestappen
FanfictionSergio Pérez trabaja como cajero en un McPato'os, y está harto de ver, como cada viernes, al chico rubio de ojos azul hielo frente a él, con aquella mirada intensa que se lo come sin ningún reparo, así que dará el primer paso para hacer realidad sus...