iii. Una linda visita

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—¡No!

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—¡No!

Habían pasado los cuatro días desde que no se ha tomado los medicamentos para calmar su trastorno. Y se notaba muchísimo.

La tuvieron que llevar a otra sala sin nada para que la puedan maquillar y también duerma ahí, ya que en su habitación ya estaba destruyendo todo. La amarraron en la silla porque si la dejan libre podría tirar todo.

—¡Me quiero irrr! —y ahora se estaba riendo.

Ya casi terminaban con el maquillaje. Su rostro estaba cubierto de color blanco. Tenía dos círculos negros alrededor de sus ojos. En la nariz tenía un círculo negro.

En la zona de los labios y la mitad de las mejillas le dibujaron una gigante sonrisa que se extendía casi hasta las orejas. En el centro de la sonrisa macabra lo pintaron de negro y colocaron sangre falsa en el contorno de su sonrisa.

Su cabello ya estaba enmarañado por esos últimos cuatro días.

Sus ojos... le iban a colocar los lentes de contacto blancos, pero la chica se negó. Quería que observaran sus verdaderos ojos, ya que ahora se veían muy intimidantes. Y, sorprendentemente aceptaron su petición.

Al terminar recogieron todo y luego la liberaron. Le entregaron su disfraz y la dejaron sola para que tuviera privacidad.

Pero seguro estarán observándome por las cámaras cómo los enfermos que son —pensó Elizabeth.

Comenzó a cambiarse y cuando ya estaba lista se miró:

Era un vestido. Tenía una camisa manga larga color vino de una tela extraña, y tenia pequeñas rosas bordadas en esta, y le cubría los hombros y tenía un pequeño lazo
de color negro en el centro de su pecho. En los bordes de las muñecas tenía unos vuelos de color negro medio transparente. En cada lado de sus hombros tenía unos tirantes que se asemejaban a unas correas de cuero negro.

Debajo del busto tenía un corsé de cuero negro. y bajaban de esta unas tiras a cada lado de la falda, está era de la misma tela que su camisa manga larga, solo que era por capas y la otra capa era de tutú color negro.

Tenía unas medias pantys color negro y una botas con un poco de tacón. No muy exagerado.

—Oiiigan ¡Ya estoy lista! —dijo a la nada y soltó una carcajada—. Necesito mi violín para darles a sus chiquillos una linda canción de cuna.

Soltó una carcajada y esperó que abrieran la puerta, al abrirla la tomaron de los hombros y la llevaron afuera del psiquiátrico.

Era un lugar un poco amplio, ahí era donde llegaban las ambulancias, o algún carro.

Elizabeth sabía que la llevaban a el túnel que se encontraba a su izquierda, habían unas escaleras y luego el pequeño lugar para escabullirse y llegar a la otra casa que tenían al lado. 

Problems, fede vigevaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora